En fondo al gimnasio debajo del cartel que marcaba los puntos entrí un hombre que se apoyó en las tribunas móbiles. Se distinguía del resto porque era un blanco. Ningún jugador de ambas escuadras era blanco. Solo Kevin el entrenador lo era.
Vestía con un traje oscuro, tal nez negro o azul oscuro. El refjejo de la luz que entraba por la puerta no permitía distinguir bien el color. Camisa blanca y corbata bordó. Todo indicaba un policía de civil. O un detective. O uno de la escuadra antidroga. De vez en cuando se hacían ver por los alrededores. Las detenciones de jóvenes (y no tanto) por posesión de estupefacientes no era un evento extraño.
Marx seguía marcando puntos, discutiendo con los árbitros y haciendo caso omiso de cualquier indicación que le venía impartida. Tiró de mediocampo y el balón salió lejos del cesto. Kevin se alzó del banco y alargó los brazos en una expresión de total desconsuelo como diciendo: -Por qué?
Faltaban 30 segundos y Marx seguía discutiendo con un árbitro. Hacía dos semanas había sido descalificado por un partido por haberle arrojado el balón encima a un árbitro. Kevin rogó para que la situación no se repitiera. Gritó a su estrella, pero ella no le hizo caso.
Finalmente sonó la chicharra señalando el final del partido. La agonía había terminado. Un equipo festejaba mientras el otro estaba indiferente.
Kevin saludó al entrenador del otro equipo, lo felicitó por el juego, algunas frases consabidas y de circunstancia y se alejá rápidamente rumbo a los vestuarios. Espero que llegaran todos sus jugadores. Los felicitó uno por uno y les dijo que habían mejorado en el juego y muchas otras frases que repetía partido tras partido. Los jvenes se estaban cambiando y no lo escuchaban. Estaban cansados de perder.
Afuera los padres y/o tutores de los jugadores esperaban para lamentarse. Como siempre. No tenía ganas de repetirles siempre las mismas cosas. Tanto, para ellos, la culpa era siempre del entrenador cuando se perdia. Y cuando se ganaba era mérito solo de los jugadores. No iba a cambiar la historia por más explicaciones que diera.
El vestuario tenía una segunda puerta, algo escondida. Ideal para escabullirse sin ser notado y salir por la parte trasera del gimnasio.
Tenía ganar de volver a la universidad, a continuar trabajando en la redacción de la revista de ley que dirigía, dentro de unos meses dar el examen de habilitación y comenzar a ejercer la profesión para la que había estudiado y de la cuál su padre estaba muy orgulloso: abogado.
Si en embargo a veces como dice el refrán: "el hombre propone y Dios dispone". Y las cosas no anduvieron de ese modo.
Apoyado en el paragolpes de su vieja Jeep color verde militar lo estaba esperando la misma persona que había visto entrar al gimnasio.
| [ESP-ENG] El entrenador, el abogado y la estrella (1a Parte). / The coach, the lawyer and the star (Part 1). |  |
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In the background to the gym, under the sign that marked the points, I entered a man who leaned on the mobile stands. He distinguished himself from the rest because he was a target. No player in both squads was white. Only Kevin the coach was.
He wore a dark suit, maybe black or dark blue. The reflection of the light that entered the door did not allow to distinguish the color well. White shirt and embroidered tie. Everything indicated a plainclothes policeman. Or a detective. Or one of the drug squad. From time to time they made themselves see around. The arrests of young people (and not so much) for possession of narcotics was not a strange event.
Marx kept scoring points, arguing with the referees and ignoring any indication that was given to him. He shot from midfield and the ball went far from the basket. Kevin rose from the bench and stretched out his arms in an expression of utter despair as if to say, "Why?"
There were 30 seconds to go and Marx was still arguing with a referee. Two weeks ago he had been disqualified for a match for throwing the ball over to a referee. Kevin prayed that the situation did not repeat itself. He yelled at the star of her, but she ignored him.
Finally he sounded the buzzer signaling the end of the match. The agony was over. One team celebrated while the other was indifferent.
Kevin greeted the coach of the other team, congratulated him on the game, some well-known phrases and circumstance, and hurried away to the locker room. I hope that all the players of him arrived. He congratulated them one by one and told them that they had improved in the game and many other phrases that he repeated game after game. The young people were changing and were not listening. They were tired of losing.
Outside the parents and / or guardians of the players waited to lament. As usual. He didn't feel like repeating the same things to them all the time. So much, for them, the fault was always the coach when he lost. And when it was won it was the merit only of the players. He was not going to change the story no matter how much explanation he gave.
The locker room had a second door, somewhat hidden. Ideal for sneaking around unnoticed and out the back of the gym.
He wanted to go back to university, to continue working in the writing of the law magazine that he directed, in a few months to take the habilitation exam and start practicing the profession for which he had studied and of which his father was very proud: lawyer.
However, sometimes as the saying goes: "man proposes and God disposes". And things did not go that way.
Leaning on the bumper of his old army green Jeep, the same person he had seen enter the gym was waiting for him.