Repasemos. Soy Romel, mujer, madre, venezolana, teatrera, cantante, poeta, artesana, emprendedora, conviviente con un cáncer de seno, positiva, y sobre todo, lucho cada día de mi vida por ser parte de la diferencia y no del problema. Tengo 44 años de edad y aunque ya comienzan a aparecer mis canas y mi cuerpo sufre los efectos de un tratamiento oncológico, mi espíritu y mi mente siguen teniendo 20 eternos años...
Creo en Dios por sobre todas las cosas y estoy aun en el mundo con un propósito que quizá aún no he cumplido. Trato de sonreír a diario, incluso cuando pareciera no haber motivos para hacerlo, Yo escojo sonreír. Agradezco a Dios que me hizo nacer mujer, aunque aveces he querido ser hombre. Sera por eso que hasta mi nombre ROMEL es mi mayor tesoro. A partir de este momento te invito a conocerme y dejarme conocerte, aquí estoy para ser transparente, y tu?
Sí, tuve una infancia feliz, recordando solo días de rosa. Descubrí el teatro en los mejores años de mi vida. Perdí el miedo a intentarlo nuevamente cuando sentí que cantar seria un sueño sin cumplir. Pero aun faltaba mucho camino que recorrer.
Decidí que debía pasar a otros, mis experiencias y poco conocimiento; y ¿quién mejor que a un niño? Así fue como llegue a la docencia cultural.
La primera vez que entre a un aula de clases y me encontré con 15 niños en edad preescolar, JURO que pensé "ESTO NO VA A FUNCIONAR" jajajajajajaja. Jamas había trabajado con niños tan pequeños, y ese primer día de clase fue HORRIIIIIIBLEEE jajajajajaja. No conseguí captar la atención de los niños en ningún momento. Termine muy decepcionada de mi misma y desconfiando de mis capacidades.
Al día siguiente tenia que enfrentar nuevamente aquél grupo de niños; que aunque adorables, eran totalmente irreverentes, y nada fáciles jajajajajajaja. Había pasado toda la noche pensando en nuevas estrategias para obtener la atención que requería para aplicar mis dinámicas. Y fue cuando recordé una conversación que años atrás había tenido con uno de mis directores de teatro, cuando él me dijo que las obras infantiles deberían ser actuadas por niños; por su frescura e inocencia. Y le pregunté: ¿Cree usted que el personaje de una bruja, por ejemplo, causaría la misma impresión interpretada por una niña o una adulta?.. Y comprendí que solo debía deslastrarme e interpretar quien soy. Sin armaduras, sin penas, sin tanta edad.
Estos niños me enseñaron mucho más de lo que yo les enseñe a ellos. Y reconozco que los subestime. No solo fueron capaces de prestarme atención y participar de mis dinámicas y actividades, sino que lograron construir un solido grupo capaz de actuar, bailar, cantar y crear.
