Monthly Prompts | The Threshold (El umbral) [EN/ES]

«Lo tengo todo. Nada me falta. Soy feliz. Jaja». Robert iba en su carro último modelo por la autopista de alta velocidad.

El viento acariciaba su cabello castaño, mientras sus ojos castaños miraban por el retrovisor su rostro de facciones simétricamente perfectas. Los dientes recién blanqueados de Robert relucían con la luz del sol, y su cuerpo atlético se movía al son de la música, que fluía por su estéreo de alta fidelidad.

«La vida es bella y hay que vivirla al límite, no te preocupes, no te preocupes, solo vive con fascinación...», cantaba una canción a todo pulmón.

La aguja del velocímetro se acercaba a los 100 kilómetros por hora. La velocidad excitaba a Robert, que no dejaba de presionar el acelerador. Era como si su pie tuviera voluntad propia y seguía anclado al pedal, buscando ir más rápido.

Al rededor del Robert todo parecía mezclarse en formas irreales, los objetos parecían perder su forma, el sonido del viento parecía un silbido grave y átono, cuando pasaba por sus tímpanos. El auto descapotable hacía que la ropa de marca ondeara sin poner resistencia.

La velocidad iba en aumento, y Robert estaba pedido entre sus emociones extremas, que habían activado una dosis de adrenalina peligrosamente alta y absorto de la situación seguía cantando y riendo sin parar.

De pronto, perdió el control del auto y se encontró con un camión que venía se frente. Robert no tuvo tiempo de reaccionar y la colisión fue inevitable. El hombre asustado solo escuchó un tremendo estruendo y luego nada. Una oscuridad intensa lo cubrió todo, no sabía dónde estaba, ni quién lo había llevado a ese lugar.

Se levantó y empezó a gritar desesperado, pero sus gritos eran tragados por aquella oscuridad densa. Seguía caminando y tanteando como un ciego, daba un paso luego de un largo momento daba otro, temía caer a un abismo o algo parecido. Él no paraba de gritar y unas lágrimas de desesperación caían sin control.

Seguía caminando por aquel lugar oscuro. En tanto, el miedo iba creciendo dentro de él. Robert no lo podía creer y rogaba que todo fuera una pesadilla y que de un momento a otro despertaría, en su lujosa mansión y con su maravillosa vida. Pero aquella realidad no parecía un sueño y todo era tan surrealista.

Los ojos de Robert se habían vuelto inútiles en aquella situación, y solo dependía de sus oídos, olfato y tacto. «Auxilio, quien sea. ¿Me pueden ayudar a salir de aquí?», gritaba insistente y con la impotencia creciendo dentro de él.

Sin prisa seguía caminando por aquel lugar, esperando encontrar una salida. Una puerta o ventana, algo que le diera esperanza de salir y despertar a su vida de lujos y excesos. El temor por aquello desconocido lo hacía llorar y gritar tan fuerte como sus pulmones se lo permitían.

Un olor a incienso invadió el ambiente. Robert empezó a seguir aquel olor con la esperanza de encontrar una escapatoria de esa situación inentendible. Luego de dar unos veintitrés pasos, escuchó un estruendo terrible que parecía romper sus tímpanos. Un grito terrible salió de su boca y se tiró al suelo con las manos en los oídos. «Esto es un sueño, esto es un sueño...», repetía una y otra vez.

Después de aquel terrible sonido, miró en el horizonte un hilo de luz. Robert se recomponía y fijaba sus ojos en esa luz, que luego empezó a hacerse más grande. La oscuridad empezaba a ser devorada por la luz, y el brillo era cegador tanto que Robert entre abrió los ojos y empezó a correr hacia ella.

A pesar del miedo tan terrible que sentía, no tuvo más opción, mientras tanto el olor a incienso se hacía más intenso conforme se acercaba a la luz. Gritaba intensamente y lloraba sin parar, pero sentía que era su escapatoria de aquella terrible oscuridad. El umbral terminó de abrirse y Robert vio del otro lado a su abuela, abuelo, su perro de la infancia y muchas personas que había conocido en la tierra.

«Ven, hijo, ya es hora. No debes temer más. Ya estás en casa», la abuela de Robert extendía la mano.

«¿Dónde estoy?», preguntaba Robert atónito.

«Estas donde perteneces». La abuela pintaba una cálida sonrisa.

Robert tomó la mano de su abuela y sintió un profundo amor que hizo desaparecer todo miedo de aquel lugar y juntos caminaron hacia el horizonte, desvaneciéndose en el tiempo.