Buenos días.
Salud y felicidad a quien lee mis palabras.
En este momento me cuesta escribir, pues tengo la mente puesta en los jabones que voy a hacer hoy y mañana, tampoco quiero escribir acerca de los sucesos políticos de Venezuela, que para muchos sea un aburrimiento, y para muchos de nosotros causa de enemistad, hasta con familiares y amigos de toda la vida.
El momento es crucial, pero el proceso es lento. Si renacemos o seguimos languideciendo, está por verse y, aunque muchos sueñan o soñamos con ver una salida.
En dos meses, otros calculan que en abril y la verdad yo no tengo ni idea como resultara esta cosa.
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Con el recuerdo que me trae esta foto de hace varios años y al publicarla trae muy diversos comentarios, puede que se imaginen
lo que, en realidad, no fue. La fecha precisa, no la recuerdo, pero es de cuando menos hace 9 años, cuando estábamos activos en diversos emprendimientos para salir adelante sin trabajo formal, ni capital para un negocio tradicional.
La elaboración de comidas primero, la dulcería criolla después, un intento de armar un vivero, aprendimos compostaje y otras habilidades campesinas. En el patio crecía rebelde una planta, un árbol de ponsigue y por sugerencia de un hermano, preparamos unas botellas del tradicional Ron con Ponsigue.
El primer año se vendieron muy pocas, pero alcanzo para pagar la inversión en ron, azúcar, clavo y etiquetas, las botellas recicladas nos las regalaron y solo tuvimos que lavarlas y desinfectarlas.
Al año siguiente se duplicó la venta, pero como es negocio de temporada, quedaba tiempo para otras cosas.
De la relación con las licorerías, surgió otra oportunidad de emprender algo más, cuando dos de ellas me hicieron donación de su inventario de vinos picados, imbebibles para los paladares medianamente cultivados y de todas esas botellas, menos las que no terminaron aderezando guisos, surgieron dos nuevos productos, que me ganaron el apodo del ácido Félix.
Vinagre de vino y vinagre de manzana. Un negocio pequeñito, pero muy rentable, considerando que la materia prima fue regalada.
Por ese tiempo comencé con los jabones y cinco años atrás, me abrieron mis hijos, la cuenta en la blockchain y poco a poco fui echando mis cuentos y aquí seguimos haciendo un poco de todo.
Imitando a los artistas renacentistas, quien quita y la vida me da la oportunidad, emular a Leonardo, Miguel Ángel, Galileo o Giordano Bruno en algún aspecto que perseverancia o la suerte se alegre en dejar caer en mis manos y mente.
Como ya se huele el café que se está colando, les digo:
Hasta mañana.
[Fotos de la galería en Facebook de La Dulce Crucita]
El otro emprendimiento familiar, liderado por @dulce.crucita corazón y motor de esta aventura.