Hay personas que no aprenden a temerle a lo desconocido, pues hay temerarios, que buscan más allá de los territorios que la mente no puede soportar, y para ellos estamos nosotros. Escondidos entre sombras, inducimos el miedo, con el objetivo de evitar que el ser humano cruce los límites. No tenemos un nombre, y casi nadie sabe de nosotros. En el mundo, hubo muchos que trataron de eludir nuestras advertencias, y en esta ocasión, contaré la historia de dos de ellos.

Laura y Sebastián, eran unos padres desconsolados abatidos fuertemente por la muerte de su pequeña hija; Karina, quien murió de cáncer con solo nueve años. El trauma fue tan despiadado, que Laura juró que no tendría más hijos, Sebastián se hundía horas extras en el trabajo para olvidar el horror de hace meses.

La pobre Laura en su soledad, llegó a pensar en cosas más grandes, recuerdo haberla observado atentamente días antes de aquel evento. Ella estaba ensimismada en el sofá, sosteniendo una fotografía de su hija. Lloraba desconsoladamente, y entre tantos recuerdos bellos que se convertían en cuchillos en su piel, recordó la manera de romper las reglas y entrar a lo desconocido.

Como he dicho antes, es nuestro trabajo que los vivos no crucen esa línea, sin embargo, existen los medios. Evitamos a toda costa que dichos recursos sean usados para perturbar la muerte, y por suerte, Laura contrató los servicios de una médium charlatana; sin ninguna habilidad y con conocimientos nulos sobre nosotros o del otro lado.

No dejé de observar a Laura ni por un segundo, pues, su idea parecía ser un peligro para nosotros: «¿Y si posteriormente contrataba los servicios de alguien con habilidades reales?», me pregunté, pues era mejor acabar con ello de raíz de una vez por todas.

Parecía un martirio tratar de convencer a Sebastián de realizar esa idea, pero Laura finalmente lo logró, aunque aquello solo estrujaba con frenetismo el corazón del pobre hombre. La médium llegó una noche y preparó todo el lugar. Invoqué a mis otros hermanos para dar esta importante lección.

Todo estaba listo, la médium evocó sus palabras y nosotros preparamos nuestra operación. Las paredes temblaban. Nuestras voces rimbombantes rebotaban en cada oído de los presentes. Imágenes abstractas de espectros envueltos en vapores eran nuestro acto principal. Los manipulábamos como marionetas en una gran sala con un telón de sombras. Nuestras víctimas estaban espantadas, especialmente la médium que pareciera que se le fuera a salir el corazón.

Laura se puso de rodillas y comenzó a orar, pero el siseo del viento en su oído no la dejaba concentrarse. Sebastián también se tiró al suelo, pero no a rezar sino a suplicar que todo terminara, pero nosotros no estábamos satisfechos hasta que el deseo de todos desistiera. Y entre tanto fondo fantasmagórico lleno de terrores, se escuchó la voz de una niña que no estaba en nuestros planes.

Dijo cosas tiernas para la atormentada pareja. Los demás nos quedamos anonadados buscando el origen de aquella voz, y después de haber proferido sus palabras para Laura y Sebastián, desapareció. La pareja en ese momento recobró la compostura. La médium aun no podía creer lo que acababa de pasar. Después de unos minutos, sonrieron, se abrazaron y se dieron al milagro que los satisfizo.

La idea de cruzar los limites desapareció de sus mentes y fue en ese momento en que desaparecimos. Después de irnos, no supe más de Laura y Sebastián, tampoco tuve la necesidad de hacerlo. El haber hablado con su hija parece que los ha calmado, mientras tanto, nosotros levitamos sobre el mundo colocando barreras entre los vivos.