I still remember today the fierce look the woman gave me when I started talking. Her eyes would open and close, unlike her arms that remained crossed over her chest the whole time. When I stopped talking to her, I put on my best smile and the famous writer, looked me up and down, as if scanning me, and in a tone as if she were eating glass, said:

"So you're not only pretty, you're smart too",_ she expressed and turned her back to me with an attitude of stupid conceit.

At that moment I was paralyzed, not knowing what to do and hearing something breaking into a thousand pieces inside or outside of me. And although I turned to see what was producing that thunderous noise, I saw nothing. Only with time, when I gave away all the novels of that writer and never wanted to read her work again, I knew that the noise was produced when the image of that famous writer had fallen from the pedestal on which I had placed her and her figure had shattered as all false figures shatter..

All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl

Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends

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Ídolos falsos
Mientras hacía mi carrera universitaria, muchas veces participé en talleres, encuentros, recitales literarios con escritores famosos que llegaban de invitados por la universidad en la cual estudiaba (UDO) o por Asociaciones artísticas que hacían vida en la ciudad.
Muchos de esos escritores los había leído en las diferentes asignaturas universitarias y para mí era un honor y una emoción tan grande conocer a escritores tan famosos, que eran admirados por mí y de los cuales me había leído casi toda su obra.
Tuve la dicha de conocer personalmente a César Aira, Rodrigo Rey Rosas, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Héctor Torres, Ana T. Torres, Laura Antillano y tantos otros escritores nacionales e internacionales. Para que puedan entender mi emoción, solo imaginen conocer a un cantante o actor famoso del cual usted sea fanático. Bueno, tripliquen eso por cien.
En una Bienal de literatura venezolana, organizada por mi universidad, invitaron a una de las autoras más populares de ese momento (me reservaré el nombre de esa escritora), la cual sería homenajeada por su carrera exitosa. Cuando yo supe que esa autora sería invitada, me emocioné tanto que no solo me inscribí en el taller que ella iba a dictar y que para ese momento costaba una pequeña fortuna para mí, sino que me ofrecí a hacerle el recorrido por la ciudad y para hacerle compañía en algunos actos.
Recuerdo el primer día que la vi: la fuimos a recoger al aeropuerto. La mujer apenas nos saludó y por más que intentamos sacarle conversación en el auto, la mujer mantuvo un silencio, solo interrumpido por algunos monosílabos: sí, no, tal vez. Aquella actitud tan displicente no mermó mi emoción ni mi admiración por aquella escritora y justifiqué su comportamiento al cansancio del viaje que había hecho.
Luego vino el taller. La mujer llegó tarde y en toda la clase se dedicó a hablar de su matrimonio perfecto y de su galardonado esposo, quien también era un famoso escritor. En los momentos de refrigerio, los participantes del taller comentaban lo indignados que estaban de haber pagado tantos dólares solo para escuchar "del matrimonio perfecto" de aquella escritora. Y aunque yo estaba de acuerdo con la mayoría, intentaba verle lo positivo al asunto:
_Vamos a creer que nos está enseñando a cómo mantener un matrimonio y no morir en el intento -comentaba de forma graciosa.
Pero no, la actitud de la escritora no cambió y por el contrario se convirtió en más agria y displicente. Tal vez intentando de que mi escritora favorita no cayera del altar donde la tenía, me decidí a hablarle de un proyecto que tenía en mente para estudiar una de sus novelas. Así que en uno de esos encuentros, me le acerqué y comencé a hablarle.
Todavía hoy recuerdo la mirada feroz que la mujer me dio cuando comencé a hablar. Sus ojos se abrían y cerraban, al contrario de sus brazos que permanecieron todo el tiempo cruzados sobre su pecho. Cuando dejé de hablarle, puse la mejor de mis sonrisas y la famosa escritora, me miró de arriba abajo, como escaneándome, y en un tono como si estuviera comiendo vidrio, dijo:
_Así que no solo eres bonita, también eres inteligente - expresó y me dió la espalda con una actitud de engreimiento estúpido.
En ese instante yo me quedé paralizada, sin saber qué hacer y escuchando que algo se rompía en mil pedazos dentro o fuera de mí. Y aunque yo voltee a ver qué cosa producía aquel ruido tan atronador, no vi nada. Solo con el tiempo, cuando regalé todas las novelas de aquella escritora y más nunca quise leer su obra, supe que aquel ruido se produjo cuando la imagen de aquella famosa escritora había caído del pedestal en el que yo la había puesto y su figura se había hecho añicos como se hacen añicos todas las figuras falsas.