Primero no supe qué hacer con el insomnio. He visto que Ciorán deambulaba por las calles solitarias, en sus madrugadas. Yo, evidentemente, no puedo hacerlo: demasiado cuchillo, demasiada violencia, demasiada obscuridad. Me aferraba a la almohada, giraba y me retorcía hasta que me dije que lo mejor sería leer. Dicho y hecho. Así que iré relatando esas lecturas que trae el insomnio. Todos duermen a mi alrededor y el silencio es nítido, algo que te abruma y te abrasa.
Había perdido y recuperé, hace algunos días «Bolaño por sí mismo, Entrevistas escogidas», publicado por Casa de las Américas en 2016, en sus cuadernos casa. Algún día, me digo, compraré todos esos libros de Bolaño que Anagrama y otras editoriales españolas, mexicanas y chilenas han publicado. Mientras tanto, he tenido que leer a Bolaño en versiones digitales, en PDF o ebook, algo que no me agrada demasiado, pero es mejor que nada.
«La batalla futura», así se titula el Prólogo que escribió Juan Villoro, el escritor mexicano, amigo de Bolaño. Aquí nos cuenta esas larguísimas llamadas telefónicas (como su libro) que le hacía Bolaño y narra otras anécdotas y se acerca a su obra y nos dice: «La literatura de Bolaño es la casa a la que se dirige el hombre que duerme», o: «…su imaginación no privilegia lo extravagante, sino la novedad de las zonas comunes. Como Perec, busca fulgores infraordinarios». Y aquí el Word me sugiere que en vez de «infraordinarios», escriba «extraordinarios», pero le digo que no, que Juan Villoro sabe lo que dice y que, además, estuvo en el funeral de Bolaño. En fin, un prólogo sucinto, nítido, muy ameno, que te adentra de un golpe en las entrevistas que se avecinan.
El cuaderno se divide en dos partes: «La literatura o la vida», compuesto por entrevistas más largas, más definitivas y una segunda: «Balas pasadas», compuesta por fragmentos entresacados de otras mil entrevistas, mazazos de Bolaño, donde lo mismo habla de Chile, de México, de Blanes, de los escritores de izquierda, de Pablo Neruda, de Parra o de la extraterrestre Gabriela Mistral.
A mí, me agrada la postura de Bolaño: un tipo sin cortapisas, soltando, como él dice, esas «putaditas» rabelesianas aquí y allá o cuando confiesa: «En Chile me odian, sobre todo los escritores de la “nueva narrativa chilena”, porque se me ocurrió decir que José Donoso tenía un sistema de flotación más bien frágil.»
En sentido general, cada entrevista contiene algo insólito, algo revelador: los inevitables convidamientos a descubrir este u otro autor, las posturas políticas, las posturas estéticas, el humor, que en él resultaba inevitable, un vicio, algo muy metido en su sangre. Tendríamos que recordar que se trataba de un hombre que se sabía marcado por la muerte y eso, bueno, eso debe ser algo revelador y complejo.
Aquí está su pasión por Borges: «Yo viviría debajo de la mesa de Borges…» Su visceral animadversión por la «literatura» de una Isabel Allende o un Luis Sepúlveda, su descreimiento de la izquierda, de todas las izquierdas y esa sensación de que siempre, siempre, quien nos habla es un poeta, pues Bolaño nunca dejó de serlo, pese a sus novelas, sus cuentos, sus ensayos, sus crónicas; en el fondo, siempre fue Bolaño, el POETA.
Las entrevistas siempre nos producen un extrañamiento y nos conducen, inefablemente, a la obra del autor. De aquí, salimos con cierta energía a buscar 2666, Los detectives salvajes, Estrella distante, Llamadas telefónicas, Amberes o cualquier otro libro que corrobore la intensidad de estos párrafos.
Es una verdadera lástima, que los lectores cubanos no tengamos en nuestras librerías los libros de Bolaño. Solo circuló, según recuerdo, la edición venezolana de Los detectives salvajes y muchos lectores, ya lo sabemos, necesitan ese «amuleto» que es el libro físico.
Quién sabe, cualquier día de estos Bolaño nos visitará y quedará medio alelado por la intensidad del cielo, o patidifuso, al ver cómo «vivimos» y esto le bastará para escribir alguna crónica memorable.
Mi insomnio, gracias a Bolaño, ha sido menos arduo, menos estremecedor y eso sí; más humano, más vívido y le agradezco su compañía, su estar a mi lado, como un hermano bueno...