Tenían varios meses que no veían un vehículo entrar al pueblo, se quedaron mirando como el auto echaba humo subiendo por el cerro y apenas lo lograban ver. Se sentaron al frente de sus casas para mirarlo cuando llegara, empezaron a hacer apuestas con el nombre de algún vecino que ya tenía tiempo sin vivir en el pueblo.

—Alguien se acordó que aún existe gente en estás montañas, —dijo Juan el bodeguero.

Era un Jeep pequeño, le habían colocado una cabina y se notaba algo extraño.
El hombre se detuvo y bajó el vidrio, todos vieron su cara alargada y huesuda, mostró una sonrisa forzada y preguntó:

—¿Dónde puedo conseguir al alcalde?

Nadie habló, pero el hombre pudo contar una buena cantidad de dedos apuntando una vieja casa ubicada unos metros más allá. Volvió a subir el vidrio y continuo el recorrido.

—Ese no es por estos lados, —dijo el bodeguero, —creo que hay varios que perdieron la apuesta, —todos rieron.

Mateo, que era uno de los que estaba allí, entre los espectadores, sintió un ligero escalofrío. Metió las manos en sus bolsillos para que nadie viera las chispas que saltaban, se separó del grupo y camino hacia la parte boscosa del pueblo. Recordó las palabras de su abuelo:
—El peligro crea alarmas de luz, significa que la oscuridad acecha, aléjate y que la naturaleza ampare tus sentidos.

Le gustaba la soledad cubierta por la naturaleza, había logrado entender la esencia de las mariposas y ese vuelo casi idéntico a la hoja que cae retenida por su peso y se deja llevar, allí en esa comunión, convertía su luz en una lluvia de alas luminosas que se perdían de su vista para llevar un mensaje.

Lucía, la hija del alcalde esperaba desde el único balcón que existía en el pueblo, la llegada de esa lluvia menuda de mariposas de luz que llenaban su vida monótona, se dejaba acariciar y sentía la voz de Mateo expresando los sueños que el albergaba junto a ella.

El alcalde revisaba papeles en un intento más por llevar un orden en aquella oficina, cuando entró su secretaria algo apresurada.

—¡Sr Alcalde, un señor de la ciudad pregunta por usted!
—¿De la ciudad? —contestó sorprendido, —¡Hágalo pasar!
—Sí señor.

El Alcalde trató de recordar la última visita que tuvo de un representante oficial, pero su esfuerzo fue inútil. Ni siquiera se preocupaban de enviarle las nuevas ordenanzas.

—¡Buenas tardes sr Alcalde! Soy el doctor Ramírez, pertenezco a una junta de salud del ministerio y vengo con la intención de realizar unas visitas, si es posible, a todos los pobladores de este lugar. El alcalde se quedó mirando a aquel hombre, alto y extremadamente flaco, por un momento sintió que se había quedado congelado.

—¡Unas visitas! y eso… ¿para qué?
—Son para unos estudios toxicológico producto de la contaminación...
—¿Qué clase de contaminación?

El doctor Ramírez metió su mano en el bolsillo y saco algo como una piedra negra y brillante, levantó la mano y el alcalde no supo que hacer y no hizo más preguntas.

—¡Cómo no señor! ... Digo Dr. Ramírez, haré lo que usted necesite, para eso estamos. ¡Sra. Amanda, venga acá!, necesitamos hacer unas ordenes de trabajo.
—¡Si Sr. Alcalde, lo que usted ordene!

El Dr. Ramírez sonrió de manera enigmática y pensó:
Está en este pueblo y lo voy a encontrar, después de todo, creo que esto será más fácil de lo que imaginé.

Lucía siempre esperaba a su padre para cenar, ella se encargaba de todo lo que necesitaba para la comida de ese momento. Deseaba que su padre entendiera que ya no era una niña, sino una mujer preparada para enfrentar la vida y atender las necesidades de la casa.

Miró el reloj pegado a la pared y torció el gesto. Ya era tarde, seguro que Mateo se preparaba para encender las luces del pueblo, era el empleo que logró conseguirle con su padre, aunque la condición que tuvo que aceptar no fue muy halagadora, significaba que tenía que mantenerse lejos de él, pero a Mateo no le importaba y ella sabía bien de su condición especial y guardaba su secreto. Promete lo que quieras, no tengas miedo, le dijo.

En el pueblo todo era confusión. El doctor Ramírez se había instalado en un pequeño galpón para vacunar a todos los pobladores. El Alcalde y sus oficiales de policía iban sacando a todos de sus casas. La jornada era obligatoria.

—Ya saben amigos, después de la vacuna se van temprano a descansar, mañana todo estará bien, —les decía el Dr. Ramírez.
—¿Todo bien Dr. Ramírez? Es tarde, podemos seguir mañana con los que faltan, !Usted debe estar cansado!
—Según la estadística de los habitantes, ya faltan pocos, es mejor no perder tiempo, el viento es nuestro enemigo en este momento, viene soplando por el sur y lo que trae no es nada bueno. Si queda alguno sin recibir, quizás mañana celebramos su funeral.
—¿Pero aún no me ha vacunado a mi Dr.?
—No sé preocupe Sr Alcalde, su vacuna está asegurada. Dígame una cosa, señor, ¿hay hechiceros en este pueblo?
—¡Hechiceros! ¡Claro que no! Estoy totalmente en desacuerdo con esa práctica diabólica, aunque tuvimos uno hace tiempo.
—¿Y Qué le pasó?
—Hay una lápida con su nombre en el cementerio.

El Dr. Ramírez sintió un estremecimiento, estaba seguro de no estar equivocado. Lo que el buscaba, estaba en el pueblo. Casi había vacunado a todos los vecinos y su radar no se había activado, pero él, lo olía en el aire.

Lucía salió un momento para encontrarse con Mateo, ella sabía que, a esa hora, él estaba a punto de encender las luces del pueblo. Se sorprendió cuando vio allí a Juan el bodeguero, estaba algo alterado por lo que estaba pasando.

—!Lucía! ¿Qué haces aquí, no te han vacunado?
—No señor Juan, pero siento que algo raro está pasando, mi papá no vino a cenar.
—¡A mí no me dio buena espina ese señor! —habló Mateo desde adentro del cuarto de máquinas.
—Todos van y se encierran, esto parece un pueblo fantasma, mi bodega quedó sola, cosa que nunca sucede.

Mateo encendió las luces y el pueblo se iluminó.

—¡Pero si aquí está la luz de mi camino! ¡Qué alegría verte Lucía!
—¿Qué está pasando Mateo?
—Aún no lo sé, pero hay que alejarse y esconderse en el bosque, siento que hay fuerzas oscuras, hay que protegerse.

Cuando las luces se encendieron el Dr. Ramírez se sorprendió.

—Sr Alcalde, el que encendió las luces, aún no pasado por acá, ¿sabe quién es?
—Mis oficiales están haciendo el recorrido para ver quién falta.
—Sr. Alcalde, usted tiene una hija y ella tiene un romance que usted desaprueba.
—¿Cómo sabe usted eso, Dr. Ramírez?
—Se muchas cosas... pero no sé quién encendió las luces...
—¡Mateo!...

El Dr. Ramírez sonrió cuando vio como los colores del Alcalde, mostraron mucha contrariedad.

—¡Oficiales, Hay que buscarlo! Presiento que ese hombre quiere deshonrar a mi familia.
—¿Lo acompaño Señor Alcalde?
—¡No Dr. Ramírez!... los problemas familiares, los resuelvo yo.
—Cómo usted diga Señor Alcalde.
El Dr. Ramírez sonrió, mientras lo veía alejarse junto a sus dos oficiales.
—Bueno sr Mateo, yo también iré por ti.

Mateo sintió una vibración extraña, termino de recoger algunos alimentos y los metió en la mochila. Cuando abrió la puerta vio la sombra alta y delgada.

—Mateo, vaya, al fin te conozco, y se quién eres, por eso, te ando buscando. El hacedor de milagros que tanto he buscado, —dijo el doctor Ramírez con ironía, —No sabes cuánto tiempo he esperado este momento. Por fin podré alimentarme de tu magia y hacerme más poderoso.

Mateo retrocedió asustado. No entendía lo que estaba pasando. ¿Cómo sabía ese hombre que él era un hacedor de milagros? ¿Qué quería decir con alimentarse de su magia?

— ¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí? —preguntó Mateo.

— Soy un hechicero, como tú, pero mucho más antiguo y experimentado —respondió el doctor Ramírez, — Y lo que quiero de ti, es tu esencia, tu alma, tu vida. Con este anillo puedo absorber la magia de los hacedores de milagros como tú y usarla para mis propios fines. Eres un bocado muy apetitoso, Mateo.

Mateo no hallaba que hacer. Mentalmente pronunció unas palabras que levantaron una ráfaga de viento que envolvió al Dr. Ramírez y lo tiró al piso, esto lo aprovecho Mateo para correr y perderse entre la maleza.

—Me sorprendiste muchacho, pero ya te alcanzaré.

Mateo corrió hacia el bosque, donde esperaba encontrar a Lucía. Ella era la única que podía ayudarlo en ese momento. Pero cuando llegó al lugar donde solían encontrarse, se llevó una terrible sorpresa. Vio a Lucía atada a un árbol, con una mordaza en la boca y una expresión de terror en los ojos. Junto a ella estaba su padre, el Alcalde, que lo miraba con furia y desprecio.

—¡Mateo! ¡Maldito seas! ¡Así que tú eres un hechicero y haz estado engañando a mi hija y a todo el pueblo! —gritó el Alcalde,—¡No sabes el daño que has hecho a este pueblo! ¡Has traído la desgracia y la maldad a este lugar!

Mateo no podía creer lo que veía. ¡El alcalde había golpeado a su hija! y había descubierto su secreto. ¿Qué pensaba hacer ahora? Sentía que fuerzas oscuras lo tenían atrapado.

—¡Deje ir a Lucía! ¡No le haga más daño! —exclamó Mateo, — ¡Ella no tiene culpa de nada! ¡Yo le explicaré todo! ¡Pero suéltela!
—No hay nada que explicar, Mateo. Todo está claro. Eres un brujo, un demonio, un ser del mal. Has hechizado a mi hija para que se enamore de ti. Pero no te preocupes, pronto acabaré con tu maldición, acabaré con tu vida y liberaré a Lucia de tu hechizo.

El Alcalde sacó la pistola de su cinturón y lo apuntó. Mateo sintió pánico. ¿Qué podía hacer?
Una voz entró en el pensamiento de Mateo: “piensa en tu abuelo y te ayudará. Era la voz de Juan el bodeguero, que venía enredada en la brisa fresca del bosque. Ahí fue cuando vio a su abuelo que venía sonriente y le decía que encendiera su luz, la oscuridad solo necesita luz, hijo, la gente del pueblo te necesita... luego, como un pequeño relámpago, desapareció.

En ese momento, se escuchó un grito detrás de él. Era el doctor Ramírez, que había llegado para unirse al ataque. El también portaba una pistola en su mano.
—¡No dispare, señor Alcalde! —gritó el doctor Ramírez, —ese muchacho es mío. lo he estado buscando durante años. Es un hacedor de milagros, una especie muy rara y valiosa. No puede matarlo, así como así. Tiene que entregármelo a mí.

El alcalde se sorprendió al ver al doctor Ramírez. No entendía qué estaba pasando. ¿Quién era ese hombre? ¿Qué quería con Mateo? ¿Qué era un hacedor de milagros? El doctor le había dicho que era un hechicero.

— ¿De qué está hablando, doctor? —preguntó el Alcalde, — ¿Qué es un hacedor de milagros? ¿Qué quiere con ese hechicero?
— No tengo tiempo de explicarle, señor Alcalde —respondió el doctor Ramírez, — Solo le puedo decir que ese muchacho es muy importante para mí, para la ciencia, para el mundo. Tiene unos poderes increíbles que pueden cambiar la realidad y yo soy el único que puede estudiarlos y controlarlos. Así que hágase a un lado y déjemelo a mí.

El alcalde se negó a obedecer al doctor Ramírez. No le importaba lo que dijera ese hombre. Solo le importaba su hija y su pueblo. Y estaba decidido a acabar con el hombre que había hechizado a su hija.

— No me importa lo que usted diga de ese muchacho, doctor, —dijo el Alcalde, —para mí, solo es un hechicero que ha traído la desgracia y la maldad a este lugar y yo soy el responsable de proteger a este pueblo. Así que no se interponga en mi deber.

El Alcalde y el doctor Ramírez se miraron con odio y desconfianza. Ambos tenían sus pistolas apuntando y Mateo estaba en el medio. Ambos lo querían por diferentes motivos.
Lucía temblaba horrorizada, Juan el bodeguero no podía evitar nada y los policías del Alcalde solo esperaban. Mateo levantó las manos y de ellas fueron saliendo miles de mariposas resplandecientes y cegadoras. La noche se iluminó, el cuerpo de Mateo era un haz de luz relampagueante.

Los disparos rompieron el silencio y las balas cruzaron entre la luz atravesando a Mateo y el Alcalde cayó herido. El Dr. Ramírez fue empujado por un golpe de luz y cuando quiso levantarse una lluvia de mariposas resplandecientes lo envolvió y lo levantó, elevándolo hacia las nubes. A lo lejos, como un eco apagándose, se oyó una voz que se fue perdiendo en la noche: —nos volveremos a ver Mateo.

—¡Levántate hijo! — le dijo Juan el bodeguero.
—Tenía razón el abuelo, la luz mata la oscuridad.
Lucía que había sido soltada por los oficiales corrió a abrazar a Mateo.
—Vamos Mateo, el pueblo necesita que enciendas la luz, esta vez no son los faros, —Juan el bodeguero, sonrió, —el Alcalde está herido, hijo, pero ya tendrás tiempo de hacer otro milagro.

Tribulations of a miracle worker

It had been several months since they had seen a vehicle enter the town, they kept watching as the car smoked going up the hill and they could barely see it. They sat in front of their houses to watch it when it arrived, they began to make bets with the name of a neighbor who had not lived in town for some time.

—Someone remembered that there are still people in these mountains, —said Juan the cellarman.

It was a small Jeep, they had put a cab in it and something strange was noticeable.
The man stopped and lowered the window, everyone saw his elongated and bony face, he showed a forced smile and asked:

—Where can I get the mayor?

No one spoke, but the man could count a good number of fingers pointing to an old house a few yards away. He turned the glass back up and continued the tour.

—That's not around these parts, — said the cellarman. I think there are several who lost the bet, — they all laughed.

Mateo, who was one of the spectators, felt a slight shiver. He put his hands in his pockets so that no one would see the sparks flying, separated from the group and walked towards the wooded part of town. He remembered his grandfather's words:
—Danger creates light alarms, it means darkness lurks, stay away and let nature shelter your senses.

He liked the solitude covered by nature, he had managed to understand the essence of butterflies and that flight almost identical to the leaf that falls retained by its weight and lets itself be carried away and there in that communion, turned its light into a rain of luminous wings that were lost from his sight to carry a message.

Lucia, the mayor's daughter waited from the only balcony that existed in the village, the arrival of that small rain of light butterflies that filled her monotonous life, she let herself be caressed and felt Mateo's voice expressing the dreams that he harbored with her.

The mayor was reviewing papers in an attempt to bring order to the office, when his secretary entered in a hurry.

—Mr. Mayor, a gentleman from the city is asking for you!
—From the city? —he answered surprised, —Send him in!
—Yes, sir.
The Mayor tried to remember the last visit he had from an official representative, but his effort was useless. They did not even bother to send him the new ordinances.

—Good afternoon, Mr. Mayor! I am Dr. Ramirez, I belong to a health board of the ministry and I come with the intention of making some visits, if possible, to all the inhabitants of this place.
The mayor stared at the tall and extremely skinny man, and for a moment he felt as if he had frozen.

—Some visits! And that... what for?
—They are for some toxicological studies due to the contamination...
—What kind of contamination?

Doctor Ramirez put his hand in his pocket and took out something like a black and shiny stone, he raised his hand and the mayor did not know what to do and did not ask any more questions.

—Of course, sir! ... I said Dr. Ramirez, I will do whatever you need, that's what we are here for. Mrs. Amanda, come here, we need to make some work orders.
—Yes Mr. Mayor, whatever you order!

Dr. Ramirez smiled enigmatically and thought to himself:
He is in this town and I am going to find him, after all, I think this will be easier than I imagined.

Lucia always waited for her father for dinner, she took care of everything she needed for the meal at that moment. She wished her father understood that she was no longer a child, but a woman ready to face life and take care of the needs of the household.
She looked at the clock on the wall and twisted her face. It was already late, surely Mateo was getting ready to turn on the lights in town, it was the job he managed to get her with her father, although the condition she had to accept was not very flattering, it meant she had to stay away from him, but Mateo didn't care and she knew well of her special condition and kept her secret. You can promise whatever you want, don't be afraid, she told him.

In town all was confusion. The Ramirez doctor had been installed in a small shed to vaccinate all the people. The Mayor and his police officers were taking everyone out of their homes. The day was mandatory.

—You know, friends, after the vaccine will be early to rest, tomorrow will all be well —les said Dr. Ramirez.
—Everything all right, Dr. Ramirez? It is late, we can continue tomorrow with those who are missing, you must be tired.
—According to the statistics of the inhabitants, only a few are missing, it is better not to waste time, the wind is our enemy at this moment, it is blowing from the south and what it brings is not good. If there are any left unaccepted, perhaps tomorrow we will celebrate their funeral.
—But haven't you vaccinated me, Dr. Ramirez?

—Don't worry, Mr. Mayor, your vaccination is assured. Tell me something, sir, are there wizards in this town?
—Sorcerers! Of course not! I totally disagree with that diabolical practice, although we had one some time ago.
—And what happened to him?
—There is a tombstone with his name on it in the cemetery.

Dr. Ramirez felt a shudder, he was sure he was not mistaken. What he was looking for was in the town. He had almost vaccinated all the neighbors and his radar had not been activated, but he could smell it in the air.

Lucia went out for a moment to meet Mateo, she knew that, at that hour, he was about to turn on the lights in town. She was surprised when she saw Juan the cellarman there, he was a little upset by what was happening.

—Lucia, what are you doing here, haven't you been vaccinated?
—No sir Juan, but I feel that something strange is going on, my father did not come to dinner.
—I don't have a good feeling about that man! —Mateo spoke from inside the machine room.
—Everyone goes and locks themselves in, this looks like a ghost town, my cellar was left alone, something that never happens.

Mateo turned on the lights and the town was illuminated.

—But here is the light of my road! It's so good to see you, it's so bright!
—What's going on, Mateo?
—I don't know yet, but we have to get away and hide in the forest, I feel that there are dark forces, we have to protect ourselves.

When the lights came on Dr. Ramirez was surprised.

—Mr. Mayor, the one who turned on the lights has not yet passed this way, do you know who he is?
—My officers are doing the tour to see who is missing.
—Mr. Mayor, you have a daughter and she is having an affair that you disapprove of.
—How do you know that, Dr. Ramirez?
—I know many things... but I don't know who turned on the lights...
—Mateo!
Dr. Ramirez smiled when he saw how the mayor's colors showed a lot of contrariness.
—Officers, we have to look for him! I have a feeling that man wants to disgrace my family.
—Shall I accompany you, Mr. Mayor?
—No, Dr. Ramirez!... I will solve the family problems.
—As you say Mr. Mayor.

Dr. Ramirez smiled, as he watched him walk away with his two officers.

—Well Mr. Mateo, I'll come for you too.

Mateo felt a strange vibration, he finished picking up some food and put it in his backpack. When he opened the door he saw the tall and thin shadow.

—Mateo, well, at last I know you, and I know who you are, that's why I'm looking for you. The miracle worker I have been looking for so long, — said Dr. Ramirez with irony, —You don't know how long I have waited for this moment. At last I will be able to feed on your magic and become more powerful.

Mateo stepped back in fear. How did this man know he was a miracle worker? What did he mean by feeding on his magic?
— Who are you? What do you want from me? —Mateo asked.

— I am a sorcerer, like you, but much older and more experienced, — answered Dr. Ramirez, —And what I want from you is your essence, your soul, your life. With this ring I can absorb the magic of miracle workers like you and use it for my own purposes. You are a very tasty morsel, Mateo.

Mateo couldn't figure out what to do. Mentally he uttered a few words that raised a gust of wind that enveloped Dr. Ramirez and knocked him to the ground, this Mateo took advantage of to run and get lost in the undergrowth.

—You surprised me, boy, but I'll catch up with you.

Mateo ran into the forest, where he hoped to find Lucia. She was the only one who could help him at that moment. But when he arrived at the place where they used to meet, he got a terrible surprise. He saw Lucia tied to a tree, with a gag in her mouth and a terrified expression in her eyes. Next to her was her father, the Mayor, who was looking at him with fury and contempt.

—So you are a sorcerer and you have been deceiving my daughter and the whole town! —shouted the Mayor. — You don't know the harm you have done to this town! You have brought misfortune and evil to this place!

Mateo could not believe his eyes. The Mayor had beaten his daughter! and had discovered his secret. What was he going to do now? He felt that dark forces had him trapped.

—Let Lucia go! Don't hurt her anymore! —She's not to blame for anything! I'll explain everything! But let her go!
—There is nothing to explain, Mateo. Everything is clear. You are a witch, a demon, a being of evil. You have bewitched my daughter to fall in love with you. But don't worry, soon I will end your curse, your life and free Lucia from your spell.

The Mayor took the pistol from his belt and pointed it at him. Mateo panicked, what could he do?
A voice entered Mateo's thoughts: "think of your grandfather and he will help you. It was the voice of Juan the cellarman, coming in the cool breeze from the forest. That's when he saw his grandfather coming smiling and telling him to turn on his light, the darkness just needs light, son, the people of the village need you... then, like a small flash of lightning, he disappeared.

At that moment, a scream was heard behind him. It was Dr. Ramirez, who had arrived to join the attack. He also carried a pistol in his hand.

—Don't shoot, Mr. Mayor! —I've been looking for him for years. He is a miracle worker, a very rare and valuable species. You can't kill him, just like that. You have to hand him over to me.
The mayor was surprised to see Dr. Ramirez. He didn't understand what was going on. Who was this man? What did he want with Mateo? What was a miracle worker? The doctor had told him he was a sorcerer.
— What are you talking about, doctor? —asked the Mayor, —What is a miracle worker? What do you want with that sorcerer?
— I don't have time to explain, Mr. Mayor, — answered Dr. Ramirez, —I can only tell you that this boy is very important to me, to science, to the world. He has incredible powers that can change reality and I am the only one who can study and control them. So step aside and leave him to me.

The mayor refused to obey Dr. Ramirez. He did not care what the man said. He only cared about his daughter and his people. And he was determined to put an end to the man who had bewitched his daughter.

— I don't care what you say about that boy, doctor, — said the Mayor, —to me, he is just a sorcerer who has brought misfortune and evil to this place and I am responsible for protecting this town. So don't get in the way of my duty.

The Mayor and Dr. Ramirez looked at each other with hatred and distrust. They both had their guns pointed and Mateo was in the middle. They both wanted him for different reasons.

Lucia was trembling in horror, Juan the cellarman couldn't help anything and the Mayor's policemen were just waiting. Mateo raised his hands and thousands of glowing and blinding butterflies came out of them. The night was illuminated, Mateo's body was a beam of flashing light.

The gunshots broke the silence and the bullets crossed through the light piercing Mateo and the Mayor fell wounded. Dr. Ramirez was pushed by a blow of light and when he wanted to get up, a rain of shimmering butterflies enveloped him and lifted him up, raising him towards the clouds. In the distance, like an echo fading away, a voice was heard that was lost in the night: -we will see each other again Mateo.

—Get up, son! — said Juan the cellarman.
—He was right, grandfather, light kills darkness.
Lucia, who had been released by the officers, ran to embrace Mateo.
—Come on, Mateo, the town needs you to turn on the light, this time it's not the headlights, —Juan the cellarman smiled, —the Mayor is wounded, son, but you'll have time to work another miracle.

_{The images were generated with artificial intelligences: Dream.ai from Wombo and Photoleap, the editing was done with PhotoScape.
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