Tiempos tranquilos

Cuando despiertas en una habitación tan blanca e iluminada que no puedes distinguir una esquina de la pared, lo primero que te pasa por la cabeza es que estas muerto y has llegado al cielo o algo parecido. Cierras los ojos suavemente intentando buscar algún tipo de paz; aceptas tu fortuna y solo tratas de descansar. Todo pasa en unos segundos, entonces te percatas de un ligero ruido: el aire acondicionado. Recuerdas que no hay forma de que estés muerto, porque de ser así no estarías en un lugar tan apacible; sino en un lugar de tinieblas, algo que se asemejara al infierno sería algo más apropiado para tu destino, al menos si existiese la vida después de la muerte.

Piensas que un ligero paseo por tus recuerdos deberían ponerte en contexto y entender lo que está pasando. Pero tienes un sentimiento que te advierte no hacerlo. Tienes miedo a tus recuerdos. Sin embargo, los recuerdos vienen a ti espontáneamente, como un mal golpe, varias vidas te cruzan y parece todo confuso, no eres uno sino cientos de personas; miles de recuerdos, muchos nombres, mucho rencor y amor. Terminas pensando que este es tu propio infierno. Un sonido, como el de un pequeño motor a alta revolución, seguido de un gas expulsado a presión y una sensación de algo liquido que entra por tus venas, traen consigo calma. Cuando la fría cama de aluminio se vuelve demasiado incomoda intentas bajarte, pero te das cuenta que tus pequeñas piernas no llegan al piso, debes voltearte y bajar escalando. Al estar parado te percatas de tú desnudes, caminas hacia la puerta y del otro lado encuentras una habitación similar pero con una mesita con ropa, un banco y un espejo. Nada te sorprende, estas como en un trance, pero el espejo te aterra. El temor se asemeja al que te provocaban los recuerdos, es algo instintivo; en el fondo sabes todo y cuando te veas en el espejo, casi de forma mágica, saldrá todo a flote.

Cada paso que te acerca al espejo es una batalla, una pelea contigo mismo. ¿Quién soy?, una imagen de un hombre como de 40 años corriendo de miedo aparece, ¿es de alguna vida pasada? ¿Este cuerpo es mio?, una misera mujer joven agarra la mano de su hija. Te recorre un escalofrío siniestro; es la verdad caminando por tu cuerpo, te espera en la equina para asaltarte y vas cabizbajo a su encuentro. Finalmente, cuando esta frente a tu imagen en el espejo, lo entiendes. Recuerdas que el cuerpo sí es tuyo, pues lo compraste.

Cuando entiendes que las vidas que recordabas eran residuos de los cuerpos pasados por los que pasaste, también entiendes que has experimentado el mismo escenario varias veces, tantas que las sensaciones quedan impregnadas en alguna parte tan profunda de ti mismo que se transforman en algo instintivo, tu alma o algo así. Aún no puedes responder "quién eres", pero ya no te perturba demasiado.

Así es como se cambia de cuerpo. No sé cuantas veces lo he hecho.

Es un tiempo en que las personas no tienen el menor interés por tener hijos, solo los salvajes los tienen. La descendencia no aporta ningún valor al futuro si tu mismo puedes ser parte de él. Hay sujetos que han vivido cientos de años. Los registros no tienen información de mí, debido a que mis cambios de cuerpo han sido no oficiales, nadie sabe a ciencia cierta por cuantos cuerpos he pasado, yo tampoco lo sé. La tecnología que uso es antigua, y mantiene algunos errores, como la prevalecería de recuerdos de los anfitriones que se suelen acumular, y deterioro de memorias muy antiguas. Tanto es así que ya no logro recordar mi nombre verdadero.

Bajo mis condiciones es importante tener un perfil bajo. Para cambiar de cuerpo voy a una ciudad que fue abandonada luego del primer Gran Brote. Se supone que nadie debería estar por allí, pues aun está contaminado. Sin embargo, parece que esto es falso. El pequeño reactor del laboratorio me ha permitido cambiar de cuerpo muchas veces.

Entrar a la ciudad no es problema. Incluso se ha intentado muchas veces traer a los salvajes a la ciudad, pero estos se rehúsan. Sin embargo, las penurias que pasan los obligan a hacer tratos con personas como yo. Son una gente extraña. Pero, no se pierden de mucho. Las personas de la ciudad solo están interesadas en las artes. La tecnología que los alimenta es autosustentable: se auto mantiene, autodesarrollo y auto replica. Los entes robóticas proveen de las necesidades básicas para sus ciudadanos. Desaparecieron casi todas las ocupaciones. No existe algo como el trabajo. Sin embargo, el dinero es pieza fundamental, pues este se utiliza para intercambiar creaciones artísticas.

Muchas ocupaciones mutaron a una forma artística del mismo, como la genética. Cuerpo extravagantes, con cabello y piel brillante, ojos multicolores, entre otras cosas, son comunes. El cambio de cuerpo es algo que pasa todos los días. Sin embargo, todos los laboratorios de transferencia están inclinados para lo mero artístico, lo que eleva mucho su precio.

El suicidio fue un problema en los inicios de la revolución de la "impresión completa", donde las maquinas
se empezaron a auto duplicar. Pero, este problema disminuyó mientras se expandía la religión del Retorno. En esta religión se ve a Dios como un ente obligado a actuar como lo ha hecho, es decir sin voluntad, se transforma en un ente natural como lo es un árbol, lo que permite cambiar el eje de Dios a el hombre. La religión del Retorno cambió el paradigma de los valores, construyendo un sistema algo más egoísta. Entre otras cosas se empezó a ver con buenos ojos el esterilizar gente con defectos genéticos, incluso los afectados consentían estos actos.

Hace más de un milenio que no existe ninguna revolución, ningún cambio de ideas o paradigmas. La humanidad parece estancada, al menos así lo piensa mucha gente, pero esta idea no parece ser detonante de ninguna cosa.

Quizá sea hora de agitar las cosas. No se me mal entienda, no es que sienta que las cosas estén mal. Si no que no veo algo interesante en el presente. Quizá tengamos que destruir las cosas, para entretenernos construyéndolas de nuevo. No para hacerlas mejor, no para aprender de el problema que suscita el no tenerlo y tenerle más amor al presente, ni ningún mambo místico con ello. Solo porque siento que el mundo está aburrido.