

Sinopsis: El caos se desató en la ciudad de Balca cuando una repentina explosión causo un incendio en el edificio de Newlife Pharmaceuticals, un misterioso gas provoco el fallecimiento de múltiples personas y consecuentemente la resurrección de varios cadáveres.
Ahora nada volverá a ser como antes, el fin del mundo dio inicio y un chico dará todo de sí para sobrevivir a toda costa.
Los cielos grises de la ciudad eran surcados por algunos helicópteros militares que sobrevolaban en círculos. La situación sin precedentes era insostenible; el brote del patógeno había convertido a miles de civiles en criaturas sedientas de carne humana, el gobierno tenía la misión de salvaguardar a tantos sobrevivientes como fueran posibles. Sin embargo, uno de esos helicópteros tenía una misión diferente.
Este se dirigió directamente hacia la zona cero del desastre: el edificio de Newlife Pharmaceuticals, donde toda la crisis había comenzado.
El aire estaba impregnado de un olor nauseabundo, y el fuego extinto solo había negado ceniza negra en la estructura del edificio. El humo negro se alzaba amenazador hacia el cielo, ocultando secretos más oscuros que las cenizas que caían como nieve.
Los soldados equipados con sus máscaras bien ajustadas y metralletas cargadas, descendieron en una cuerda, aterrizando en la cima del destruido y ennegrecido edificio.

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— Equipo Bravo, aquí Alpha, respondan, cambio — la voz resonó en los auriculares del piloto.
— Alpha en posición, comando — respondió el líder del escuadrón, con una mirada firme que ocultaba agitación.
Con pasos firmes, el escuadrón se adentro en la torre, atravesando un vestíbulo cubierto de escombros y sombras. Las luces de emergencia parpadeaban débilmente, brindando solo momentos intermitentes de claridad.
El silencio se rompió con el primer disparo; Los muertos vivientes aparecían de entre las sombras con aspecto descompuesto y quemaduras que revelaban los horrores del fuego. Los soldados entrenados llevaban a cabo su tarea de eliminar las aberraciones que antes fueron seres humanos con mucha facilidad.
Uno tras otro, fueron reducidos bajo el fuego del escuadrón, mientras los ecos de sus gritos y gruñidos resonaban en los pasillos.
Finalmente, después de atravesar varios pisos, el líder y su segundo al mando, llegaron a la zona de investigación, los laboratorios. La puerta metálica que daba acceso a la oficina del director estaba ajena al caos exterior, intacto, como si las llamas no lo hubieran tocado.
Forzaron la cerradura con un golpe decisivo, los soldados ingresaron en la oficina con el propósito de encontrar lo que habían venido a buscar: un dispositivo que prometía contener el patógeno.
Al abrirse la puerta, ambos soldados se encontraron con un ambiente extraño, documentos esparcidos por el piso y el escritorio patas arriba, todo en el interior estaba hecho un desastre.
— Busca la caja fuerte. Necesitamos respuestas —ordenó el líder de escuadrón, mientras se movía alrededor de la oficina.
Mientras revisaban el lugar, el resto de soldados acribillaban a los zombis que se encontraban en los alrededores. Al revisar debajo del escritorio, encontraron la caja fuerte. Con métodos rudimentarios, lograron abrirla, pero al ver que el interior estaba completamente vació, no supieron cómo reaccionar.
— ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó el subalterno, la frustración evidente en su voz.
— Borra toda evidencia y no dejes ningún rastro. Buscaremos por toda el área durante 600 segundos y nos retiraremos con o sin el dispositivo. Corre la voz —dijo el líder de escuadrón.
El soldado asintió, pero pudo ver la sombra de la duda cruzar por el rostro de su líder.
— A la orden, señor —dijo mientras se movía por la sala con determinación.
El líder del escuadron murmuró para sí mismo, sintiéndose atrapado en un laberinto de preguntas sin respuesta:
— “¿Acaso se nos adelantaron? Imposible. ¿Qué fue lo que pasó en este lugar?”

En la zona de evacuación al norte de la ciudad, una fila interminable de civiles avanzaba lentamente, como una serpiente cautelosa que se deslizaba hacia su destino incierto. Los rostros reflejaban una mezcla de esperanza y desesperación producto del horror de los últimos días, pero todos estaban aliviados con contar con la protección del gobierno. Sin embargo, el proceso de evacuación parecía interminable; cada paso que se daba en esa fila era muy tardado.
Las fuerzas militares organizaban a miles de ciudadanos. Detrás de ellos, en una carpa blanca ondeaba por el viento, los equipos médicos realizaban revisiones exhaustivas a cada persona de forma individual. A medida que avanzaban en la fila, se les examinaba de pies a cabeza, buscando cualquier signo de enfermedad o síntoma de infección.
La tensión aumentaba con cada paso y cada prueba. Nadie quería ser aislado o marcado como un portador del virus letal ya denominado como V-L4z4r0.
Una de las enfermeras, con su uniforme blanco y rostro impecable, observaba la larga fila desde su puesto. Había estado trabajando allí por horas sin poder dormir, evaluando el estado físico y emocional de las personas que pasaban ante ella. Eran hombres, mujeres y niños, todos lucían sanos, pero esa apariencia era engañosa.
Puesto que… tras interminables horas de trabajo, una mujer mayor se acercó al mostrador para su última revisión: el análisis de sangre.

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Cuando la enfermera terminó de examinarla, tenía la esperanza de que el resultado final fuera diferente, pero se equivoco, era exactamente el mismo que ha visto en las últimas horas. La señora al ver el rostro agotado de la enfermera, tuvo un mal presentimiento, le surgió un destello de preocupación.
La enfermera se levanto de su asiento y fue buscar al médico encargado. El doctor era un experimentado virólogo de renombre, era un autentico conocedor en enfermedades infecciosas, se detuvo en seco cuando la enfermera le mostró los resultados de las últimas horas: un patrón alarmante se había desmedido.
Siendo consciente de la gravedad de la situación, el doctor se dirigió inmediatamente con el comandante Trevor.
Este se hallaba teniendo una seria plática con uno de sus más leales soldados, El teniente Bell, el líder militar que había comandado la inspección de la torre Newlife Pharmaceuticals hace un par de horas.
— ¡¿Tu equipo registró todo el edificio y no encontraron nada?! — El comandante le dijo con histeria.
El teniente le contesto con firmeza: —” Señor, había indicios de que agentes externos intervinieron con antelación, el incidente fue provocado por…”— antes de que pudiera terminar de hablar, el doctor se apareció de repente para interrumpir, el doctor fue a informarle a sobre la mala noticia.
— "Señor… los resultados de los análisis de sangre coinciden en un 100%, los ciudadanos han sido expuestos. Se han vuelto portadores del virus Lázaro" — anunció el doctor con su voz temblando con la gravedad de sus palabras.
El comandante se quedó sin palabras. Era la primera vez que el terror se manifestaba en su mirada, pero sabía que debía actuar rápidamente. El teniente Bell interrumpió el silencio tenso diciéndole: —“¿Y ahora qué hacemos?”—
La mente del comandante giraba sin calma. Se trataba de una amenaza que podría cambiar el rumbo de toda la nación, aun peor que eso, podría significar una pandemia global...
Él alzó la mirada, como si buscara respuesta en el cielo... Y dijo:
—“La seguridad y bienestar de la nación es nuestra máxima prioridad… Cancelen el plan de evacuación, se iniciará una cuarentena total” — ordenó con determinación y autoridad.
El caos estalló en un parpadeo veloz. Las fuerzas militares fueron instruidas para cerrar todas tanto la entrada como la salida de la zona de evacuación. Ya nadie podía entrar o salir de la ciudad, la gente, antes llena de esperanzas, ahora empezaba a sentir un escalofrío de inquietud. El teniente Bell volvió con sus hombres, instándoles a mantener el orden.
Mientras la noche caía sobre la desolada zona de evacuación, los ciudadanos quedaron atrapados en su propia incertidumbre. Los militares le ordenaron a la población mantener distancia mientras les apuntaban con armas.
La zona segura se convirtió en un centro de caos e indisciplina, las personas se volvieron alborotadores frenéticos ante la confusión. Algunos querían resistir, otros buscaban respuestas; otros simplemente lloraban por lo que habían perdido y solo querían sentirse a salvo.
En medio de toda la agitación, el comandante Trevor se reunió con sus coroneles para discutir las posibles medidas a tomar para afrontar esa crisis.
— “Hay establecer un perímetro seguro alrededor de la zona de cuarentena. Nadie debe entrar ni salir de la ciudad”— insistió el comandante, con la firme determinación de proteger a la nación a cualquier costo.
Continuará

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