Mientras revisan la carga del camión, la esposa de Berto escucha cuando el oficial le dice qué uno de los sacos de maíz que lleva para vender, no está correctamente cerrado.

Rápidamente, la esposa de Berto quita un cordón de los zapatos de su esposo, sé dirige a dónde está él y le dice que amarre el saco con el cordón. El oficial, dándose cuenta, le hace luego la observación a Berto de que, sí maneja un camión de carga, debería usar zapatos y no chancletas como las que lleva puestas.

Berto le replica al oficial y luego de un momento regresa donde su esposa quien, de inmediato, la entrega los zapatos para que se los coloque. Este, un poco molesto, se queja de que ahora tendrá un zapato sin cordón, pero luego, nota con sorpresa, qué su esposa ha cortado el otro cordón y de esta manera, puede amarrarse los dos zapatos.

El hombre de uniforme no se rinde. Después de revisar las pertenencias de ambos, encuentra un cepillo de dientes nuevo y acto seguido, le exige a Berto la factura del cepillo de dientes. Berto protesta ya que su esposa también lleva su cepillo de dientes y el oficial, en tono triunfante y leguleyo, le argumenta:

— Claro, lo que sucede es que, el de su esposa está usado y el suyo, como es nuevo, debemos estar seguros de que no es un objeto proveniente del delito.

Berto, que casi está que explota de la ira, habla aparte con su esposa y le dice:

— ¿Ya vio? Si no me hubiese detenido a comprar ese cepillo, no estuviéramos pasando por esto.

Su esposa lo mira fijamente y muy seria, saca un papel de su cartera, se lo coloca en las manos y le responde:

— ¡Usted cállese! Vaya y le entrega la factura al sargento.