
Voy de regreso a mi casa, porque estoy de vacaciones. Son las 8 pm y en la terminal veo venir el bus-cama.
De inmediato pienso: Ojalá que a mi lado no se siente uno de esos hombres que no pueden ver a una mujer porque solo piensan en "eso" o una señora de las que hablan hasta por los codos y comienzan a mostrar las fotos de sus hijos y nietos.
Subo y me acomodo en el asiento número trece, espero que sea de buena suerte, al lado de la ventana. Veo venir por el pasillo, a un hombre delgado, como de cincuenta años, que lleva lentes oscuros y una chaqueta de color verde que le queda grande. Y cómo me lo temía... se sienta a mi lado y de inmediato su olor me marea.
Es una combinación de colonia y olor a tierra mojada.
Disimuladamente, me cubro la nariz con mi chaqueta, pero él se da cuenta.
—¿La molesto, señorita? —su voz era ronca, y me sorprendió.
—¡No! ¡claro que no! No me molesta, —le miento cortésmente.
Endereza su cuerpo en la butaca y al instante se queda dormido.
Hacía frío y saqué una cobija para cubrirme. A mi lado el señor parecia seguir durmiendo, pero me di cuenta de que no respiraba.
Dios mío, ¿será que está muerto? Me acerqué a ver.
—No estoy muerto.
Pegué un brinco en el asiento.
—¡Disculpe, señor! me asustó.
Sonrió y mostró unos dientes perfectos y blancos que contrastaron con su piel apergaminada.
—No se asuste, estaba recuperando las energías y el frío me ayuda. Pero tú tienes mucho frío.
—Sí, es verdad, no me gusta el frío. Vengo de una ciudad muy caliente.—Y mientras hablaba pensaba: ¿por qué estoy entablando conversación con este hombre tan raro en vez de seguir mi costumbre de cerrar los ojos y hacerme la dormida?
—Yo nací en un lugar extremadamente frío. Estoy adaptado. Es agradable venir de vacaciones.
—Mi país es hermoso y tiene un clima cálido, bueno, excepto en la región de los Andes, —le dije creyendo que era extranjero.
—A mí me gustan mucho esas montañas y hay mucha agua y también muchas plantas. Son organismos asombrosos. Tienen que protegerlos. Si desaparecen, ya ustedes no podrán vivir aquí.
Le hice una pregunta que me parecía lógica, —¿Dónde vives no hay muchas plantas?
—No hay plantas.
Aquello me asombró
—¿Vives en el desierto?
—¡Así es! en un desierto de color rojo, con montañas desérticas también de color rojo. Ustedes lo llaman Marte. —Y diciendo esto, el hombre se quitó los lentes y vi dos cuencas hundidas.
Creo que me desmayé o me dormí durante todo el viaje. Estaba muy confundida. Cuando desperté, el autobús había llegado a Maracay y el hombre que estaba a mi lado… se había ido.
¿Será que todo fue un sueño?
Unos días despues, mis amigos me invitaron a subir a la montaña. Por el sendero, dos hombres iban caminando. Uno de ellos se voltea y me mira. ¡Es el hombre del autobús!
Comienza a caer una llovizna fría. Se detienen. Siento temor, pero también una gran curiosidad. Me quedo atrás y lo enfrento.
—¡Hola! ¿Se acuerda de mí?
Se sonríe con esos dientes perfectos, que seguro son postizos. Y su compañero hace lo mismo.
—¡Por supuesto! Tengo buena memoria.
—¡Pero qué casualidad que nos vemos de nuevo! —Trataba de aparentar tranquilidad, pero las piernas me temblaban.
Y así, como si fuera una conversación muy normal, me dice.
—Esta montaña es una de nuestras puertas de entrada y salida. Su energía nos permite viajar en el tiempo y en el espacio.
Me quedo sin saber qué responder.Los cuentos de personas que decían que habían visto luces salir de la montaña ¡eran ciertos!
—A nosotros nos gusta mucho tu planeta, tiene todo lo que no hay en el nuestro. Pero estamos adaptados a otras condiciones. Por esa razón solo podemos venir a la Tierra por cortos períodos, sin afectar nuestro organismo de manera irreversible.
—¿Desde cuándo vienen?, —le pregunté, aunque ya intuía la respuesta.
Ambos rieron con esa sonrisa que los caracterizaba. Creo que los marcianos no tienen dentadura
—Desde hace muchos años hemos estado entre ustedes, observándolos, disfrutando de este planeta que no sabemos por qué, lo quieren destruir. Todavía no lo entendemos.
Y en ese momento se quitaron los lentes y pude ver como eran en realidad y esta vez no me desmaye.
Muchas gracias por leer este relato con el que participo en este concurso de Literatos sobre este tema fascinante. Aquí, dejo el enlace para que se animen a participar.
Los separadores los diseñe en Canva