
Mister Pi

I had grabbed the box containing the tempera and watercolors I used at school when I saw something jump out of one of the boxes and get lost among the old objects. My first reaction was to scream and run to my mother, but she didn't care about my fear and sent me back to the junk room:
"Juancho, you are grounded. So go back in the room and only come out when you get everything settled".
"Mom, but there is a big mouse. It must want to bite me,” I said, but I got no answer and had to go back to the room with a lot of fear and even anger.
"The rat won't even come and bite me, and I'll turn into a mouse too,” I wished as I cleaned up the mess the bottles of tempera had made when they fell.
The second time I saw him, it was easy to spot him: his gray fur was splattered with blue and green tempera. I was in the kitchen and saw him sniffing some food crumbs that were under a shelf. There I didn't scream, I just watched him for a long time and without being able to know why, I threw another crumb of bread, but the mouse ran away again and hid by a pile of newspapers that were in the library, which had belonged to my father:
"I'm going to call you Mister Pi"_ I declared, using the name by which my mother used to call Dad when she was upset:
"Tell Mister Pi that dinner is served",_ announced Mom and I already knew there was trouble between them.
After that, I began to see and hear Mister Pi all over the house. His tiny teeth made a lot of noise as he ruffled the market bags, the fresh breads and even the old newspapers that were in the library and that after my father had left the house, Mom had not wanted to throw away.
Until one night, while I was sleeping, I felt something moving in my bed. I wasn't afraid, because I figured it was Mr. Pi and I lay still. His small, cold claws ran quickly across my skin and a faint squeak was heard in the silence. I made no movement, no noise. That was the first time Mister Pi slept with me.
It was not friendship that was born between Mister Pi and me, but a relationship of reciprocal help began: I gave him food whenever I could and Mister Pi scared people. Like the time I took him to school and put him in Peña's backpack and he came out crying like a baby. He had also scared my mother several times, especially when she would punish me and I would let Mister Pi walk around the kitchen, provoking my mother's screams:
"A mouse, a mouse, Juancho. We have to kill it!" - screamed in terror, but no trap worked. Mr. Pi, with my help, managed to get out of all the traps my mother set in every corner of the house.
But once, when I was at school, Mr. Pi ran from my room to the living room and my mother hit him with a club: Mr. Pi's body was left in the middle of the room, stiff, crushed; but, according to my mother, when she came back with the shovel to pick up the body, she found nothing: Mr. Pi had played dead and then escaped like in a fiction movie.
After that, Mom took out the newspapers that Dad had left behind because, according to her, they were to blame for attracting vermin; she also cleaned the junk room because, according to her, I didn't know how to clean anything. After that cleaning I never saw Mr. Pi again: he left the house like my father did. Sometimes I dream of him and he is Mister Pi, but he has Dad's face. Other times it's Dad's body with Mr. Pi's face.

The image is free, from Pixabay and the text was translated with Deepl

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Míster Pi
La primera vez que lo vi, mi madre me había castigado y había tenido que limpiar el cuarto de los cachivaches. El cúmulo de cosas inservibles, viejas y rotas, hacían más difícil el trabajo de limpieza, sin mencionar que yo estaba muy molesto por aquel castigo, que según mi parecer, era injusto y desmedido: mi madre no había querido escuchar que Peña, un compañero de la escuela, era quien había comenzado la pelea y no yo.
Yo había agarrado la caja donde estaban las témperas y acuarelas que usaba en el colegio cuando vi que algo saltaba de una de las cajas y se perdía por entre los objetos viejos. Mi primera reacción fue gritar y salir corriendo hacia donde estaba mi madre, pero ella no le importó mi miedo y me mandó nuevamente al cuarto de los cachivaches:
_Juancho, usted está castigado. Así que vuelva al cuarto y solo salga de ahí cuando acomode todo.
_Mamá, pero hay un ratón muy grande. Seguro quiere morderme - expresé, pero no obtuve respuesta y debí volver a la habitación con mucho temor y hasta con rabia.
_Ni siquiera viene la rata y me muerde, y me convierto en un ratón también - deseé mientras limpiaba el desastre que habían hecho los frascos de témperas al caer.
La segunda vez que lo vi fue fácil distinguirlo: su pelaje gris estaba salpicado de témpera azul y verde. Yo estaba en la cocina y lo vi olisqueando unas migajas de comida que estaban debajo de un estante. Allí no grité, solo lo observé por largo rato y sin poder saber por qué, tiré otras migajas de pan, pero el ratón huyó nuevamente y se escondió por una pila de periódicos que estaban en la biblioteca, los cuales habían sido de mi padre:
_Voy a llamarte Míster Pi - declaré utilizando el nombre con el que mi madre solía llamar a papá cuando estaba molesta:
_Dígale a Míster Pi que la cena está servida - anunciaba y ya sabía que había problemas entre ellos.
Después de eso, comencé a ver y a escuchar a Míster Pi por toda la casa. Sus diminutos dientes hacían mucho ruido al ruñir las bolsas del mercado, los panes frescos y hasta los periódicos viejos que estaban en la biblioteca y que luego de que mi padre se había ido de la casa, mamá no había querido botar.
Hasta que una noche, mientras dormía, sentí que algo se movía en mi cama. No tuve miedo, porque imaginé que era Míster Pi y me quedé quieto. Sus pequeñas y frías garras pasaron rápido por mi piel y un leve chirrido se escuchó en el silencio. No hice ningún movimiento, ningún ruido. Esa fue la primera vez que Míster Pi durmió conmigo.
No fue amistad lo que nació entre Míster Pi y yo, pero sí comenzó una relación de ayuda recíproca: yo le daba comida cada vez que podía y Míster Pi asustaba a la gente. Como la vez que lo llevé a la escuela y se lo metí en el morral a Peña y este salió llorando como un bebé. También había asustado a mi mamá varias veces, sobre todo cuando me castigaba y yo dejaba que Míster Pi paseara por la cocina provocando los alaridos de mi madre:
_¡¡Un ratón, un ratón, Juancho. Hay que matarlo!! - gritaba despavorida, pero ninguna trampa funcionó. Míster Pi, con mi ayuda, lograba librarse de todas las trampas que mi madre ponía en cada rincón de la casa.
Pero una vez, yo estaba en la escuela, Míster Pi corría de mi cuarto a la sala y mi madre le dio un astazo: el cuerpo de Míster Pi quedó en mitad de la sala, tieso, aplastado; pero, según, cuando mi madre volvió con la pala para recoger el cuerpo, no halló nada: Míster Pi se había hecho el muerto y luego había escapado como en una película de ficción.
Después de aquello, mamá sacó los periódicos que papá había dejado porque según ella eran los culpables de atraer alimañas; también limpió el cuarto de los cachivaches porque según ella, yo no sabía limpiar nada. Luego de aquella limpieza no volví a ver a Míster Pi: se fue de la casa como se fue mi padre. A veces sueño con él y es Míster Pi, pero tiene el rostro de papá. Otras veces es el cuerpo de papá con el rostro de Míster Pi.

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Míster Pi
La primera vez que lo vi, mi madre me había castigado y había tenido que limpiar el cuarto de los cachivaches. El cúmulo de cosas inservibles, viejas y rotas, hacían más difícil el trabajo de limpieza, sin mencionar que yo estaba muy molesto por aquel castigo, que según mi parecer, era injusto y desmedido: mi madre no había querido escuchar que Peña, un compañero de la escuela, era quien había comenzado la pelea y no yo.
Yo había agarrado la caja donde estaban las témperas y acuarelas que usaba en el colegio cuando vi que algo saltaba de una de las cajas y se perdía por entre los objetos viejos. Mi primera reacción fue gritar y salir corriendo hacia donde estaba mi madre, pero ella no le importó mi miedo y me mandó nuevamente al cuarto de los cachivaches:
_Juancho, usted está castigado. Así que vuelva al cuarto y solo salga de ahí cuando acomode todo.
_Mamá, pero hay un ratón muy grande. Seguro quiere morderme - expresé, pero no obtuve respuesta y debí volver a la habitación con mucho temor y hasta con rabia.
_Ni siquiera viene la rata y me muerde, y me convierto en un ratón también - deseé mientras limpiaba el desastre que habían hecho los frascos de témperas al caer.
La segunda vez que lo vi fue fácil distinguirlo: su pelaje gris estaba salpicado de témpera azul y verde. Yo estaba en la cocina y lo vi olisqueando unas migajas de comida que estaban debajo de un estante. Allí no grité, solo lo observé por largo rato y sin poder saber por qué, tiré otras migajas de pan, pero el ratón huyó nuevamente y se escondió por una pila de periódicos que estaban en la biblioteca, los cuales habían sido de mi padre:
_Voy a llamarte Míster Pi - declaré utilizando el nombre con el que mi madre solía llamar a papá cuando estaba molesta:
_Dígale a Míster Pi que la cena está servida - anunciaba y ya sabía que había problemas entre ellos.
Después de eso, comencé a ver y a escuchar a Míster Pi por toda la casa. Sus diminutos dientes hacían mucho ruido al ruñir las bolsas del mercado, los panes frescos y hasta los periódicos viejos que estaban en la biblioteca y que luego de que mi padre se había ido de la casa, mamá no había querido botar.
Hasta que una noche, mientras dormía, sentí que algo se movía en mi cama. No tuve miedo, porque imaginé que era Míster Pi y me quedé quieto. Sus pequeñas y frías garras pasaron rápido por mi piel y un leve chirrido se escuchó en el silencio. No hice ningún movimiento, ningún ruido. Esa fue la primera vez que Míster Pi durmió conmigo.
No fue amistad lo que nació entre Míster Pi y yo, pero sí comenzó una relación de ayuda recíproca: yo le daba comida cada vez que podía y Míster Pi asustaba a la gente. Como la vez que lo llevé a la escuela y se lo metí en el morral a Peña y este salió llorando como un bebé. También había asustado a mi mamá varias veces, sobre todo cuando me castigaba y yo dejaba que Míster Pi paseara por la cocina provocando los alaridos de mi madre:
_¡¡Un ratón, un ratón, Juancho. Hay que matarlo!! - gritaba despavorida, pero ninguna trampa funcionó. Míster Pi, con mi ayuda, lograba librarse de todas las trampas que mi madre ponía en cada rincón de la casa.
Pero una vez, yo estaba en la escuela, Míster Pi corría de mi cuarto a la sala y mi madre le dio un astazo: el cuerpo de Míster Pi quedó en mitad de la sala, tieso, aplastado; pero, según, cuando mi madre volvió con la pala para recoger el cuerpo, no halló nada: Míster Pi se había hecho el muerto y luego había escapado como en una película de ficción.
Después de aquello, mamá sacó los periódicos que papá había dejado porque según ella eran los culpables de atraer alimañas; también limpió el cuarto de los cachivaches porque según ella, yo no sabía limpiar nada. Luego de aquella limpieza no volví a ver a Míster Pi: se fue de la casa como se fue mi padre. A veces sueño con él y es Míster Pi, pero tiene el rostro de papá. Otras veces es el cuerpo de papá con el rostro de Míster Pi.