Shrouded in controversy since its creation by the defenders of avant-garde and originality, and by those whose reasoning tends to appreciate a more conservative architecture design, the Zubizuri bridge, better known, perhaps, as the Calatrava bridge, in reference to the surname of its designer, is one of the most avant-garde elements of a city like Bilbao, whose new appearance certainly leaves no one indifferent.
Regardless of one's opinions, which are very respectable, by the way, as is always the objective practice of assertiveness, the truth is that, seen from the mysterious perspective offered by nighttime panoramas, anyone would say, due to its singular form, that the designer based his work on an object as original, although archaic, as is the famous boomerang of the Australian aborigines.
A gigantic boomerang, then, which, with its seventy-five meters in length, would connect the two ends of the melancholic Bilbao Estuary, being, moreover, due to its location and proximity, an immutable herald of that other building, of futuristic and discordant appearance, which, since its creation, is already known throughout the world: the Guggenheim Museum.
Envuelto en la polémica que mantienen desde su creación, los defensores del vanguardismo y la originalidad, con aquellos otros, cuyos razonamientos tienden a apreciar mucho más una arquitectura de diseño más conservadora, el puente Zubizuri, más conocido, quizás, como el puente de Calatrava, en referencia al apellido de su diseñador, es uno de los elementos más vanguardistas de una ciudad, como Bilbao, cuyo nuevo aspecto, desde luego, no deja a nadie indiferente.
Independientemente de las opiniones de cada uno, muy respetables, por cierto, como lo es siempre la práctica objetiva de la asertividad, lo cierto es, que, contemplado desde la perspectiva misteriosa que ofrecen las panorámicas nocturnas, cualquiera diría, por su forma singular, que el diseñador se basó en un objeto tan original, aunque arcaico, como es el famoso boomerang de los aborígenes australianos.
Un gigantesco boomerang, pues, que, con sus setenta y cinco metros de largo, conectaría los dos extremos de la melancólica Ría de Bilbao, siendo, además, por su localización y cercanía, heraldo inmutable de ese otro edificio, de aspecto futurista y discordante, que, desde su creación, es conocido ya en el mundo entero: el Museo Guggenhein.
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