
“La sed de Lisa”
—Pensar que hace apenas unas semanas éramos felices. ¿Por qué se me ocurrió hacer este viaje? ¿Por qué la dejé bajar sola al sótano? —pensaba Sebastián en voz alta. Justo en ese instante, un grito aterrador ensordeció sus oídos. Era Lisa que súbitamente se levantó de su lecho y se abalanzó hacia él con la boca increíblemente abierta.
En contraste con su aparente debilidad, Lisa mostraba una fuerza descomunal. Las cadenas a las cuales estaba atada parecían romperse. Sebastián, incrédulo, la observaba desde el suelo luego de haber caído de la silla donde se encontraba.
La noche siguiente, Lisa entró en agonía. Por momentos, vociferaba —maldito, tú serás el culpable de todo—. Al minuto siguiente, escuchaba la dulce voz de su amada, como si todo aquello hubiese sido una pesadilla. —Amor, tú puedes salvarnos. Solo tienes que calmar mi sed —exclamaba una moribunda Lisa.
Sebastián, desesperado, desabotona su camisa y desnuda su cuello para acercarse a Lisa quien sin pensarlo dos veces se arroja hacia él y clava sus enormes colmillos en su yugular.
Transcurren los minutos, y Sebastián a punto de perder el conocimiento se pregunta sí sacrificar su vida valdrá la pena, al mismo tiempo que desliza su mano por el cuerpo de Lisa hasta llegar a su vientre. —Tal vez se salve. Oh Dios, siento como se mueve. ¡Mi hijo está vivo! —exclama Sebastián luego de que una saciada Lisa lo liberase, justo para contemplar estupefacto como del vientre de su amada esposa emergían unas pequeñas y afiladas garras que atravesaban la piel.


Muchas gracias por leerme.
