FIEBRE SIN FOCO APARENTE Y RECIEN NACIDOS
La fiebre sin foco aparente se define como la fiebre de menos de 72 horas de evolución donde no se descubre la fuente de la misma después de una historia clínica y exploración física cuidadosa. Es importante tener en cuenta el grupo etario, puesto que en el caso de los recién nacidos (< 28 días de vida), deben ser abordados como una sepsis. En este sentido, el recién nacido (RN) febril sin signos de focalización (SSF) aparente, representa un problema a la hora de diagnosticar y decidir su manejo; ya que la fiebre, en muchas ocasiones, puede ser el único signo de expresión ante una infección y posterior diagnóstico de sepsis neonatal.
En la práctica clínica, se ha comprobado que uno de los principales motivos de consulta en este grupo etario es precisamente la fiebre, constituyéndose como la principal razón de hospitalización de neonatos. Para diagnosticar a estos pacientes, se debe realizar una amplia y detallada evaluación, teniendo en cuenta factores de riesgo como la prematuridad, rotura prematura de membranas, rotura prolongada de membranas, signos de corioamnionitis, líquido amniótico maloliente, hipoxia fetal/ depresión al nacimiento, infección urinaria materna sin tratamiento o con tratamiento incorrecto, gérmenes patógenos en el canal del parto, entre otras entidades que representen una fuente de infección para el paciente.
MENINGITIS
Se define como un proceso inflamatorio agudo del sistema nervioso central (SNC). Actualmente, constituye un problema de salud pública aún más en pediatría, por su magnitud, trascendencia y vulnerabilidad. Alrededor del 80% de los casos ocurre en la infancia, especialmente en niños menores de 10 años. Se estima que mundialmente hay unas 170.000 defunciones anuales en todo el mundo por meningitis bacteriana (MB), por lo cual sigue siendo una amenaza para la salud global.

Esta puede ser causada por microorganismos que inflaman las leptomeninges. Pudiendo ser clasificada según su agente causal en bacteriana, viral, micótica, parasitaria o no infecciosa. La meningitis viral, es la más común, la misma no requiere tratamiento con antibióticos y por lo general su evolución es favorable. Por el contrario, la meningitis bacteriana, al igual que la micótica y parasitaria, a pesar del diagnóstico preciso y de la indicación precoz del tratamiento adecuado, se asocia a una elevada tasa de complicaciones neurológicas y sistémicas, además de representar un considerable riesgo de secuelas a largo plazo.
El diagnóstico de meningitis es complejo, sin embargo, el método diagnóstico más importante continúa siendo el análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR). La importancia de establecer el diagnóstico diferencial entre ambas radica fundamentalmente en el hecho de que la meningitis bacteriana requiere antibioticoterapia específica y solo un reducido número de meningitis virales requieren administración de antivirales.
MENINGITIS EN RECIEN NACIDOS
Es importante resaltar, que dentro de las patologías infecciosas, la meningitis es más común en el período neonatal, ya que el recién nacido es particularmente más susceptible a la infección, puesto que presentan un sistema inmunitario inmaduro, con deficientes respuestas humorales y celulares en funciones fagocíticas y de complemento. Por lo tanto, la meningitis forma parte de las infecciones graves caracterizada por signos y síntomas de infección sistémica (sepsis), marcadores inflamatorios compatibles y alteraciones en el líquido cefalorraquídeo (LCR) sugerentes de inflamación meníngea, más sin embargo, no es indispensable el aislamiento de microorganismos.

La sintomatología observada suele cambiar un poco con respecto a otros grupos etarios. En general el signo más frecuente es la distermia (fiebre o hipotermia), irritabilidad y llanto quejumbroso. Otros síntomas que se consideran específicos de meningitis como la apatía, crisis convulsivas, fontanela tensa, signos de Brudzinski y Kerning positivos; casi no se observan en neonatos, de allí a que el diagnóstico represente todo un reto. Por otro lado, tenemos que para la interpretación de los hallazgos en el LCR se debe conocer que en el periodo neonatal los rangos de normalidad son diferentes a los encontrados en lactantes y niños; además que existen ciertas diferencias en los parámetros para recién nacidos (RN) a término y para los prematuros.
Teniendo en cuenta lo antes expuesto, podemos afirmar que el diagnóstico de meningitis posee actualmente ciertas limitaciones tanto clínicas como paraclínicas, puesto que muchas veces se dificulta diferenciarla de otras Infecciones bacterianas graves (IBG). Bajo este orden de ideas, se puede considerar la meningitis como un problema de salud pública. Cada día en Venezuela el índice de recién nacidos febriles que acuden a la consulta pediátrica es mayor, representando un hecho de gran relevancia, ya que debido a las condiciones actuales donde factores tanto económicos como la falta de ciertos recursos dificulta aún más el diagnóstico certero. Lo que resalta la vital importancia que tiene evaluar de forma detallada al paciente, realizar una buena anamnesis y examen físico. Sin embargo, en el caso de los neonatos la clínica es tan inespecífica que no suele ser suficiente, por lo que siempre se va a requerir la realización de exámenes complementarios.
SEPSIS NEONATAL
El recién nacido puede infectarse por gérmenes localizados en el canal genital materno (infecciones de transmisión vertical), en las unidades neonatales (infecciones nosocomiales) o en su domicilio (infecciones comunitarias), por lo tanto, según sea el caso, tanto su etiología, como las medidas de prevención, tratamiento y pronóstico, son completamente diferentes.
En este sentido, las escalas de gravedad son necesarias para poder comparar poblaciones de distintos hospitales, lo que permite establecer criterios de inclusión en ensayos clínicos. En la actualidad, se disponen de algunas escalas validadas como el Clinical Risk Index for Babies (CRIB) 25, el Score for Neonatal Acute Physiology (SNAP) 26 o el más reciente SNAP-II 27, una versión simplificada aplicable a todos los recién nacidos. Las cuales valoran varios aspectos como la predisposición (enfermedades previas, sexo, factores de riesgo), infección (tipo de germen, sensibilidad a antibióticos), respuesta del organismo (signos clínicos y marcadores biológicos) y disfunción orgánica.
Sin embargo, todavía no existe una claro consenso internacional para la definición de sepsis neonatal, ya que la mayoría de conceptos se centran en la parte clínica, lo cual deja un margen a la subjetividad, evidenciando que todavía se debe recorrer un largo camino para establecer criterios que permitan integrar factores de riesgo y establecer modelos predictivos fiables, que puedan ser utilizados en ensayos clínicos, para valoración de pruebas diagnósticas e investigaciones epidemiológicas. Así mismo, se debe trabajar para desarrollar escalas de gravedad sencillas y definir con precisión criterios de fallo orgánico en el recién nacido.
Imágen extraída de Pixabay.com
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