They knocked on the door. Yamila, Mayo and I were in the kitchen, at the end of the long colonial house, so Aunt Isabelita, always stationed in the living room in front of the television, was the one who opened it.
What came in was like a gust of air, the kind that refreshes you and messes up your papers, making you smile and curse at the same time. I could feel her enveloping and spinning the old woman at the door, conquering the hallway. The pictures were dislocated, the rattle on the roof sang like crazy, the three steps were assaulted with a patter of rain on the roof while it announced, as if it were necessary.
-Fat, come.
When I remember it I see the whole scene frozen. Yamila at the sink with her arms extended to receive, wearing the first smile of the day, of the week. Fat Mayo and I in the middle of the frustrated effort to uncork a red wine. Only she seemed to have life and movement.
-Oops -sudden brake, - I didn't know they had visitors.
"Isaaaa," the friendly scolding was agilely projected towards the hallway, "why didn't you tell me there were visitors?" I went through such shame because of you, bandit.
"I'm sorry," he lied.
And for the first time she stayed almost still for a whole second. His face changed like an anime character. He had only been in front of me for three heartbeats and I had seen more reactions from him than probably anyone would be able to express in their life. The smile upon her arrival was light, coffee, a miracle capable of fixing your day on its own, just look at its effect on Yamila, and for me opening the bottle no longer made sense. His surprised face was a poem, with eyes wide enough to let me in by walking slowly through them. Priceless, inviolable museum, "don't touch the works of art, please".
Ah, but his shame, ha, his shame was the most shameless thing I had ever seen. With thin shoulders raised forward to hide the tilted face, tight lips biting a smile, hands behind the back, one pointed foot in front playing with the balance (of my sanity) drawing scribbles on the floor. I found myself vibrating to embarrassing melodies "for a kiss from the skinny girl I would give anything" I turned off that radio before starting to do it out loud.
She raised her gaze, she shone, she approached Yamila with a delayed intention, who with a pull attracted her and embraced her with a vitality strange to her, with an intimacy that was totally foreign. The hug lasted as long as it takes pain to express itself, love to console. When he undid it, he still had tenderness left to run his hand over her poorly combed hair, smile at her in a baby blue tone, and finish comforting her soul with a look. She turned like lightning towards Mayo, still the same as before. He jumped on his monumental belly and hung from his neck like a kite, making an epic scandal with his laughter. Why deny it, I was already, to the point, in love.
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Tocaron a la puerta. Yamila, Mayo y yo estábamos en la cocina, al final de la larga casa colonial, así que la tía Isabelita, siempre apostada en la sala frente al televisor, fue quien abrió.
Lo que entró fue como una ráfaga de aire de esas que te refrescan y desordenan los papeles haciéndote sonreir y maldecir al mismo tiempo. Pude sentirla envolviendo y haciendo girar a la anciana en la puerta, conquistar el pasillo. Los cuadros se descolocaron, el sonajero en el techo cantó como loco, los tres escalones fueron asaltados con un repiqueteo de lluvia sobre el tejado mientras anunciaba, como si hiciera falta.
-Gordoooo, lleguéeee.
Cuando lo recuerdo veo toda la escena congelada. Yamila en el fregadero con los brazos extendidos para recibir, luciendo la primer sonrisa del día, de la semana. El gordo Mayo y yo a mitad del frustrado esfuerzo por descorchar un vino tinto. Solo ella parecía tener vida y movimiento.
-Ups -frenón en seco, - no sabía que tenían visitas.
-Isaaaa -proyectó ágil el simpático regaño hacia el pasillo- ¿por qué no me dijiste que había visitas? Pasé tamaña vergüenza por tu culpa, bandida.
-Lo siento- mintió.
Y por primera vez se quedó casi quieta durante un segundo entero. Su cara cambiaba como personaje de anime. Llevaba sólo tres latidos frente a mí y le había visto más reacciones que las que probablemente nadie sea capaz de expresar en su vida. La sonrisa de su llegada fue luz, café, milagro capaz de arreglarte el día por sí sola, miren nada más su efecto sobre Yamila, y para mí abrir la botella ya no tenía sentido.Su cara de sorpresa era un poema, con ojos tan abiertos como para dejarme entrar caminando despacio por ellos. Museo invaluable, inviolable, "no toque las obras de arte, por favor"
Ah, pero su vergüenza, ¡ja!, su vergüenza era la cosa más desvergonzada que había visto nunca. Con los delgados hombros levantados hacia adelante para ocultar la cara ladeada, labios apretados mordiendo una sonrisa, manos a la espalda, un pie en punta al frente jugando con el equilibrio (de mi cordura) dibujando garabatos en el suelo. Me sorprendí vibrando en melodías embarazosas "por un beso de la flaca yo daría lo que fuera" apagué esa radio antes de empezar a tarearla en voz alta.
Levantó la mirada, brilló, se acercó con demorada intención a Yamila que de un tirón la atrajo y abrazó con una vitalidad extraña en ella, con una intimidad totalmente ajena. El abrazo duró lo que tarda el dolor en expresarse, el amor en consolar. Cuando se deshizo todavía le quedó ternura para pasarle la mano sobre el cabello mal peinado, sonreirle en tono azul pollito y terminar de acomodarle el alma con una mirada. Volteó como relámpago hacia Mayo siendo la misma de antes. Saltó sobre su panza monumental y se le colgó del cuello como un papelito-papalote haciendo un escándalo épico con su risa. Para qué negarlo, yo ya estaba, hasta las trancas, enamorado.
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