Esta historia es real.
Sucedió en Residencias Independencias, un conjunto residencial donde vivi la mayor parte de mi niñez.
Me mudé aqui en el 1999, nos mudamos al piso 12 de la torre 2, un edificio de 15 pisos. A veces los elevadores no funcionaban y no quedaba de otra que bajar 12 pisos de escaleras.
Cuando uno vive en un edificio tan grande con tantos departamentos, suelen haber grandes cantidades de personas como historias, anécdotas que quedan marcadas en la memoria de cada quien.
Asi fue como supe de Juanino,
Iba bajando por el elevador con mi madre esa mañana, eran las 7:30 AM era temprano para quienes viven en el edificio, fuimos los primeros en darnos cuenta de la podredumbre que en el elevador se sentia.
Olia a muerte.
Es increíble como el olfato reconoce el olor a muerte humana que lo diferencia de cualquier otra podredumbre.
Era Juanino, un niño de aproximadamente 12 años, con sed de lo inalcanzable. Su madre semanas atrás le había puesto un castigo debido a su terrible comportamiento en la escuela. Castigado, sin TV, sin salidas a jugar con el vecino y sin salida al parque. La madre lo dejaba encerrado en casa con la reja de entrada llaveada, pero Juanino astuto sabia que esa reja no era barrera para el, y su madre como muy buena madre, conocía como era su hijo y para evitar que pudiera escapar del castigo, se llevaba consigo el unico par de zapatos que tenía Juanino, no obstante esto seguía sin ser barrera para Juanino, quien sentia una gran atracción hacia los elevadores.
Con un cuchillo abrio la reja, y a su vecino unas sandalias prestadas le pidió, ahí firmó su pase de salida y su sentencia de muerte.
Se preguntarán ¿que pasó?
Juanino entro al elevador y subio a la salida de emergencia con el elevador en movimiento, y solia saltar de un elevador a otro mientras iba en movimiento, no importaba el piso en el que estuviera, a el nunca lo iba a alcanzar el vértigo. Pero si la gravedad, y en un resbalon calló al vacío.
Se presume que callo desde el piso 8, y las cadenas de los elevadores degarraron su piel, y duro 2 semanas descomponiendose en la fosa de los elevadores.
Paz a la memoria del travieso Juanino, aún se oyen los pasos de su espíritu saltando de elevador en elevador.