.8.La Ciudad de Los Estratos
Más o menos al mediodía del 16 de mayo estaba entrando a Bogotá, indudablemente por el norte de la ciudad, ya que la infraestructura me recordó lo chic de Caracas y San Diego (estado Carabobo). El que vio TV colombiana sabrá que Colombia está subdividida por estratos sociales: desde el precario 1 hasta el acomodado 6. Mi sospecha fue confirmada por Eduardo, un antiguo compañero de clases en bachillerato con el chateé durante mi estadía en Bogotá (otro venezolano que se fue buscando futuro para él, su familia y sobre todo su hijo).
El norte de Bogotá es un sólido 6, es perfectamente una ciudad de ensueño (aunque para alguien que viene saliendo de un lugar anárquico, casi cualquier cosa es mejor que mi amado y odiado hogar). En el recorrido de una pequeña parte de la ciudad se puede ver como a medida que se avanza al sur, el estrato va bajando, desde edificios espectaculares hacia quintas, casas y casitas de estrato 3, supongo, según lo poco que aprendí mientras crecía viendo TV colombiana. De una cuadra a otra se nota la diferencia, es como colocar dos piezas de un rompecabezas que encaja pero que no van juntas.
A medida que iba adentrándome en la ciudad vi concesionarios Mercedes-Benz, Kia, Mitsubishi, Citröen, Toyota, Suzuki, Chevrolet y una cantidad de marcas chinas que no sabía que existían. También vi aquellas referencias de otrora: Hipermercado Éxito, Farmatodo, Makro... eran emociones contradictorias: por un lado la emoción de ver abundancia tan familiar en mi Venezuela de antaño y por otra parte el desengaño del atraso y la desidia en la misma Venezuela. Y aunque yo estoy viendo oro, para mi es un espejismo, solo veo el resplandor de algo que no podrá ser mío, si no me convierto en en alguien digno de la más bonita del salón, aquella que acaba de entrar por la puerta y que, como no la conoceré, no debo dejar que me deslumbre su belleza física. Ojalá fuese así de sencillo...
La tarde se me fue hablando con unos compañeros de autobús que se iban a Perú (siempre me pregunto que habrá sido de ellos), 10 en total: 5 con pasaporte, 5 sin pasaporte. Venían de la ciudad tachirense de San Cristóbal y me ofrecían comida, sabiendo que yo debía llegar al día siguiente a mi destino y a ellos todavía les faltaban 4 días más. Una familia genial, al menos eso me pareció. Se marcharon a las 4:15 pm hacia Cali para seguir hacia el sur. Compartimos una dosis anti influenza H1N1, ¿Quién iba a pensar que con o sin pasaporte podías colocarte esa inyección, además de fiebre amarilla y sarampión, gratis y sin mucha cola? En cualquier sitio con una política de salud mejor que en mi país, claro está.
A medida que entra la noche soy más consciente de mi cansancio, al menos me pude cambiar parte de la ropa que uso desde el lunes, me acicalé un poco y eso me inyectó algo de energía aunque de verde necesito un baño y descansar en una cama. Mi efusividad se evapora y vuelvo a ser consciente de qué dejé en Venezuela y que me espera en Medellín.