Buenas tardes.
Hoy llego tarde y sin idea de qué escribir.
A falta de ingenio les voy a relatar lo que sucede en la cocina en tiempo real: El canarin, montado en el fuego, contiene: agua y sal, ají, cebolla, pimentón, apio españa, ajo y cebollin. En breve se les van a unir los demás ingredientes, todos juntos según mi entender.
Si esperan un momento, lo voy a consultar, y las cocineras me dicen que sí, que todas las verduras juntas: plátano verde, bañado en agua con limón para que no se oxide y afee el caldo, auyama, yuca y ocumo chino y del blanco.
A mí, en particular, me gusta más el ocumo chino, por su color particular; son pocas las comidas que puedan ostentar un color azul natural.
No es muy diferente en sabor, pero considero importante la cuestión visual. No deja de ser una gran verdad que antes que llegue a la boca, la comida nos conquista por los ojos y el olfato, quedando el paladar en tercer lugar.
Cuando se ablanden todos los tubérculos, será el momento final y hora de agregar el principal: Postas y cabezas del pescado elegido. Cabañas blancas que ya disfrutamos fritas en ruedas durante la semana.
Con un último vistazo a la olla, que al principio llame canarin por respetar el tradicional nombre oriental, les puedo contar de una vez que se me ocurrió hacer yo mismo la sopa.
Con unas presas de atún, que primero freí y luego con los aliños y el agua llevé al fuego, pero a la hora de incorporar la verdura, no había espacio en la olla, así que me hice otra, dividiéndolo todo a la mitad e incorporando las verduras. Al final terminé con dos ollas de sopa y mi mujer sorprendida de que quedara tan buena, cuando lo había hecho todo al revés.
Deseando que disfrutaran el relato, me despido y me alisto para poner los pies debajo la mesa.
Hasta mañana.