Nota de la autora: Este relato tiene lugar en un punto medio entre los capítulos 21 y 22 de Una terrícola en Titán, los cuales fueron publicados en este mismo espacio.
Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: Pexels
Niloctetes Borg miró a su hijo Adelbarae con una mezcla de frustración y desespero mientras que Ennio, su esposa, se encontraba sentada junto con su hija Ralna, llorando amargamente ante la desgracia que había caído sobre su casa.
El joven general había sido recientemente confrontado sobre la paternidad del hijo que Ecclesía, la favorita del emperador y amante suya, llevaba en su vientre.
"Justo cuando estamos en vísperas de tu campaña militar, me sales con esto... ¡Con una mierda, Adelbarae! ¡¿Por qué demonios no te enfocaste en el maldito deber de procurar a la familia un heredero legítimo?!, ¡¿por qué tu puta necedad con esa mujerzuela?!"
"Padre, te juro por la Gran Madre que yo creí que Ecclesía había tomado las precauciones de siempre..."
"¡No justifiques tu maldita estupidez, Adelbarae!", espetó el viejo general con furia. "Por culpa tuya tenemos que cargar con este problema. Por tu culpa Ralna va a asumir una responsabilidad que no le corresponde luego de casarse con Zorg. ¡Va a criar a tu maldito bastardo mientras que tu legítima esposa aún sigue sin quedar embarazada a pesar de todos los esfuerzos de su parte!"
Adelbarae se quedó callado. Niloctetes se acercó a su hijo, al grado de que los rostros de ambos se encontraron frente a frente. En un tono que no daba lugar a objeciones, el viejo militar añadió: "Voy a hablar con Güzelay una vez que estemos en Titán. Abordaré la situación en sí... Y puede que termine por sugerirle que se acueste con Zorg en la noche de bodas de Ralna".
La aludida miró a su padre con estupefacción. ¿Había escuchado bien lo que su padre había dicho?
"No hablarás en serio...", musitó Ennio, sorprendida ante aquella decisión. "¡¿Vas a meter a otro bastardo?!"
"Si Adelbarae no quiere cumplir con su deber, entonces tendremos qué recurrir a medidas extremas, querida. De todos modos, Zorg pronto formará parte de la familia..."
"¡No puedes hacerme esto, padre!", protestó Adelbarae.
"¡Entonces cumple con tu maldito deber! ¡Busca a tu esposa y déjala preñada! ¡Sin que nada ni nadie intervenga! ¡Nada de contraceptivos, nada de esas mierdas que te has tomado para evitar un embarazo! ¡Solo ve y revuélcate con esa mujer las veces que sean necesarias! ¡No me importa si tienes que drogarla y violarla! No podemos permitir que la corte se entere de que Ecclesía espera un hijo tuyo".
Niloctetes se apartó de su hijo con brusquedad y salió de sus habitaciones. Adelbarae suspiró de hartazgo mientras que su hermana Ralna, acercándose a él, espetó: "¿Ya estás contento con lo que has causado, Adelbarae, eh? ¡¿Ya estás feliz de que a padre se le ocurra traer otro bastardo a la familia, un hijo de mi marido con esa...?!
"¡Cállate, Ralna! ¡Solo cállate!", le cortó Adelbarae mientras le daba la espalda y salía de la sala.
"¡No me callaré, maldita sea! ¡No me callaré mientras que tú arruinas a nuestra familia por tus obsesiones con esa desgraciada!", le gritó Ralna. "¡Si Güzelay se acuesta con Ik'r, me aseguraré de que todos se enteren de que ese niño es tu bastardo!"
Pero Adelbarae no le respondió. Su mente estaba demasiado ocupada por pensamientos turbulentos y con la duda carcomiéndole el alma.