
Como cada dia, en la tarde al llegar de la escuela él siempre me recibía con gran entusiasmo, movía la cola con desesperación y celebraba el verme. Sin embargo hoy la historia era diferente, él no estaba ni en la puerta de la casa, ni por los pasillos. Lo busqué con desesperación, pero no se dejaba encontrar, entonces lo escudriñe en un lugar en el que tendría la certeza de que estaría, en el jardín de la casa, junto a su árbol.
Me apresuré a buscarlo y justo en el piso junto a la puerta tropecé con algo, lo levanté y era un marcador de punta gruesa color azul destrozado, con lo que ya sabía que eran las marcas de los dientes de mi perro. Un temor me invadió y con más razón corrí a buscarlo, pero con la gran preocupación de que él podía estar bajo un envenenamiento a causa de aquel plumón permanente.
Mi corazón se sacudió, y lo que para mí fueron los segundos y escasos metros más largos de toda mi vida, vi a aquel sinvergüenza comiendo mango, sosteniéndolo con ambas patas, y cuando me vio sonriendo pude ver que no solo la semilla que acababa de comer estaba de color violeta, sino su lengua.
Aquel perro tragón y travieso había jugado con aquel marcador, destrozándolo con sus dientes, y como no quedó satisfecho, decidió comer uno de los muchos mangos que se habían caído del árbol. Lo llevamos al veterinario, para verificar que el consumo de tinta no fuera letal, y el veterinario solo nos respondió:
-El mango lo salvo, tendrá la lengua violeta, pero estará bien.

Esta historia es de la vida real, y si quieres participar en el concurso de Micro cuento de Missu ingresa a este Enlace, la verdad me parece un concurso divertido y entretenido. ¡Saludos!