It's no secret that I started reading Chinese science fiction a while back, and I've absolutely loved it. Today I want to tell you about a brilliant dystopian story called "Folding Beijing" (北京折叠) by Hao Jingfang (郝景芳). This isn’t just any story: it won the 2016 Hugo Award for Best Novelette, the Xingyun Award (China’s Nebula), and was also nominated for the Ignotus Award.
The Dystopian Megacity
I’ll try to avoid spoilers because you really must read this. Folding Beijing depicts a megalopolis so staggeringly overcrowded that it can no longer function as a single city. To optimize space and resources, an extreme solution was implemented: dividing it into three separate spaces that fold over themselves at different times. To clarify: they occupy the same physical location but rotate access to the outside world in 48-hour cycles. In other words: you get a fixed number of hours every two days to live and work, after which you must "hibernate" (never fully explained) while your space folds away to make room for others.
If that doesn’t sound dystopian enough, there’s more: not all spaces have equal conditions, population sizes, or living hours. Each represents a rigid, immutable social class: Third Space (home to our protagonist): Manual laborers—mostly waste processors and the destitute. 75% of the population, crammed into 8 hours of unfolded time, never seeing sunlight, in overcrowded squalor. They exist to work.
Second Space: 20% of the population in the same physical area, with 16 hours of life. Less cramped, with leisure time, but sterile: modular offices, uniform apartments, malls, and monorails under perpetual artificial twilight (no real sun). No parks, trees, or living greenery—only neon ads and cold efficiency. First Space: The elite—rulers, CEOs, intellectuals. Just 5% of people enjoy 24 full hours of unfolded time with vast spaces, real nature, and power. Think sprawling parks, artificial lakes, and private gardens under simulated sunlight.
A crucial plot point: moving between spaces is near-impossible. Where you’re born determines your fate.
The plot follows Lao Dao, a Third Space waste processor. Desperate to fund his adopted daughter’s education, he accepts a dangerous mission: illegally crossing between spaces during the perilous folding transitions to run errands—a crime punishable by death. His journey forces him to witness the brutal inequalities firsthand and question society’s foundations.
The Layered Allegory
This story has more layers than the city itself. Let’s "unfold" its themes:
Social stratification laid bare: The smallest group hoards the most space and time. Mobility is blocked by literal and societal walls. Overpopulation as reality: Not sci-fi—today’s cities face rural-urban imbalance, with up to 80% urban populations causing slums, infrastructure collapse, and rural decay.
The economist’s lens: Hao Jingfang (an economics PhD) writes with brutal precision. Her dystopia is cruel yet deeply human—Lao Dao’s motive (his daughter’s future) grounds the horror. Devastating irony: First/Second Space elites are oblivious to their privilege because they don´t know other thing. Third Space workers can’t fathom how the privileged live because their society don´t want them to know, to compare. Talent and hard work mean nothing. Birth determines everything.
This story murders all self-help delusions: The poor are NOT poor by choice. Privilege is NOT just wealth—it’s connections, education, and where you’re born. Upward mobility is NOT about effort—the system is designed to trap you.
I adored this masterpiece. Read it. Seriously.
Para nadie es noticia que hace un tiempo comencé a leer ciencia ficción china y me ha encantado. Hoy les quiero hablar de un relato distópico maravilloso llamado ”Folding Beijing” o ”Entre los pliegues de Pekín” (北京折叠), de la autora Hao Jingfang (郝景芳). Este relato no es cualquier cosa: ganó el Premio Hugo de novela corta en 2016, Premio Xingyun (el Nebula chino) y además estuvo nominado al Premio Ignotus.
La megaciudad distópica
Intentaré no hacer spoilers porque de verdad tienen que leerse esto. Folding Beijing trata de una megalópolis tan pero tan superpoblada, que ya no es una sola ciudad. Para optimizar espacio y recursos, se tuvo que recurrir a una medida muy extrema: dividirla en tres espacios separados que se pliegan sobre sí mismos en distintos momentos del día. Para que se entienda mejor: existen en la misma ubicación geográfica pero rotan su acceso al mundo exterior en ciclos temporales de 48 horas. O sea: te toca una cantidad de horas cada dos días para trabajar y vivir, luego tienes que dormir en una especie de hibernación (que no se explica demasiado bien), pues durante el resto del tiempo, tu espacio será plegado para dar cabida a que otros vivan y trabajen.
Si bien ya esto suena lo suficientemente distópico, hay más: no todos los espacios tienen las mismas condiciones, cantidad de personas, ni horas de vida. Cada espacio representa una clase social rígida e inmutable: en el tercer espacio (donde “vive” nuestro protagonista), están los trabajadores manuales, sobre todo recolectores de basura y desposeídos. Equivale al 75% de la población total de la ciudad. Tienen solo 8 horas de tiempo desplegado, sin ver jamás la luz del sol, en condiciones de hacinamiento. En otras palabras: esta gente vive para trabajar.
El segundo espacio tiene el 20% de la población, pero la misma cantidad de Kms cuadrados y 16 horas de vida. O sea, esta gente no está tan hacinada, y tiene acceso a tiempo libre y otros privilegios. Su población consiste en la clase media profesional (oficinistas, técnicos, gerentes). Si bien viven mucho mejor que el tercer espacio, sigue siendo incómodo: imaginen edificios de oficinas modulares, bloques de apartamentos estandarizados, centros comerciales y redes de transporte (monorrieles). Es una ciudad más parecida a las modernas, con luces de neón, pantallas publicitarias y luz artificial que simula un "crepúsculo perpetuo" (no hay ciclo solar real). Todo es muy artificial y frío. No se mencionan árboles, jardines públicos, césped o cualquier elemento natural vivo.
Luego, está el primer espacio: la élite gobernante, empresarial e intelectual, el 5% de la población. Disfruta de 24 horas completas de "tiempo desplegado" con amplios espacios, naturaleza y poder. Aquí sí pueden darse el lujo de parques inmensos, lagos artificiales, árboles reales y jardines privados bajo un cielo simulado con luz solar "natural". Un detalle crucial para la trama es que es prácticamente imposible cambiar de espacio. Si naciste en uno, las probabilidades de que salgas de ahí tienden a cero.
La trama sigue a Lao Dao, un humilde "clasificador de basura" del Tercer Espacio. Desesperado por ganar dinero para la educación de su hija adoptiva, acepta una arriesgada misión: atravesar ilegalmente los límites físicos entre los espacios durante las peligrosas transiciones de plegado para hacer mandados entre espacios, cosa muy pero MUY penalizada. Este viaje lo obligará a presenciar de primera mano las abismales diferencias entre los mundos y a cuestionar la estructura misma de su sociedad.
La gran alegoría
Este cuento tiene más capas que la propia ciudad. Intentemos “desplegar” este Beijing para analizarlo coherentemente.
Primero, claramente, la obvia estratificación social. El porciento más pequeño ocupando más espacio y tiempo que el porciento más grande. La imposibilidad de cambiar de estado (hacia arriba) debido a la propia construcción de la sociedad que impone “paredes” (en este caso literales) y “techos” hasta dónde puedes llegar. Y un largo etcétera.
La sobrepoblación como problema real. No solo por la demografía natural de los lugares, sino por la desproporción campo vs ciudad. Esto no es ficción: países actuales presentan hasta un 80% de población urbana, con sus correspondientes problemas de precariedad, hacinamiento, sobrecarga en las infraestructuras, empobrecimiento de las áreas rurales, aumento del desempleo/delincuencia, y muchas, pero muchas cosas más.
La autora es doctora en Economía. Ella sabe de lo que habla. Su voz es cruda y su distopía, cruel. Sin embargo, es humana: el protagonista se mueve por la más humana de las razones, pues trabaja por el futuro de su descendencia. Y es irónica. El cuento entero es brutalmente irónico. En el segundo y primer espacio hay gente que no tiene idea de lo privilegiados que son, porque no tienen cómo comparar. Los del tercer espacio saben que los otros tienen privilegios, pero la imaginación no les alcanza para entender de qué se tratan, porque a su sociedad no le conviene que se enteren. Los privilegiados tienen burocracia y mediocridad, pero están protegidos por su nacimiento. Los de abajo, por más talento que tengan, por más duro que trabajen, no podrán nunca salir de su condición actual.
Este cuento es la muerte de todas las ideas de las que están llenos los libros de autoayuda. El pobre no/ es pobre porque quiere. El privilegio sí existe, y va mucho pero mucho más allá del dinero. Va de contactos, educación, y a veces se resume en algo tan sencillo como el lugar donde te tocó nacer. Cambiar de posición, de situación, no depende de ti, porque la sociedad está diseñada para mantener el estatus quo.
Amé esta maravilla de cuento, y recomiendo mucho su lectura. De verdad.