Estoy colmada de emociones, de sentimientos. Positivos, negativos e intermedios. Ya no sé ni cómo verlos o cómo los siento.
Me adentré en el mar y ahora siento como la marea me lleva, no sé si me siento en paz o agobiada mientras todo sucede. Pues siento tanto, que a la vez no siento nada. Estoy entumecida, de pies a cabeza. Congelada hasta los tuétanos por todo lo descubierto. Dichosa, a medias, porque al fin lo he descubierto.
La verdad. La que nunca antes me fue dicha, la que me ocultaron con recelo. Una verdad que me haría libre pero ellos no querían eso. La ocultaron, mintieron, me mantuvieron a su lado con engaños y un falso aprecio, egoístas sin remedio.
Traicionada, desorientada. Así también me siento.
Usada. Fui vilmente usada por un par de canallas. Los pocos buenos recuerdos se esfuman y dan paso a la irrefutable verdad, me mantuvieron a su lado por mero interés. Nunca les importé, solo les era útil; hasta ahora que todo lo sé.
Ahora sé la verdad, tras años de oscuridad.
El engaño, la verdad, todo escose con rapidez a través de mi alma y mi piel.
Siento paz, pero duele.
Duele, duele.
Me derrumbo, me hundo, me dejo ir.
Con este escrito me quedo muy claro que, en ocasiones, hasta los recuerdos más banales pueden ser una gran fuente de inspiración.
Y si pasaron o pasan por algo similar, un recordatorio: todo pasa.
Gracias por leer.