Juan iba pasando por las cercanías de un cementerio cuando una falla mecánica lo obligó a detener su vehículo. Al bajarse del automóvil, nota que una mujer muy alta y elegante se aproxima hacia él. Extrañamente, al llegar la mujer, al automóvil se le quita la falla y Juan enciende el motor sin ningún tipo de problema. Juan le pregunta a la mujer ¿qué haces por aquí tan solitaria en esta noche tan fría?- la mujer no respondió, y sin previo aviso, abrió la puerta del auto y se subió sin permiso. Juan acepta llevarla y le pregunta ¿a dónde quieres que te lleve?- la mujer responde haciendo señales con la mano. Nunca habló.
Al día siguiente, Juan pasa de nuevo por el cementerio, ya que esa era su ruta para ir al trabajo y para volver a casa. De regreso, se encuentra de nuevo a la mujer quien le pide que la lleve haciendo gestos con la mano, Juan detiene el auto, y la mujer sube, nuevamente le indica que la lleve a su casa, una casa con aspecto un poco tenebroso.
Pasaron muchas semanas, y para Juan ya era cotidiano recoger a la mujer en el mismo lugar todos los días, hasta que se fueron enamorando. Pero a Juan le preocupaba que la mujer no hablaba, solo con señas, pero si podía escuchar. Juan pensó que era un problema médico y nunca se lo preguntó.
Juan siempre quiso ir a visitarla, pero ella nunca se lo permitía. Luego de 3 meses, Juan se para muy temprano y decide ir a casa de su novia de una vez por todas, enciende su auto y se dirige hacia allá. Al llegar a la fea casa, empieza a llamar a la puerta, pero no obtiene respuestas. Un anciano del vecindario se percata de la situación y se acerca hacia él y le pregunta ¿a quién busca? A lo que él responde: a mi querida novia.
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El anciano se queda mirándolo fijamente por un largo rato, y le responde: amigo en esa casa no vive nadie desde hace poco más de 40 años, cuando su dueña se suicidó ahorcándose. Juan le pregunta ¿se acuerda cómo era la persona que vivía allí? El anciano responde que era una mujer muy alta y que presentaba problemas para hablar, solo lo hacía mediante señas.
Juan tragó un poco de saliva, encendió su auto y nunca más volvió a pasar por ese cementerio donde recogía a esa mujer.