Anthony era actor de cine y había conseguido al fin el papel que siempre había soñado. Para trabajar su personaje decidió salir en búsqueda del libro de la famosa pieza que interpretaría, pese a su ardua búsqueda, los resultados fueron infructíferos.
Pasados los días el joven se encontraba triste y frustrado, pues sin esa información resultaba difícil que pudiese hallar los datos precisos para interpretar de forma ideal el papel que debía caracterizar.
Una tarde cansado de buscar en cuanta librería, bibliotecas y afines, Anthony, guiado por una extraña fuerza caminó hasta una plaza de su localidad, se sentó en un asiento en el cual, había un libro abandonado, luego de mirar a todas partes y no ver un dueño, decidió hojearlo, cargado de anotaciones y sugerencias, cuál sería su sorpresa al notar que dicho libro no era más que aquel que durante días había estado buscando: “La mujer de Petrovka”.
Gracias a este afortunado acierto, Anthony pudo no sólo leer, sino interpretar de manera majestuosa su personaje, meses más tarde en un almuerzo de trabajo, el director de la película, elogió al actor por su capacidad de predecir sus gustos por el desarrollo del personaje a lo largo del hilo de la historia.
El actor le agradeció, pero le comentó humildemente que debía agradecer a un fortuito encuentro con un libro en una plaza lleno de acotaciones sobre los personajes, el director le comentó que casualmente había prestado un libro con esas características a un colega en la facultad.
Anthony tenía el libro consigo, al mostrarlo a su amigo, ambos quedaron consternados al darse cuenta que el libro hallado, no era más que el ejemplar perdido por el director. Ambos guardaron silencio ante tan notoria sincronía.
Este caso es basado en un hecho de la vida real ocurrida al reconocido actor Anthony Hopkins y que ha sido reseñado como una increíble sincronía, como las descritas por el famoso Psicólogo Carl Gustav Jung.