Recuerdo en mi infancia, cuando cursaba los primeros años de la enseñanza primaria, observar con detenimiento un poster que estaba colgado de una pared adornando aquellas aulas oscuras aunque tuvieran ventanales altos y amplios. En la poster se observaba una cascada, un hermoso salto de agua que hacía unos domos espectaculares en su cima, debajo unas piedras redondeadas a fuerza del agua que caía sobre ellas. La imagen invitaba a perderse en ella, a refrescar el cuerpo en sus aparentes frías aguas que corrían por las montañas de la Sierra del Rosario. Soroa se presentaba como un paraíso terrenal, un lugar de conexión profunda con la naturaleza, de relajar el alma y la mente.
Mientras crecía se iban incorporando algunas informaciones sobre ese hermoso lugar: un castillo de las nubes, un Orquideario (el más famoso y completo de Cuba), un mirador en la cima de las montañas, una villa en medio de toda la vegetación, un río con varios saltos de agua y el plato fuerte El Arcoíris de Cuba la hermosa catarata que veía pegada en la pared adornando las aulas de mi primera enseñanza.
Soroa y sus maravillas sonaba lejos, parecía un lugar inalcanzable, parecía un paisaje de otro mundo; sin embargo no lo era, estaba solo a 50 km de alcance y un viaje relativamente rápido por la autopista nacional hacia Pinar del Río (En otro momento hablaremos de Viñales y sus encantos).
Fue por allá por el año 2008 que hice mi primera visita, recorrimos el lugar y exploramos cada rincón de esa hermosa localidad: los viveros de begonias y orquídeas, el campismo, los senderos que se adentran en la montaña y las pozas del río que recorre todo aquel espacio. De esos primeros viajes no salieron fotos extraordinarias, en aquel momento no pensaba siquiera dedicarme a la fotografía, no tenia celular para hacer fotos y dejar plasmado el recuerdo de las vacaciones que disfrutábamos. Pero en 2019, un amigo aventurero y yo decidimos hacer un pequeños viaje fotográfico del cual atesoramos bonitas fotos, sobretodo de la vegetación del lugar.
Ya en el 2024, con muchas más herramientas, con muchas más habilidades, cargado de filtros, con un lente prestado (Canon EF-S 10-18 f/4.5-5.6 IS STM) hicimos un trabajo un poco más serio, logrando imágenes de largas exposiciones con esa cascada preñada de agua, las típicas viviendas del lugar, la escuela rural (otrora capilla), las escaleras que adornan los jardines y un grupo de detalles que se podrían observar de visitar Soroa.
No podía faltar la foto del “batallón” (el grupo) de personas que formaron parte de esta última expedición.
