Sin agua, ¿cuánto tardarías en abandonar tu casa y ciudad?
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Grandes ciudades cubiertas de vegetación por el abandono de sus habitantes, un cuadro dantesco de ficción vendída por el cine y la televisión se vuelve una posible realidad a tener en cuenta cuado ya no son dos ni tres los días sin servicio del acueducto a nivel de toda la ciudad y sus alrededores.
Para este momento estamos por alcanzar las 100 horas sin agua, las reservas se agotan y los platos sucios se acumulan por no gastar las mermadas reservas, por decoro dejaremos a su imaginación el estado de los sanitarios y rogamos llegue a su fin la suspensión del servicio.
Como las dos veces anteriores, anunciaron un corte por tres días por reparaciones y tomamos las previsiones acostumbradas, pero ya se completaron los cuatro días de sequía y en esta ocasión no ha llovido, como sucedió otras veces, en que recogimos el agua que caía del cielo y resulto en un alivio sustancial.
Unos vecinos ya fueron dos veces a la casa de otro para cargar agua de una piscina y a comprar agua potable envasada a un precio escandaloso. Recibí noticias de colas en el complejo polideportivo para llevar agua de un tubo bajo de donde fluía algo de líquido, lamentablemente las piscinas llevan tiempo vacías por falta de mantenimiento.
Mañana será el quinto día y el caos de estar resuelta la situación.
Los comercios con agua en sus inventarios tendrán récord de ventas y quien no pueda comprarla le tocara ir a la orilla del río Manzanares y arriesgarse con sus turbias y contaminadas aguas, la sed lleva a la locura, orina y agua salada han ingerido los sedientos en el mar o los desiertos.
Una ciudad sitiada por la incompetencia.
Al publicar esto, me iré a dormir soñando que llega el agua y puedo meterme a la regadera para una ansiada ducha. En mis oraciones los técnicos e ingenieros esforzados en resolver el problema, que no es nuevo y solo resuelven provisionalmente, puros paños calientes o parches pegados con saliva de loro.
Distopía nada fantasiosa que pende cuál espada de Damocles sobre nuestra ciudad y tantas otras en un país que se derrumba y cae en pedazos a manos de los destazadores que cuentan en divisas del imperio sus ganancias inmundas.
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Mañana será otro día y si Dios quiere la pesadilla habrá terminado y volverán a las colas los compradores de gasolina y la nueva normalidad seguirá su curso, hasta que se rompa el tubo otra vez.