Hello to all the friends and cat lovers gathered here for @caturday, I hope you have a lovely weekend with your little cats 😻
Today I'm bringing you my miniature Diva. Her name is Maria Callas, and I named her that even though her art isn't singing, but meowing. I named her that because, although she's small, she has an imposing presence, like the great soprano who inspired her name. Sometimes she meows as if she were singing a dramatic opera. But what defines her most is her way of loving: sonorous, warm, and constant.
Since Maria Callas came into my life, everything changed in ways I never imagined. She's a tiny kitten, with big, expressive eyes, and a mischievous energy that contrasts with the infinite tenderness she shows when she curls up on my chest to sleep.
My experience with her has been one of the sweetest I've ever had. From the first day, without anyone showing her how, she climbed into bed, first snuggling up in my hair; on my head; and then seeking out my chest to sleep every night, choosing it as her favorite resting place. It's as if she's recognized in me a refuge, a heart that beats to the rhythm of her own. That feeling—having such a tiny being trust you completely—is incomparable.
Sleeping with her on my chest is more than a physical gesture: it's a language we share. In those moments, I feel like I'm not alone, that there's a little life that accompanies me, that listens to me without words (although with many meows), that embraces me with its warmth and feline faith. It reminds me that love can sometimes be noisy, but it's not selfish or complex. Sometimes, just being is enough.
Maria Callas also has a playful and curious side. She runs after shadows, hides in boxes, and jumps excitedly when she hears the sound of a bag, just like any young kitten. But even in her games, she always comes back to me. She looks for me with her eyes, follows me around the house, and if she can't find me or get my attention, she begins her "concert" of intense meows until she gets what she wants.
She's a very self-assured kitty. Even at nap time, when I can't hold her because I'm doing other chores around the house, she sleeps stretched out like a luxurious rug. Every nap feels like a theater scene. But when she senses I'm about to leave, she transforms: intense eyes, melodramatic meows, and theatrical runs around the house, as if she could stop time with her drama. Her intensity is so exaggerated that she almost convinces me to stay on many occasions.
But when she finds the time, she settles back into my chest as if it were her true home. I look at her and smile, grateful for her trust, for that invisible bond that unites us.
I've learned so much from her. To be present. To rest. To pay attention to the small gestures. She reminds me that not everything needs words, that there is love in both noise and silence, in the bustle of play and stillness, in the simple act of sharing the same space, the same warmth. My experience with Maria Callas is one of a daily love, gentle and constant, like a bonfire that never goes out.
Y asà seguimos, cada noche, ella con su ronroneo y yo con el corazón lleno. Sé que algún dÃa será más grande, quizás ya no duerma sobre mi pecho porque no quepa o prefiera otro rincón. Pero mientras lo haga, guardaré cada una de esas siestas como un pequeño milagro compartido entre ella y yo.
Mi Diva con bigotes
Hola a todos los amigos y amantes de los mininos que nos reunimos en @caturday, espero que tengan un fin de semana bien lindo en compañÃa de sus nenes gatos 😻
Yo hoy les traigo a mi Diva en miniatura, se llama MarÃa Callas y le puse ese nombre aunque su arte no es cantar, sinó maullar. La llamé asi porque, aunque pequeña, tiene una presencia imponente, como la gran soprano que inspiró su nombre y a veces maúlla como si estuviera cantando una ópera dramática, pero lo que más la define es su forma de amar: sonora, cálida, constante.
Desde que MarÃa Callas llegó a mi vida, todo cambió de una forma que nunca imaginé. Es una gatita chiquita, de ojos grandes y expresivos, con una energÃa traviesa que contrasta con la ternura infinita que demuestra cuando se acurruca en mi pecho para dormir
Mi experiencia con ella ha sido una de las más dulces que he vivido. Desde el primer dÃa, sin que nadie la enseñara, ella se trepó a la cama, primero se acurrucó entre mi pelo; en mi cabeza y luego buscó mi pecho para dormir cada noche, lo eligió como su lugar de descanso favorito. Es como si hubiera reconocido en mà un refugio, un corazón que late al ritmo del suyo. Esa sensación —tener a un ser tan pequeño confiando plenamente en ti— no tiene comparación.
Dormir con ella sobre el pecho es más que un gesto fÃsico: es un lenguaje que compartimos. En esos momentos, siento que no estoy sola, que hay una pequeña vida que me acompaña, que me escucha sin palabras (aunque con muchos maullidos), que me abraza con su calor y su fe felina. Me recuerda que el amor a veces puede ser ruidoso pero no es egoista ni complejo. A veces basta con estar.
MarÃa Callas también tiene su lado juguetón y curioso. Corre detrás de sombras, se esconde en cajas, y salta con entusiasmo cuando escucha el sonido de una bolsa como cualquier minino en sus primeras edades. Pero incluso en sus juegos, siempre vuelve a mÃ. Me busca con la mirada, me sigue por la casa y si no me encuentra o no obtiene mi atención, comienza su "concierto" de maullidos intensos hasta obtener lo que quiere.
Es una gatica muy segura de si misma, incluso a la hora de su siesta, cuando no puedo cargarla por estar haciendo otras labores en la casa, duerme estirada cual alfombra de lujo. Cada siesta parece una escena de teatro. Pero cuando nota que voy a salir, se transforma: ojos intensos, maullidos melodramáticos y carreras teatrales por la casa, como si pudiera detener el tiempo con su drama. Su intensidad es tan exagerada que casi me convence de quedarme en muchas ocasiones.
Pero cuando encuentra el momento, se acomoda de nuevo en mi pecho como si ese fuera su hogar verdadero. Yo la miro y sonrÃo, agradecida por su confianza, por ese lazo invisible que nos une.
He aprendido mucho de ella. A estar presente. A descansar. A prestar atención a los pequeños gestos. Ella me recuerda que no todo necesita palabras, que hay amor tanto en el ruido como en el silencio, en el agetreo del juego como en la quietud, en el simple acto de compartir el mismo espacio, el mismo calor. Mi experiencia con MarÃa Callas es la de un amor cotidiano, suave y constante, como una hoguera que nunca se apaga.
Y asà seguimos, cada noche, ella con su ronroneo y yo con el corazón lleno. Sé que algún dÃa será más grande, quizás ya no duerma sobre mi pecho porque no quepa o prefiera otro rincón. Pero mientras lo haga, guardaré cada una de esas siestas como un pequeño milagro compartido entre ella y yo.