Me refiero específicamente a una minoría de venezolanos residentes -legales o no- de los Estados Unidos de América. En ese país se categoriza de Latino a todo aquel de habla hispana y encasillan culturas, modos y raíces distintas en un solo lote; por su parte, los “Latinos” lo asumieron porque, aunque son una comunidad en ascenso, con cada comunidad por separado serían minorías irreconocibles y sin potencial mediático, económico y político. Hasta allí vamos bien.
Mi tema se centra en que la realidad interna de Venezuela y nuestras necesidades e intereses políticos de cambio, democracia, libertad y desarrollos; así como también la naturaleza de nuestra migración y exilio son muy distintos al migrante mexicano, haitiano o argentino; por ejemplificar.
En ese sentido, es obvio que la posición política y social de un migrante mexicano desplazado por la violencia de los narcos en la frontera es y debe ser muy distinta al de un migrante venezolano despedido de PDVSA.
Del mismo modo que la posición política de un perseguido político real (no los que introdujeron solicitudes de asilo sin causa real) es muy distinta al de un migrante uruguayo.
En ese sentido, pensar como “latino” puede terminar siendo una contradicción entre las necesidades e intereses del país de origen versus los intereses individuales del migrante. En ese sentido, dejar atrás la venezolanidad y no comprender quienes son los aliados para lograr la libertad y la democracia en nuestro país es algo que, aunque es decisión individual y respetable de cada quien, al menos amerita un debate mínimo porque afecta a quienes nos quedamos a luchar.
Pido disculpas por mi sarcasmo descontextualizado, pero es cierto; necesitamos que las comunidades venezolanas en países extranjeros apuesten y se movilicen a favor de nuestros aliados y en contra de nuestros adversarios. Entiendo que es una prerrogativa sumamente reduccionista y que puede generar pensamientos conflictivos en cada uno de los migrados porque pudiera atentar contra convicciones e ideologías propias, es duro, lo sé. Pero así son las crisis y la crisis venezolana es, por mucho, la peor de la historia contemporánea del continente y su solución o no también impacta a todo el continente.
Tenemos una responsabilidad -quienes deseemos asumirla, quien no… No- de hacer todo lo que esté en nuestras manos para lograr el cambio en Venezuela, eso supone entender la realidad y las necesidades.
Cada quien tiene derecho a tener y publicitar la posición política que prefiera, pero que entienda antes el contexto de su posición; si prefiere pensar como venezolano y en Venezuela o, por el contrario, dejar atrás sus raíces, olvidar la crisis que lo expulsó, y se suma a una comunidad interna del país receptor porque no desea regresar.