Esta semana regresé a mi martirio matutino: la universidad. Un nuevo semestre, las mismas caras, pero distintas materias.
Siguiendo las indicaciones de la página de la universidad, acudí el lunes a primera hora. Me levanté un poco antes para poder asearme, maquillarme y organizar mis cosas en el bolso. Salí sin desayunar, así que en cuanto puse un pie en la universidad, el hambre comenzó a golpearme.
Mi mamá me llevó, por lo que me ahorré el trajín que se vive en los autobuses y, por supuesto, el costo del pasaje (¡no puede ser que ya el pasaje cueste 10bs!).
Al llegar, noté una universidad con algunos cambios en su exterior. Habían agregado mesas, sillas y hasta una pizzería llamada Abruzzo’s, algo que antes no existía. (También noté que cerraron el cafetín más grande de mi sede).
Estudio Comunicación Social, por lo que mi horario es matutino. Sin embargo, sé que hay otras carreras cuyas clases se extienden hasta altas horas de la noche.
Mis amigos ya me esperaban en el salón correspondiente. Me perdí, por lo que pasé un buen rato tratando de encontrar mi aula. La verdad, el hambre empezaba a causarme dolor de cabeza. Pero justo cuando pensaba en salir a comprar algo, llegó el profesor. La clase fue breve ya que solo era la presentación de “Edición y Estilo II”.
Al concluir, fui a comprarme algo para comer y opté por dos porciones de pizza, cada una por 1$. Al ver el tamaño, sentí que no valía la pena el gasto.
Decidí comer en el aula debido al bullicio y mi ligera ansiedad. La siguiente clase llegó enseguida, fue igualmente breve. Luego, me reencontré con un amigo de la facultad de farmacia al que hacía tiempo no veía. Conversamos un rato hasta que vinieron a buscarme.
El siguiente día, llegué con algo de retraso debido a problemas con la gasolina, lo que nos tenía estresadas tanto a mi mamá como a mí. Al llegar, la clase ya había iniciado. Ese día fue breve, solo dos materias que no se extendieron mucho. Tomé algunas fotos que pronto compartiré con ustedes.
Los dos días restantes fueron aún más cortos. Literalmente, solo tuve una clase diaria porque los profesores cancelaban a última hora. Además, estaban remodelando los baños de la institución, por lo que solo estaban disponibles los de mi carrera y los de la facultad de farmacia.
Y así, mi semana culminó de una manera no tan agradable: enferma por el polvo de las remodelaciones.
Espero seguir compartiendo con ustedes. ¡Hasta la próxima!
This week I returned to my morning ordeal: the university. A new semester, the same faces, but different subjects.
Following the university's website's instructions, I went first thing on Monday. I got up a bit earlier to get ready, put on makeup, and organize my stuff in my bag. I left without having breakfast, so as soon as I set foot in the university, hunger began to hit me.
My mom drove me, which saved me from the hustle and bustle of the buses and, of course, the fare (I can't believe the fare is now 10bs!).
Upon arriving, I noticed some changes outside the university. They had added tables, chairs, and even a pizzeria called Abruzzo’s, which wasn't there before. (I also noticed that they closed the largest cafeteria in my section).
I'm studying Social Communication, so my schedule is in the morning. However, I know there are other courses that run into the late hours of the night.
My friends were already waiting for me in the designated classroom. I got lost, so I spent quite a while trying to find my room. Honestly, hunger was giving me a headache. But just as I thought about going out to buy something, the professor arrived. The class was short since it was just an introduction to "Editing and Style II".
Afterwards, I went to get something to eat and chose two slices of pizza, each for $1. Seeing their size, I felt it wasn't worth the expense.
I decided to eat in the classroom because of the noise and my slight anxiety. The next class came quickly, and it was also brief. Later, I reconnected with a friend from the pharmacy faculty I hadn't seen in a while. We chatted for a bit until I was picked up.
The next day, I arrived a bit late due to gasoline issues, which had both my mom and me stressed out. By the time I got there, the class had already started. That day was short, with only two subjects that didn't last long. I took some pictures that I'll soon share with you.
The following two days were even shorter. I literally had just one class a day because professors were canceling at the last minute. Moreover, they were remodeling the institution's restrooms, so only the ones in my course and the pharmacy faculty were available.
And so, my week ended in a not-so-pleasant way: sick from the dust of the renovations.
I hope to keep sharing with you all. See you next time!