Pero firma Álex Padrón. Lo cierto es que en mi casa soy bastante famoso... a la hora de la comida. Aunque he publicado quince libros (ojo, todos con sellos tradicionales), he ganado algunos premios y llevo treinta y ocho años dedicado a esto de escribir, lo más probable es que no hayas oído mi nombre.
Quizás te guste la poesía, el thriller o la ciencia ficción, pero mi trabajo no te sonará. Y no es tu culpa: la responsabilidad es enteramente mía.
No destaco por mi físico, no soy influencer, ni aparezco en televisión o suplementos culturales. Tampoco soy un académico de la lengua. Si alguna vez di clases en la universidad, fue gracias a una carrera tan alejada de las letras como Farmacia, pero incluso eso lo dejé hace diez años para escribir más (y ojalá mejor) y aprender el arte de editar.
Ser cubano tampoco excusa mi anonimato. Leonardo Padura es cubano y casi lo nominan al Nobel este año. Mis editores son españoles, estadounidenses y alemanes, y, aunque parezca irónico, soy más conocido fuera de mi país que dentro. Y la culpa —maldita sea— es solo mía. La carrera perfecta por motivos equivocados
Confucio decía que si amas tu trabajo, nunca sentirás que trabajas. A mí me apasiona contar historias, y empecé a hacerlo cuando me quedé sin libros que leer.
Hoy eso no sería un problema: hay miles de libros en librerías, bibliotecas y plataformas digitales (y ojalá no uses esos sitios piratas). Pero crecí en un lugar donde los libros, aunque baratos, eran escasos. Tan escasos que, tras devorar todos los que me interesaban, tuve que inventar los míos y aprender a narrarlos bien.
Mucho ha llovido desde entonces. Tanto que pasé una década sin escribir después de que me negaran un premio que había ganado limpiamente. No me arrepiento del camino: aunque pude tomar decisiones más sabias, al menos acumulé experiencias únicas —las que ningún manual enseña— y ahora las vuelco en mis textos.
Pero de nada sirve contar historias desde el fondo de un pozo si nadie te escucha. Y esta es una profesión en la que pagas por adelantado. Si quieres que te narre las aventuras de mis personajes, tendrás que hacer como en el teatro: pagar primero, sin garantía de que te guste la función.
Para quienes buscan fama o dinero, esto no es problema, porque publicar un libro ya es la meta. Muchos creen que, una vez impreso, la editorial se encargará de llevarlo a millones de lectores.
Y nada más lejos de la realidad.
Aunque ni mi gato ni mi madre me reconocen a la hora de comer, al menos hoy, al leerme, me has dado la oportunidad de presentarme. Si quieres saber más, te invito a explorar mis poemas, relatos y consejos en mi página de autor.
(Continuará)