El pasado fue. El presente es. El futuro será.
Siempre he creído que —de existir algo— solo existe el pasado.
La esencia de existir radica en el cambio.
La física clásica —obstinada— declara que no es posible alterar el pasado. Las leyes de la termodinámica.
La filosofía —melancólica— asevera que las consecuencias de tal aberración acarrean la imposibilidad necesaria.
Mi espíritu —paradójico— afirma que recordar modifica el pasado. Recordando ponemos énfasis en unos detalles y descartamos otros, alterando el pasado.
A forma de reto, me propuse crear el pasado…
El plan era sencillo. Inventaría un recuerdo plausible, vívido, coherente que —por fuerza— tendría que haber ocurrido.
Comencé por los detalles físicos. Pelo largo, castaño oscuro. Esbelta. Pechos desafiantes…
Siguieron los datos de carácter. Contradictoria. Amable. Lujuriosa…
Para finalizar desarrollé una plétora de situaciones comunes. El primer beso. Los desacuerdos necesarios. El primer desayuno…
Con estos mimbres entretejí un complejo discurso que recordaba mejor que a mí mismo.
El timbre del portero…
—¿Quién?
—¡Yo! ¡Abre!
«Alguien que se ha equivocado». Al poco, llaman a la puerta…
—¡No me contestas al móvil! He tenido que venir a buscarte.
¡Era ella! ¿Cómo? Confuso. Fui a por el móvil…
—Está apagado… sin batería.
—Bueno, verás…
»Tienes que llevarme y traerme al trabajo durante unos días.
»Te espero mañana. Se puntual.
»Me voy que tengo muchas cosas que hacer.
»¿Te pasa algo?¿No me das un beso?
—¡No! No he dormido bien.
—No te olvides de lo de mañana.
Puse el móvil a cargar…
«Sin nombre le ha llamado mientras su móvil estaba ocupado.»
Tanta planificación, tanto amor en los pequeños detalles y
había olvidado…
¡Su nombre!
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