- Yo morí el 14 de Mayo de 2018.
Para hablar de esa muerte tengo que remontarme a mi agonía el 30 de abril. Ese día necesitaba saber si de una vez por todas obtendría el grado por el que tanto había luchado.
La mañana de ese 30 continuaba buscando la información para la fecha del grado (y que a su vez se fijara la fecha de mi ejecución...). La encontré en Twitter: 2 y 3 de mayo. Si lo pienso, hoy 14 pareciera que ha pasado mucho más tiempo ¡Qué lento pasa el tiempo en el purgatorio!. Jamás imaginé que mi gusto infinito por los terminales de autobuses serían mi camino a la expiación, es como los círculos del infierno según Dante.
Mientras veo alrededor, y esperamos la llamada para abordar la barcaza de Caronte vía San Antonio del Táchira, el resto de la gente se despide, juega, habla, elude la muerte que yo a padecí. 1:05 pm...
El 1ro de mayo me fui a Maraca para poder cumplir mis citas el 2 el 3 de mayo, en vista del tema transporte...detalles "pequeños". Néstor me tendió la mano.
Transcurrían el 1ro y el 2, sabiendo que el 3 era inminente. Así llegaba: ese día fui el último en entrar al teatro Alfredo Célis Pérez y mi familia llegaba sobre la hora...casi se pierden el acto de grado, solo quería que llegaran, porque era la única razón de asistir al acto...que ellos lo disfrutaran. Yo solo pensaba que en el momento en que el secretario colocara el título en mi mano tendría que partir. ¡Ah! que sensación tan agridulce: mis papás y hermanos tan orgullosos y al mirarlos no sé si vi un reflejo o un genuino dolor camuflado...quizá solo fue lo que quise ver.
1:06 pm, comienzan a recoger las cédulas para llevarnos a la unidad "Hino" para guardar el equipaje. A la 1:10 pm comienzan las muertes a mi alrededor, yo revivo mi funeral de las 6:30 am mientras me despedían a bordo de otro amor infinito: una ENCAVA E-NT610 "Caregrillo" desde Los Teques hacia Valencia, lloré contra mi voluntad unos 10 minutos (detesto llorar, maldije al cáncer de Miraflores mentalmente). Guardo una de las maletas entre abrazos y sollozos de mujeres, jóvenes y hombres...sí, hombres llorando por la amarga despedida.
Todos ven, nadie observa.
El calor sofocante de las 2 pm comienza a pasar factura y a pesar de que es una unidad de 32 puestos, el desfile de maletas y gente que viaja de pie no para: baja y sube, sube y baja.
La gente impaciente pide salir ya, yo en cambio no tengo apuro, por mi congelaría eternamente este momento.
Nos vamos. La gente que se queda evoca las despedidas de los puertos de antaño: hay una señora con un pañito verde claro que lo agita mientras llora.
10 autobuses rumbo a la frontera, 10 autobuses llenos de valientes o cobardes según la óptica de quién lo ve.