En un rincón soleado de Mataderos, vive Raquel, una mujer de voz serena y dedos inquietos. Desde que enviudó, empezó a llenar las tardes con lana, café con leche, y viejas películas que pasaban en la tele mientras tejía en silencio. Lo que al principio era distracción, se volvió un mundo: personajes famosos de cine, saliendo poco a poco de su aguja, como si la pantalla se hubiera tejido entera en sus manos.

Primero fue Totoro, porque su nieto lo pidió con insistencia. Luego vino Harry Potter, con bufanda de Gryffindor y lentes minúsculos. El boca a boca hizo el resto.
La gente comenzó a buscarla: una chica quería un Groot para regalarle a su novio fanático de Marvel; un señor pidió un llavero de Mafalda porque decía que su hija se parecía a ella cuando discutían política. Y así, los pedidos fueron creciendo.
Raquel no tenía redes sociales. Pero su sobrina le enseñó a usar Instagram, y ahí sí que explotó. Se llama @llaveritosderaquel y cada foto tiene su estilo: fondo sencillo, luz cálida, y una taza de té acompañando al personaje. Ella dice que los llaveros tienen que traer compañía, no solo belleza.
Ahora tiene un cuadernito donde anota ideas: Stitch vestido de gaucho, Jack Sparrow con poncho norteño, Elsa con guantes de lana tejidos por ella misma.
Más que un emprendimiento, lo suyo es una conversación con el cine y con la gente. Cada hilo cruzado es un gesto de cariño, una historia contada sin palabras.
Y los que compran sus llaveros dicen lo mismo: “No son solo personajes. Son un pedacito de Raquel”.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.