Pedro acostumbraba hacerse pasar por Sacerdote del Vudú haitiano, con una sarta teatral hacía pasar a los pacientes a su consultorio, armaba montones de velas y soplaba humo de tabaco hasta que las personas estuviesen nerviosas y susceptibles a lanzar pistas que usaría luego para consumar su estafa.
Mucho dinero juntaría el farsante, rezando oraciones inventadas en una supuesta lengua africana, sus clientes, sin saberlo se iban felices con respuestas que ellos mismos terminaban dándole al estafador.
Un día habiendo oído la fama del supuesto sacerdote, un verdadero creyente de la religión llamada Palo Mayombe fue a visitarlo, al ver que estaba faltando el respeto a sus creencias, le pidió que por favor le regalara un tabaco y le diera un buche de ron.
Pedro se lo facilito extrañado, el extraño personaje se fumo el tabaco en silencio, soplo el aguardiente al aire, de su bolsillo saco una extraña tiza blanca, llamada cascarilla, en el piso marco una serie de flechas y signos, finalmente dijo una oración calladamente, soplo nuevamente aguardiente sobre Pedro, quien le pidió que por favor se fuera de su consultorio.
El extraño se levantó, sonrió con un dejo de maldad, mientras fruncía el entrecejo, le extendió la mano y le dijo una fría frase a Pedro: “Con los santos no se juega y a los muertos no se le engaña, porque la mentira se paga con sangre”.
El moreno visitante se retiró de la casa de Pedro que sintió un peso sobre sus hombros desde ese momento. Pasaron los días y el farsante empezó a tener pesadillas y fuertes estertores en su estomago, en menos de 2 meses se convirtió en un despojo de hombro, mendigo, en eso se convirtió hablando incoherencias y lanzando maldiciones a gritos semi desnudo en medio de la calle.
Un día Pedro se tropezó con el moreno que fue a su consulta y se le lanzó a los pies, el moreno lo tomo de los hombros y quedo al oído le dijo:
-¿Ves Pedro? Tanto que llamaste de mentira a los muertos y yo que te acerqué uno, ahora te manda por tu no saber mandarlo. Eso es para que seas testimonio de que en la tierra rigen fuerzas que si no se saben manejar nos pueden matar.