When everyone leaves
Isabel knew how hard the labor market was and how much they needed that job. Lencho grabbed his old backpack and opened it, then ate a piece of bread with a cup of coffee:
"Coffee will make you stay alert",_ he said and poured himself another cup.
At that he heard someone knocking on the iron gate and went to look: from where he stood he saw that it was a man who had a uniform just like him. Surely the boss had sent someone to keep him company or to supervise him, Lencho thought as he headed for the gate:
"Good evening, I come from the company. It's my turn to keep watch,” he said and Lencho opened the gate.
"Come in. That's nice. That way you can keep me company,” said Lencho and they entered the school. As they walked, Lencho heard the school bell ring. His first reaction was to jump and be petrified, but when he saw that the other man didn't say anything, he understood that it was the supervision, so he kept walking.
"I brought this radio so I wouldn't get bored, but since you're going to be here, we can talk and hang out". -said Lencho and offered the man coffee and a chair for him to sit down. At that moment the screams of some children were heard as if they were in the yard. Lencho turned around and was about to scream if it had not been for what the man said:
"This is the time they grab those children to play. That's the way it always is,” he reported casually.
"Gee, it's a good thing you're here to tell me that, otherwise I would have been scared to death".
"Don't worry: they play at the same time as always. You'll get used to it. The bad thing is that it is right in this room where you can hear the children's screams the most".
At that moment, as if to prove that what the man was saying was true, the screams intensified. Laughter, words, the sound of a ball bouncing on the floor, were sounds that erupted everywhere.
"No. Not at all. Children are like that: they have fun at recess and when there are no teachers in sight, they have more fun".
The metallic noise of the desks being dragged through the corridors was deafening and now the ball was not hitting the floor, now it was hitting the walls.
Lencho watched the man who remained unperturbed. “Maybe I'm on probation,” Lencho thought to himself. “We need the job. We owe months of rent and the bills are piling up,” Lencho thought again as he sipped his coffee. “I must remain calm.”
"Surely someone fell down",_ expressed Lencho and the man, immutable, answered:
"That's the way it always is. You must get used to it. I got used to it. And I can tell you that they get worse when 12 o'clock comes", announced the man and Lencho could not avoid looking at the clock: it was one minute before the clock struck 12 o'clock.
Lencho saw the man's full cup of coffee, as if he hadn't tasted anything. Immediately afterwards a long shriek was heard and then another and another, like a thousand echoes embedded all over the walls. On impulse, Lencho looked out of the little window in the door and saw that the corridor was empty, although the noise remained everywhere. Lencho searched every corner of the school with his eyes, but found only dark solitude. Feeling an icy cold all over his back, he turned to where the man was sitting and he was gone! At that very moment, the blinking light bulb went out for good and Lencho's watch struck 12 o'clock.
All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl
Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends
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Cuando todos se van
Era su primer día del trabajo como vigilante de aquella escuela por eso cuando salió de casa, Isabel, su esposa le había metido un radio en la mochila de lona, un pedazo de pan y un termo con café.
_Eso es para que te distraigas y puedas vigilar tranquilamente -Isabel sabía lo duro que estaba el mercado laboral y lo mucho que necesitaban aquel trabajo. Lencho agarró su mochila vieja y la abrió, luego se comió un pedazo de pan con una taza de café:
_El café hará que permanezca alerta -dijo y se sirvió otra taza.
En eso escuchó que alguien tocaba el portón de hierro y fue a ver: desde donde estaba vio que era un hombre que tenía un uniforme igual que él. Seguro el jefe había enviado a alguien para que le hiciera compañía o para que lo supervisara, pensó Lencho mientras se dirigía al portón:
_Buenas noches, vengo de la empresa. Me toca vigilar -expresó y Lencho abrió el portón.
_Pase. Qué bueno. Así me hace compañía -dijo Lencho y entraron a la escuela. Mientras caminaban, Lencho escuchó que el timbre de la escuela sonaba. Su reacción primera fue dar un salto y quedar petrificado, pero al ver que el otro hombre no decía nada, entendió que se trataba de la supervisión, así que siguió caminando.
Dentro de la escuela, Lencho llevó al recién llegado a un cuartito donde había dejado su mochila y sus cosas:
_Traje este radio para no aburrirme, pero ya que usted va a estar aquí, podremos conversar y pasar el rato. -expresó Lencho y le ofreció café al hombre y una silla para que se sentara. En eso se escucharon los gritos de unos niños como si tuvieran en el patio. Lencho volteó y estuvo a punto de gritar si no hubiese sido por lo que dijo el hombre:
_Esta es la hora que agarran esos niños para jugar. Así es siempre -informó de forma casual.
_Caramba, menos mal que usted está aquí para decirme eso, porque de lo contrario hubiese muerto del susto.
_No se preocupe: esos juegan a la misma hora de siempre. Va a acostumbrarse. Lo malo es que justo es en este cuarto donde más se escuchan los gritos de los niños.
En ese instante, como para dar fe de lo que el hombre decía era cierto, los gritos se intensificaron. Risas, palabras, el ruido de un balón que rebotaba en el piso, eran sonidos que brotaban por todas partes:
_Pero debe haber maestros que los controlen. Se escucha como si estuvieran acabando con la escuela -dijo Lencho con ganas de asomarse a una ventanita pequeña que tenía la puerta.
_No. Para nada. Los niños son así: se divierten en el recreo y cuando no hay maestros a la vista, se divierten más.
El ruido metálico de los pupitres que eran arrastrados por los pasillos era ensordecedor y ahora el balón no golpeaba el piso, ahora golpeaba las paredes.
Lencho observó al hombre que permanecía impertérrito. "Tal vez estoy en una prueba", pensó Lencho para sus adentros. >"Necesitamos el trabajo. Debemos meses de renta y las facturas se acumulan", volvió a pensar Lencho mientras sorbía el café. "Debo permanecer tranquilo".
La luz tenue del bombillo pestañeo y luego se comenzó a escuchar llantos infantiles:
_Seguro alguien se cayó- expresó Lencho y el hombre, inmutable, respondió:
_Así es siempre. Debe acostumbrarse. Yo me acostumbré. Y le puedo decir que se ponen peor cuando llegan las 12, anunció el hombre y Lencho no pudo evitar mirar el reloj: faltaba un minuto para que el reloj marcara las 12 en punto.
Lencho vio la taza llena de café del hombre, como si no hubiese probado nada. Inmediatamente después se escuchó un alarido largo y luego otro y otro, como mil ecos incrustados por todas las paredes. Llevado por un impulso, Lencho se asomó por la ventanita que estaba en la puerta y vio que el pasillo estaba vacío aunque permanecía el ruido por todas partes. Lencho buscó con la mirada en cada rincón de la escuela, pero solo halló una soledad oscura. Sintiendo un frío helado por toda la espalda, volteó hacia donde estaba sentado el hombre y ya no estaba! En ese mismo momento, el bombillo que pestañeaba, se apagó definitivamente y el reloj de Lencho dio las 12.