Pintar una copia de un cuadro de otro pintor, es un trabajo de artesanía que se suele minusvalorar por no ser original, ya que la primacía y originalidad es lo que se valora en el arte, evidentemente.
Ahora bien, cuando un autor reproduce una obra original suya, porque le gusta repetirla, es como un nacimiento de dos hermanos gemelos, que pareciendo iguales o muy parecidos, sigue teniendo cada uno su propia personalidad, aunque uno haya nacido unos segundos antes que el otro. No son exactamente iguales.
Algo parecido me ha sucedido cuando he repetido algunos cuadros que han merecido una consideración muy especial, por lo que los he repetido, y algunos de ellos los vendí en épocas en las que tenía que vivir de la pintura porque no tenía otra fuente de ingresos y a los clientes les gustaba el original que había pintado y yo no quería desprenderme de él; por eso me lo copiaba a mí mismo para venderlo. Me ocurrió con algunos cuadros originales como bodegones o vistas panorámicas de mi ciudad natal Astorga.
Ultimamente, el cuadro que guardo con más cariño por ser una obra de juventud (tenía diecisiete años cuando lo pinté) absolutamente original, fruto absoluto de la imaginación, sin ningún modelo del natural ni total ni parcial, lo he copiado por un asunto personal y familiar. Es el cuadro ya referido en otro artículo de esta red, dedicado a mis abuelos maternos.
Lo que voy a referir en estas líneas es la técnica de copiado, muy semejante al modo que recuerdo de la realización del primer original.
Naturalmente, en cualquier cuadro al óleo, es académico comenzar por manchar con las tonalidades pertinentes de atrás hacia adelante los elementos del cuadro que representan la lejanía de la perspectiva. en este caso sería la lejanía representada por los árboles secos envueltos en la neblina alejada del invierno y que se pierden en la inmensidad del horizonte.
Pues el fondo, es decir la parte de detrás de los árboles es la que primero comencé a manchar de tonalidades muy claras utilizando el óleo blanco zinc con micras de otros pigmentos en algunas pincelas más bien gruesas, desde ahí hacia adelante con pinceladas también gruesas con distintas mezclas del mismo blanco pero algo más de pigmentos grises y azules, tanto ultramar como cobalto e incluso una micra de tierras, tanto de sirenas como de sombras tostadas, avanzando hacia adelante en las dos direcciones tanto del cielo como del suelo helado y nevado.
Tanto la escuela donde daba clase mi abuelo con su puerta ventanas y chimenea, como el tronco de árbol con las ramas desnudas llenas de restos de la nevada última y las figuras de los abuelos serán los últimos elementos pictóricos que realizar, por eso muestro ahora el momento de la mitad justa del proceso del manchado inicial con los colores del fondo sobre el que realizaría la consecución de la copia.
Tuve especial cuidado con que el bastidor fuera de las mismas medidas que el original, lo cual fue difícil de conseguir y tuve que encargar a una fábrica de bastidores el de las medidas exactas al original, ya que el primero lo fabriqué yo mismo con unos listones sin clavijas tensoras.
El nombre de Amparín pertenece a la historia familiar que no viene a cuento en este artículo.
Al ser el bastidor y el lienzo en el que iba a realizar la copia de medidas exactas al original, la colocación de los elementos en su lugar preciso resulta demasiado fácil, pues con un metro se pueden marcar los puntos precisos con un lapicero o un carboncillo y trazar el dibujo en el mismo lugar que el original como se puede apreciar en la fotografía en la que se ven los trazos con lápiz plomo de numeración blanda:
Y el resultado final es el siguiente. Claro que siempre se puede estar matizando y matizando hasta una consecución rayando en la exactitud escrupulosa pero ya no merece la pena porque incluso la copia creo que ha ganado en calidad a la original, tanto porque los óleos y el lienzo son de mejor calidad que aquellos de los que disponía en mi juventud, como por la experiencia en el manejo de los pinceles, y además la copia no está algo oscurecida por haber sufrido la pérdida del brillo original por los años y años deteriorándose por efecto de la calefacción que es lo que más apaga la brillantez del óleo de los cuadros.
Y este es el original:
En la siguiente fotografía se ven los dos juntos. El cuadro de detrás de la copia es una mesa con objetos encima y la luz de frente entrando por la ventana que tengo en suspense de realización hasta que se me vaya aclarando la mente de cómo seguirlo porque llegó un momento en que se secaron las ideas, y hace falta tiempo para madurarlo e interiorizarlo. Llegó un momento en el que no sabía cómo seguir y como me desaparecieron los objetos para copiarlos del natural ahora tengo que inventarios y por lo tanto cambiar de técnica de realización.
