Cuando vi la imagen de esta semana, me dio mucha risa porque me trajo muy gratos recuerdos, y esos, recuerdos, están ligados a mi exnovia y a su familia. Pues es la misma familia que comenté la semana pasada, cuando hablé sobre el onoto y las hallacas que ayudaba a preparar en diciembre.

Y también fue en una época decembrina y cuando mi novia, en esa época, me convirtió en su asistente de repostería. En un principio me emocioné, y pensé que sería como la realización de las hallacas, es decir, vas tendiendo, rellenando, doblando y amarando, pero en el trayecto de ese proceso productivo, uno ríe, comparte con los demás y se toma sus merecidas cervecitas o su buen ron añejo.

Sin embargo, estaba muy alejado de ver la realidad de lo que me iba a tocar vivir ese día. La gorda, me dijo muy contenta que quería que la ayudara en la cocina, y cuando a uno le pide algo la doña, en el 99.99% de los casos, uno nunca dice que no.

Así que muy contento, me paré del comedor, y mi ex y sus tías, me sentaron en la mesa de la cocina, y lo primero que me dijeron es que íbamos a hacer suspiros. Yo simplemente asentí con la cabeza. Y a los pocos momentos, me dieron un envase redondo de plástico, más o menos grande, lleno de claras de huevo, y después me dieron un batidor manual.

Después de que me dieron los materiales, vino la orden de la general, y fue: "Debes batir constantemente, de manera rápida, y me avisas cuando el huevo comience a ponerse espumoso". Luego de recibir la orden, y después de jugar con el doble sentido de la frase, y tomarme un trago de mi cerveza, comencé con el proceso asignado.

De verdad que me costó un mundo, hacer que las benditas claras de huevo comenzaran a hacer espuma, yo calculo por la cantidad, que debían ser unas 12 o 15 claras de huevo, y estuve, batiendo durante minutos. En un momento se me ocurrió parar de batir, para tomar un trago de cerveza, pero el regaño recibido fue tal grande, que inicié a batir y con más velocidad que antes.

Y cuando las claras empezaron a hacer espuma, me dije a mí mismo: "¡Terminé!". Pero no fue así, en ese momento me dijeron, "Sigue batiendo hasta que agarre mayor consistencia". Y después de eso, la generala vino y echó sal, y después dijo: "Bate" y luego vino la azúcar, la cual era una enorme cantidad, y me tocó batir y batir, hasta que la mezcla agarró la consistencia adecuada.

Cuando terminé, tenía el brazo muy cansado, y cuando fui a tomar mi cerveza, se había calentado. Después de eso, vi cómo la gorda y sus tías, metían la mezcla en mangas de cocina y hacían los suspiros, mientras, yo estaba descansando y tomando mis merecidas cervecitas. Sin embargo, al rato, vino la otra sorpresa. Había que hacer la torta, y a que no adivinan a quién pusieron a batir la mezcla de la torta. En fin, ese día de me cansé de batir claras de huevo, y mezclas para tortas. También, después de ese día, pude entender con más claridad muchos de los refranes criollos, que usan temas de repostería.

Lo triste de todo fue, que solo pude probar un par de suspiros, ya que un compañero que estaba de guardia en la emisora se enfermó y tuve que hacerle la guardia del 24 de diciembre y, por supuesto, no asistí a la cena familiar. Y cuando fui a la casa de la gorda el 27, no había rastros, ni de tortas, ni de suspiros, ni de nada. Esa fue mi primera experiencia como asistente de repostero.

Muchas gracias por leerme.

Si les gusta este concurso, les invito a participar a través del siguiente enlace.

Aprovecho la oportunidad para invitar a @alicia2022, @esbat y @nahueldare3627