¿Qué tienes que decir, amigo?
—Claro, Álex… si lo que buscas es que la gente lea tus historias, simplemente haz tus libros gratuitos y listo —me dirás, y no estarías del todo equivocado. Pero, lamentablemente, hay dos obstáculos que hacen que esa idea no sea tan sencilla.
El primero es un sesgo mental que afecta a muchos lectores: si algo es gratis, automáticamente piensan que es de mala calidad o que esconde algún engaño. Puede sonarte absurdo, pero reflexiona un momento. Imagina que entras en una tienda y ves un montón de bufandas con un cartel que dice: “Llévate las que quieras, son gratis”. Lo primero que te viene a la mente es: “¿Qué problema tienen estas bufandas?”. Ahora, cambia el cartel: “Antes 10 €, ahora solo 1 €”. En cuestión de minutos, todas se habrán ido. Lo mismo pasa con los libros: ofrecerlos sin costo puede hacer que parezca que el trabajo, el tiempo y la dedicación que llevan no valen nada, y, por tanto, la historia dentro debe ser mala.
Y luego está el segundo impedimento: por más raro que suene, los escritores también tenemos necesidades básicas. Escribir no ocurre en una burbuja de inspiración eterna. Mientras escribimos, bebemos café, comemos, encendemos la luz… vivimos. Y eso cuesta.
Un placer, soy Álex Padrón.
Y te necesito, como muchos autores que intentan abrirnos paso, no solo en el mundo editorial —aunque también—, sino en tu corazón, en tus preferencias.
Porque, aunque no lo creas, tú eres el motivo de todo esto. Como antiguos juglares, queremos entretenerte, emocionarte, hacerte pensar, contarte historias con sentido y valores, y hacerlo con el mayor respeto por este idioma, el español, que tanto merece ser cuidado.
A diferencia de tantos que solo buscan likes o aplausos fáciles, no queremos monedas ni halagos superficiales. Letra a letra, buscamos ganarnos tu confianza y tu afecto desde nuestras páginas, creando un espacio íntimo donde contar historias breves, pero profundas.
No te molestes si de vez en cuando te hablo de mis libros. Es necesario hacerlo, porque si no, no sabrías que existen. El libro es ese lugar donde tengo toda tu atención, donde puedo susurrarte, solo a ti, esas historias largas y complejas que llevo dentro. Cuando los compras, no solo adquieres un objeto: estás apoyando mi tiempo, mi esfuerzo, mi dedicación exclusiva.
¿Merece la pena? Esa decisión la tienes tú, que has llegado hasta aquí, al final de este texto tan sincero como todo lo que escribimos quienes priorizamos crear vínculos sobre vender productos.
¿Quiero ser famoso? No necesito multitudes ciegas movidas por tendencias, sino lectores fieles que disfruten cada palabra, cada idea, y que vuelvan porque realmente les gusta. ¿Quiero ser rico? No es mi objetivo. El dinero, si llega, será una consecuencia natural de hacer bien mi trabajo, no su propósito.
Ser escritor no es cuestión de moda ni de gloria. No es un oficio fácil ni accesible para cualquiera sin dedicación, sacrificio o experiencia. Destacar hoy es casi una hazaña: cada día, Amazon publica cuarenta libros de ficción. Ni siquiera hace falta la censura: la sobreoferta se encarga de enterrarnos en un mar de títulos anuales.
Pero aunque ni mi gato ni mi madre se acuerden de mí a la hora de la cena, hoy me has dado una oportunidad: la de presentarme, simplemente por leerme. Si quieres conocerme mejor, te invito a visitar mi página de autor, donde comparto poemas, relatos y reflexiones.
Después —y solo si lo que lees te toca el alma—, será un verdadero honor contarte entre quienes me acompañan. Y si decides, puedes apoyarme comprando mis libros.
Por ahora, hoy estoy feliz. Has llegado hasta aquí. Y como dijo Heródoto, si el mercado editorial es tan denso que “sus libros oscurecen el sol y convierten el día en noche”, yo responderé como Dienekes, el espartano: «Mejor aún; así podré leer a la sombra».