Buenos días.
Luego de un día de recibir felicitaciones por la proeza de seguir vivo un año más, muchas de las cuales se las tengo que agradecer al algoritmo de Facebook que no deja pasar las fechas sin recordarnos toda clase de sucesos, quedaron de manifiesto algunas verdades.
Oficialmente, soy un viejo, la gula sigue siendo una transgresión con consecuencias, el alcohol, que no tomé ayer, pero sí el viernes, a pesar de la poca cantidad, no le cae bien a mi organismo, y es una pena si considero que nunca abuse de este placer. Que se puede hacer, casi nada. Volver a las verduras y frutas, hasta que lleguen las hallacas y los demás manjares propios de la temporada.
La Navidad continúa siendo mi fiesta preferida, a pesar de los tintes tristes por los recuerdos de los ausentes. Los que dejaron esta vida y los que están desperdigados por medio mundo o más.
El fin de semana estuvo lleno de recuerdos y reflexiones, entre otras, como nos afectó el experimento covid y el daño que nos causó. Al parecer pretenden repetir la manipulación.
Igual que esta ciudad, gasto en festejos, bailes y decoraciones muy ordinarias, mientras se volvió a abandonar por un mes o más la recolección de la basura, hasta llenarnos de moscas y regresar los zamuros a pasear por calles y avenidas.
Calculo que durante estos cuatro años en que seguí practicando el compostaje de residuos vegetales, se fueron acumulando troncos y ramas de las podas que se resisten a la descomposición y aunque la quema de basura es costumbre en la zona, nosotros no la practicamos.
Finalmente, el sábado, me percaté de la ausencia de los vecinos que me rodean y aproveche para deshacerme de la mitad te tales desechos en una hoguera de proporciones monumentales, quedando los troncos más gruesos que intentaré regalar o en caso contrario reduciré a cenizas que se integren a la tierra.
Sobre todo para no alimentar al comején o termita que ha hecho grandes estragos en la zona.
Y antes que ellos fueron los caracoles africanos ¿Cuántas plagas estarán pendientes?
Así quedo la esquina del patio, después de la quemazón, un círculo mágico con unos tres metros de diámetro que no se extendió, por suerte, a que mantuve regado el espacio al rededor donde hay más madera y de haberse prendido se hubiera salido de control.
Un poco de trabajo con pico y azadón lo dejará en condiciones para sembrar una matas de ají o berenjenas, hace años en ese espacio recogimos unas preciosas berenjenas, moradas como todas, pero redondas como melones.
Mientras yo vigilaba el fuego y armado con la manguera lo mantenía bajo cierto control, me vigilaban a mí desde lejos, y como estaba todo tan seco, apenas si salió humo y las llamas menguaron en poco tiempo, pero las brasas las estuve mirando hasta que se apagaron.
Un gato curioso se acercó por la tarde a mirar de cerca el cambio en el lugar y llego a pisar las cenizas, para su sorpresa y salió corriendo a lamerse las patas. Reacciono a tiempo y no ha dejado de venir a merodear a las gatas de casa.
Con la visión del fuego purificador, les deseo otro excelente día y
Hasta mañana.