Despite the idea presented in The Little Prince, one of the most famous books in the world, many times the important and essential details are only visible to the eyes, and by extension, to all senses.
In an era where a significant part of the population consists of digital natives, while the rest of us joined the digital age as adults—and some, like my father, in their old age—it’s inevitable that digital relationships hold different meanings for each group.
For young people, a friendship or relationship formed through social media is as real as one that started in school or university for those of us who are not digital natives.
The truth is that both in the "real world" and the "digital world," genuine and meaningful connections can be made in all aspects, but there are also cases where these are superficial or even false.
In my case, because of my personality and the mobility and territorial limitations I face, it’s easier for me to have virtual relationships than traditional ones.
And although I’m someone who sincerely believes people are honest and good, it’s not always the case, and it’s much harder to separate the wheat from the chaff on the internet.
Many times, a look, a tone of voice, or even a gesture express much more than the words that could be written in a messaging program.
This is where virtuality presents risks for digital relationships, because it lacks the human connection that a look, a touch, or a tone of voice can convey.
As a (now) funny anecdote, I remember meeting a guy (or so I thought) on some kind of social network linked to a game—I don’t know if it still exists. We started chatting daily via text, within the site’s internal messaging system, since at the time apps like WhatsApp or Telegram didn’t exist yet.
After a while, I don’t remember whose idea it was, but we became "boyfriend and girlfriend." He claimed to be an American soldier coming to take a post at the U.S. Embassy in Asunción.
At that time, I lived very close to the Embassy, and the day came when he was supposedly arriving in the country. I was quite nervous because, in theory, he would stay at my apartment for a few days.
The truth is, I waited in vain all day for him to contact me, staying glued to my phone for news. He never showed up because, obviously, everything was a lie. When I confronted him, he said that he couldn’t reach me, so he decided to stay at a hotel he probably found online.
We stopped talking, and the experience served as a lesson that not everyone tells the truth on the internet, and some people enjoy playing with others, and in worse cases, scamming them.
But even though I had bad luck, I’ve read about successful cases of long-distance romantic relationships that end happily.
In conclusion, deception exists in all types of relationships—whether romantic, friendships, or work-related—both in the real and virtual worlds. In both cases, we must be cautious, analytical, and realistic, because if we don’t take care of ourselves, it’s unlikely that others will do so.
Original Language: Spanish
Translation Service: Microsoft Copilot
Imagen de Patricio González en Pixabay
A pesar de que "El Principito", una de las obras más famosas del mundo, diga lo contrario, muchas veces los detalles importantes y ecenciales son solo visibles a los ojos, y por extensión a todos los sentidos.
En una era en la que gran parte de la población son nativos digitales, y el resto nos unimos a la era digital ya de adultos, y algunos como mi padre, en su senectud, es inevitable que las relaciones digitales tengan un significado diferente para cada grupo.
Para los jóvenes, una amistad o una relación forjada a través de las redes sociales, es tan real como una que nació en la escuela o en la universidad para los que no somos nativos digitales.
Lo cierto es que tanto en el "mundo real" como en el "mundo digital" se pueden crear conexiones verdaderas y significativas en todos los ámbitos, y también pueden darse casos en los que éstas sean superficiales e incluso falsas.
En mi caso, por el tipo de personalidad que tengo y por las limitaciones de movilidad y territorialidad en las que me encuentro, me es más sencillo tener relaciones virtuales que relaciones del tipo tradicional.
Y aunque soy una persona que sinceramente cree que las personas son honestas y buenas, no siempre es el caso, y en internet es mucho más difícil separar la paja del trigo.
Porque muchas veces una mirada o un tono de voz, e incluso un gesto, expresan mucho más que las palabras que nos pudieran escribir por un programa de mensajería.
Es allí cuando la virtualidad presenta los riesgos para las relaciones digitales, porque falta esa conexión humana que una mirada, una caricia o un tono de voz pueden transmitir.
Como anécdota divertida (ahora) recuerdo que en una oportunidad conocí a un chico (¿?) en una especie de red social de un juego que no se si seguirá existiendo. Empezamos a charlar a diario por texto, dentro del sistema de mensajería interna del sitio, ya que en aquella época aún no existían aplicaciones como WhatsApp o Telegram.
Luego de un tiempo, no recuerdo de quien fue la iniciativa, pero nos pusimos de "novios" , él decía ser un soldado americano, y que vendría a cubrir un puesto en la Embajada de Estados Unidos en Asunción.
En aquella época yo vivía muy cerca de la Embajada, y llegó el día en que supuestamente llegaría al país, yo estaba bastante nerviosa porque en teoría él se quedaría en mi departamento unos días.
Lo cierto es que esperé en vano todo ese día a que se contactara conmigo, y yo pendiente del teléfono para tener noticias. Nunca llegó, porque obviamente todo era mentira, y cuando le reclamé, me dijo que como no pudo comunicarse conmigo se fue a un Hotel, que seguramente encontró en internet.
Dejamos de hablar, y la experiencia quedó como escarmiento de que no todas las personas dicen la verdad en internet, y que algunas tienen como Hobby jugar con las personas, y en los peores casos, estafarlas.
Pero aunque yo tuve mala suerte, he leído sobre casos existosos de relaciones sentimentales a distancia que terminan en final feliz.
Como corolario, hay que decir que el engaño existe en todos los tipos de relaciones, sean estas románticas, de amistad o de trabajo, tanto en el mundo real como en el mundo virtual, y en ambos casos debemos ser cuidadosos, analíticos y realistas, porque si no cuidamos de nosotros mismos, difícilmente otros lo hagan.