Buenos días.
Ya paso la fiesta del miedo, hasta el año que viene adiós Jalogüin.
Hoy los santos y mañana los muertos, o será al revés, primero los muertos y luego Todos los Santos. La verdad es que ninguna de estas fiestas despierta mis simpatías, algún interés sí, cuando vendía velas, durante todo el mes de octubre se vendían por cantidad.
Recuerdo un año en particular en que me toco lidiar con un reto. La compañía, tenía en inventario 2.000 cajas y era mi responsabilidad venderlas, pero resulta que eran de las más grandes y caras en el mercado.
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Un mercado donde el precio marcaba el ritmo del movimiento, con vistas a aprovechar el día que más se alumbra y los ambulantes vendedores llenan el cementerio. Eso creo, no soy de visitar cementerios.
La pura verdad es que estaba molesto por tener que pelear con tal desventaja y sin muchas esperanzas tome una vela de muestra y la coloque en mi bolsillo de la camisa, junto al bolígrafo y la cajetilla de cigarrillos.
A un colega que hizo un chiste, respondí con malas maneras y mientras se reía, nos fuimos juntos a trabajar.
Desayunamos en la carretera y nos dirigimos a una población donde teníamos buena clientela y siempre visitábamos de primero el mercado municipal, dejando para la tarde los comercios restantes.
No logre colocar muchas cajas de las benditas velas, pero terminando nuestro recorrido sobre las doce, me dice el colega, vamos a almorzar y yo le respondo; espérame en el restaurante, que voy a comprar cigarros.
Y mientras él se marchaba, me dirigí a comprar mi vicio donde un cliente que estaba molesto conmigo por cobrarle una penalidad de un cheque devuelto. Aproveche la oportunidad de aclarar el malentendido y mientras fumamos, aclaramos las cosas, me hizo un pedido y me pregunto por la vela, a lo que respondí en tono de chiste ´´Para alumbrar a los clientes´´ y puse la vela de pie en el mostrador. Me pidió 20, además de otras mercancías.
Al llegar al restaurante mi colega ya estaba en el postre, pero al sentarme. Me pregunto por mi cara de satisfacción ¿Qué has hecho? Y yo respondí muy ufano, nada. Ya tengo de vuelta al viejo X. y además me ha comprado las velas. Sorprendido aplaudió el triunfo, que fue preludio de un éxito inesperado, en la siguiente visita pidió 50 y aunque no recuerdo si fue en un solo mes, termine por vender todas las velas.
La calidad ocupó su lugar, mi eslogan se reducía a mostrar como esta vela se sostenía sola, sin necesidad de derretir y pegar.
Con esta anécdota de la vida, otra batallita de este joven dispuesto a enfrentar la tercera infancia concluyo por hoy.
Hasta mañana.