

Sinopsis: El caos se desató en la ciudad de Balca cuando una repentina explosión causo un incendio en el edificio de Newlife Pharmaceuticals, un misterioso gas provoco el fallecimiento de múltiples personas y consecuentemente la resurrección de varios cadáveres.
Ahora nada volverá a ser como antes, el fin del mundo dio inicio y un chico dará todo de sí para sobrevivir a toda costa.
En la sala de juntas, el aire que se respiraba era denso con la tensión que desbordaban los miembros del alto mando militar y el equipo médico. El jefe del equipo médico, había traído consigo una noticia devastadora por órdenes del comandante Trevor: la existencia extra oficial del virus L4Z4R0.
Bajo la mirada atenta de los generales y el mismísimo comandante, el experto virólogo explico la adversa situación mientras que su voz resonaba con un eco ominoso.
—“Actualmente, cada ciudadano es portador del virus L4Z4R0. Este se encuentra inactivo en su organismo, pero se activará cuando los signos vitales decaigan. Es decir, Si una persona fallece, regresará a la vida… pero como un ser sin raciocinio, movido solo por instinto.”
Los rostros de los generales, habitualmente imperturbables, palidecieron ante la magnitud de esta crisis. La idea de un mundo poblado por muertos vivientes era un escenario sacado de las peores pesadillas, y esa pesadilla estaba a punto de volverse una horrible realidad.
—“La población actual equivale a 100,000 ciudadanos, pero si estas personas entran en contacto con el exterior… países enteros, No… Mejor dicho, el mundo entero se volverá portador del virus L4Z4R0. Sería el fin del mundo tal y como lo conocemos.”
La sala estalló en murmullos y susurros con la desesperación. Uno de los generales levantó la mano.
—“¿Hay alguna forma de desarrollar una cura?”
—“Es posible, pero tomará mucho tiempo,” respondió el doctor con cierta inseguridad.
En corto, el comandante Trevor intervino con seriedad:
—“Tiempo que no tenemos para evitar que esta crisis se salga de control.”
Un general se levantó, enfurecido y con indignación.
—“¿Y qué propone, comandante? ¿Bombardear la ciudad entera?”
El comandante Trevor se mantuvo sereno, con astucia y mesura midió sus palabras para que sus intenciones no fueran malentendidas al estar lidiando con vidas humanas y un potencial apocalipsis.
—“Debemos ser eficaces. La vida de millones de personas dependerá de la decisión que se tomará después de esta reunión”
Un general más alzó la voz abogando por la moralidad.
—“Estamos hablando de la vida de 100,000 inocentes que son víctimas de este desastre”

Fuente
Así comenzó un intercambio acalorado de ideas y opiniones. Algunos defendían la lógica cruel de sacrificar a unos pocos para salvar a muchos, mientras otros defendían la ética de humanidad en medio de la tragedia.
—“Sí, pero ahora son parte de ese desastre, son una amenaza que perjudica el futuro de la humanidad”— insistió uno de los generales.
Otro general exclamó:
—“Siguen siendo personas con derecho a vivir. No podemos simplemente pensar en sacrificarlos como si fuera la única opción. Si hay la posibilidad de fabricar una vacuna, no debemos rendirnos”
El tiempo de tomar acción era escaso, todos eran conscientes de la gravedad del asunto, nadie podía darse el lujo de actuar sin pensar en las consecuencias y represalias.
Cada palabra se lanzaba al aire como flechas, algunas acertadas, otras no. A medida que las voces se elevaban, el tiempo se escurría entre los dedos de los presentes; la inacción podría llevar a consecuencias inimaginables.
—“Si no hay tiempo que perder, tenemos que cortar este problema de raíz inmediatamente,” — dijo uno de los generales.
Exasperado por la falta de consenso, el comandante pidió orden en la sala.
—“Caballeros, tenemos que prevenir el apocalipsis, sin importar el costo.”
La discusión continuó, pero se sentía que el hilo conductor se estaba desgastando. En ese momento tan caótico, el comandante Trevor decidió salir a tomar aire fresco y pensar con claridad.
Ahí se encontró con su confidente de confianza, el teniente Bell, un soldado con la impresionante capacidad de resolver problemas bajo presión.
El comandante se le acerco y le dijo:
—“Teniente, escucha… Me asegurare de se apruebe una solución que le ponga fin a este debate. A ti te voy a encomendar la misión de localizar aquel dispositivo a como dé lugar, no me importa si lo encuentras hecho pedazos, esa cosa es la última esperanza de la humanidad para no caer en la ruina”
—“A la orden, señor,” respondió Bell con determinación, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.

Retrocedamos un poco el reloj,
justamente a los eventos del 4to día
justamente a los eventos del 4to día

El frío aire del supermercado estaba impregnado de tensión. Una frenética mezcla de miedo y alivio se reflejaba en los rostros de los pocos sobrevivientes amontonados en un rincón en la parte trasera de la tienda.
Harnold, un hombre cuya preocupación estaba enfocada en la vida de su amada esposa no lograba mantener la calma, sin embargo, su determinación brillaba con más fuerza que su pavor, se mantenía erguido, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger a su familia.
—“Aun están ahí”, murmuró David mientras se asomaba por los pasillos para observar por los lejanos ventanales. Era consciente de que fuera, más allá del cristal, una horda iracunda de zombis aguardaba, como perros hambrientos con un único propósito: devorar carne.
Estos eran conscientes de que solo era cuestión de tiempo para que la noche se apodere del cielo, por lo que tenían que salir corriendo de ese aprieto si querían llegar a la zona de evacuación con luz de día.
El oficial de policía, con su uniforme arrugado y manchado por las desventuras de los días apocalípticos, se acercó al grupo.
—“Necesitamos salir de aquí antes de que oscurezca”
Su mirada se dirigió a cada uno de ellos, el oficial hizo contacto visual con el rostro preocupado de Harnold.
Esos cadáveres andantes los superaban y los abrumaban, como se encontraban divididos, no tenían forma de reagruparse con sus familiares. El policía solo veía 2 opciones viables, pelear o huir, dejar a esas pobres personas atrapadas en el banco atrás o arriesgarlo todo en una tarea heroica.
Las opciones eran claras pero peligrosas. La idea de dividirse pasaba por su mente como la más acertada.
—“A dos cuadras hay una estación de policía, Podemos tomar las armas confiscadas y regresar por tu familia. Pero calculo que no regresaremos antes de que ponga el sol”— le dijo el oficial a Harold.
Harnold, respondió sin titubear:
—“Después podemos preocuparnos sobre lo que pasará en la noche. No perdamos el tiempo y vayámonos de una buena vez”
No estaba dispuesto a abandonar a su esposa. Su decisión era firme, pero la angustia en sus ojos era evidente, la incertidumbre lo consumía.
—“Y-Yo voy también iré”, dijo David, aunque su brazo roto lo traicionaba con un dolor agudo y persistente.
El policía lo miró con compasión. —“No. Ese brazo será un estorbo que puede costarte la vida. Debes quedarte aquí”
David asintió lentamente, resignado a hacerle compañía a Roxane y Gregory mientras que los adultos van en busca del armamento.
Un silencio tenso se instaló en el lugar mientras Harnold y el oficial de policía trazaban la ruta que tomarían.
Esos dos se escabulleron por la puerta trasera de la tienda para salir a la calle, al cruzar el umbral, se encontraron en la calle desierta. El olor a descomposición flotaba en el aire, Y no muy lejos, un zombi se les quedó mirando. En su andar lento pero constante, seguía su propio instinto de depredador al perseguirlos en silencio.
Continuará

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