Hello, nice community! I hope you are very well. Today I wanted to tell you a little cheesy story about how I met the love of my life: my pet. It wasn't all like that from the beginning though.
My dad has always loved dogs. Many years ago, when I was quite young, he had 18 dogs. Having pets at home was always part of my life, but there was one thing: all the dogs loved my dad or my mom. They had their favorites, and I was never one of them.
One day, out of nowhere, a furry creature that looked like a cloud arrived. It wasn't small exactly, it was a super white cloud with a very unfriendly face, as if it didn't like the place where it was. Her owner was leaving the country and couldn't take her with her, so she decided to leave her in my dad's care.
The descriptions they gave my dad were, “Her name is Candy, she's 10 years old, she's not usually very affectionate, she only eats once a day and she's not fussy.” And contrary to what you may think, on that first meeting, we didn't exactly get along.
Despite everything her owner said, Candy seemed very different, or maybe she started to become different. She was very fussy: you had to almost cry to her to get her to eat. She loved affection and attention (especially from my mom), but only when she wanted it. Of course, she was not to be bothered after she decided to give you her affection.
A few years went by and it became pretty clear to me that, on his list of favorites, I was last. My mom was first, then my dad. They are both spoilers and she was fascinated by that. In third place was my grandfather, with whom Candy could sleep for hours undisturbed. And maybe, just maybe, I was in fourth place. I didn't mind: I was the only one who didn't spoil her as much and scolded her more than the others.
Our relationship was working pretty well. She knew I understood her, even when the others didn't seem to figure out what she wanted to communicate. Over the years, she started having health problems and underwent surgery. Everything went well, but she still had to be cared for. My mom is afraid of healing wounds and my dad wasn't always around, so I learned to take care of her and keep up with her medication. That made us become closer.
She moved into my room. They put a super bed next to mine, and we started sharing space. But she didn't seem to understand the concept of “personal space” every time I woke up, there was a hairball stuck to my face.
We started to get to know each other better, and although I denied it, we had many things in common: we didn't like to be woken up early, we were picky eaters, and we had a bad face.
Amazingly, I became her favorite. And she became mine too. Sadly, old age and the after-effects of surgery caused her to leave my side very quickly. It was one of the saddest days of my life.
But that little white cloud will always be in a very special place for me.❤️
Hola, linda comunidad, espero estén muy bien. Hoy quería contarles una historia un poco cursi sobre cómo conocí al amor de mi vida: mi mascota. Aunque no todo fue así desde el principio.
A mi papá siempre le han encantado los perros. Hace muchos años, cuando yo era bastante chiquita, llegó a tener 18 perros. Tener mascotas en casa siempre fue parte de mi vida, pero había un detalle: todos los perritos amaban a mi papá o a mi mamá. Tenían sus favorito, y nunca fui una de ellos.
Un día, de la nada, llegó un ser peludito que parecía una nube. No era pequeña precisamente, era una super nube blanca con cara de pocos amigos, como si no le agradara el lugar en el que se encontraba. Su dueña se iba del país y no podía llevarla con ella, así que decidió dejarla al cuidado de mi papá.
Las descripciones que le dieron a mi papá fueron: “Se llama Candy, tiene 10 años, no suele ser muy cariñosa, solo come una vez al día y no es quisquillosa.” Y al contrario de lo que tal vez piensen, en ese primer encuentro, no nos llevamos exactamente bien.
A pesar de todo lo que su dueña dijo, Candy parecía muy diferente, o tal vez empezó a volverse diferente. Era muy quisquillosa: había que casi llorarle para que comiera. Le encantaba el afecto y la atención (sobre todo de mi mamá), pero solo cuando ella quería. Eso sí: no había que molestarla después de que ella decidía darte su cariño.
Pasaron algunos años y me quedó bastante claro que, en su lista de favoritos, yo estaba de última. Mi mamá ocupaba el primer lugar, luego mi papá. Ambos son unos consentidores y a ella le fascinaba eso. En tercer lugar estaba mi abuelo, con quien Candy podía dormir horas sin ser molestada. Y tal vez, solo tal vez, yo estaba en el cuarto lugar. No me molestaba: era la única que no la consentía tanto y la regañaba más que los demás.
Nuestra relación funcionaba bastante bien. Ella sabía que yo la entendía, incluso cuando los otros no parecían descubrir lo que quería comunicar.
Con los años, empezó a tener problemas de salud y la sometieron a una cirugía. Todo salió bien, pero había que seguir cuidándola. A mi mamá le da miedo curar heridas y mi papá no siempre estaba, así que aprendí a atenderla y seguir con su medicación. Eso hizo que nos volviéramos más cercanas.
Se mudó a mi cuarto. Le pusieron una super cama al lado de la mía, y comenzamos a compartir espacio. Pero ella no parecía entender el concepto de "espacio personal" cada vez que despertaba, había una bola de pelos pegada a mi cara.
Nos empezamos a conocer mejor, y aunque yo lo negara, teníamos muchas cosas en común: no nos gustaba que nos despertarán temprano, éramos quisquillosas con la comida, y teníamos mala cara.
Increíblemente, me volví su favorita. Y ella también se volvió la mía. Tristemente, la vejez y las secuelas de la cirugía hicieron que se fuera muy rápido de mi lado. Fue uno de los días más tristes de mi vida.
Pero esa nubecita blanca siempre estará en un lugar muy especial para mí. ❤️