.5. Cúcuta no es lo que vemos en Venezuela.
En el carrito por puesto que me lleva al terminal y que había salido de la frontera me consigo con que esa parte convulsa pegada a la división con Venezuela y que recuerda a la Redoma de Petare, a Antímano, o a los alrededores de la Basílica de la Chinita: suciedad, vendedores ambulantes, casas de cambio, agencias de viaje, transporte público, bodegas, abastos, etc. cuando sales de allá, ves una autopista que no tiene nada que envidiar a la Regional del Centro en Venezuela, al contrario: la señalización, iluminación, pavimentado y espacio parecen desproporcionados, demasiado perfecto para unos ojos que están muy acostumbrados al caos caraqueño. Hay carros venezolanos por montón, la Casa de Santander, casas, negocios, centros comerciales que harían ver a los del Este de Caracas como estructuras retrógradas. La mayoría de las avenidas principales se ven como la calle que pasa por el frente del Hotel JW Marriot en El Rosal, Municipio Chacao, Estado Miranda en La Gran Caracas.
El terminal de autobuses recuerda a la época dorada del Big Low Center de Valencia. Allí me encontré de nuevo con Javier y el nativo de Medellín, el Sr. Misael (que alegría tan grande, era como si los conocía de toda la vida. Fue como reencontrarse con un viejo amigo. Cuando uno tiene tan poquito, cualquier muestra de afecto genuina llena, no imaginan cuanto). El terminal, full de venezolanos, estaría vacío "que da miedo" en otra antigua época, ese terminal, lleno de casas de cambio, kioskos con productos venezolanos y otros que ya no se ven en Venezuela, guarda equipaje, baños con ducha, infinidad de boleterías de muchas líneas de autobuses es lo más cercano que te recuerda a la pre-decadente Venezuela en la que crecí.
Me sentí en casa por un momento...
Nos hicimos compañía hasta que tomamos nuestros autobuses y seguí viendo más de la Cúcuta con aspecto de la Bogotá de las novelas (como "Betty, la Fea") que veía con mi mamá.