I am aware that comparisons, as an old popular saying asserts, can be odious, but I also maintain the opinion that, sometimes, they become a providential ally, which increases our perspective when talking about certain places, which, by some curious circumstance, related, no doubt, to the laws of association, familiarize us with part of the history of another place. In this case, with the figure of the wizard Merlin, who was not as charming as Walt Disney painted him, but was probably a wise druid priest who lived and played an extraordinary role in the era in which a dark Celtic leader, Arthur, began to stand out in Britain, more or less coinciding with the moment in which the Western Roman Empire began to collapse and Alaric's barbarians threatened Rome, which they finally took by storm.
As mentioned, in the story of Uther Pendragon, Arthur's father, Merlin's first appearance occurred when he, desperate to execute useless architects, entrusted him, under penalty of death, to undertake the work. so that the castle under construction would not collapse again. The simple solution consisted of nothing more than moving the foundations a few dozen meters, moving them away from the underground water spring in which, incomprehensibly, they had been placed. History and detail, which also affects this superb exponent of Asturian Pre-Romanesque Art, disfiguring the immeasurable work of an anonymous architect who worked for the first royal dynasties that succeeded Don Pelayo on the throne, a good part of whose structure is sunken into the ground, affected by the underground water currents that are located in a good part of the meadow in which it sits.
Soy consciente de que las comparaciones, como asevera un viejo refrán popular, pueden resultar odiosas, pero también mantengo la opinión, de que, en ocasiones, se convierten en un providencial aliado, que aumenta nuestra perspectiva a la hora de hablar de ciertos lugares, que, por alguna curiosa circunstancia, afín, sin duda, a las leyes de la asociación, nos familiarizan con parte de la historia de otro lugar. En este caso, con la figura del mago Merlín, que no era tan encantador como nos lo pintó Walt Disney, pero sí probablemente un sabio sacerdote druida que vivió y jugó un papel extraordinario en la época en la que un oscuro caudillo celta, Arturo, comenzó a destacar en Britania, más o menos coincidiendo con el momento en el que el Imperio Romano de Occidente comenzaba a colapsar y los bárbaros de Alarico amenazaban Roma, la que finalmente tomaron al asalto.
Tal y como se refiere, en la historia de Uther Pendragon, el padre de Arturo, la primera aparición de Merlín se produjo cuando aquél, desesperado de ejecutar a arquitectos inútiles, le encomendó, bajo pena de muerte, también, la acometida de los trabajos para que el castillo en construcción no volviera a derrumbarse. La solución, sencilla, no consistía en otra cosa que en correr los cimientos algunas decenas de metros, alejándolos del manantial de agua subterránea en el que, incomprensiblemente, se habían dispuesto. Historia y detalle, que también afecta a este soberbio exponente del Arte Prerrománico asturiano, afeando el inconmensurable trabajo de un arquitecto anónimo que trabajó para las primeras dinastías reales que sucedieron en el trono a Don Pelayo, buena parte de cuya estructura está hundida en el suelo, afectada por las corrientes subterráneas de agua que se localizan en buena parte del prado en el que se asienta.
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