
Hay que señalar que lo que le da origen a una novela es precisamente, la idea. Así que lo que debemos tener en cuenta para empezar a concebir con claridad esa novela que deseamos escribir es tener esa idea que alimentará nuestro quehacer literario. Ahora bien, para contar con esa idea que será el punto de partida para ir trabajando la propia novela, es tener la idea clara.
Para ello, lo primero que tenemos que hacer es encontrar esa idea. La recomendación, aunque parezca sencilla, tiene un gran potencial; es estar continuamente acompañado de una libreta de ideas o incluso de una aplicación; el cual nos va a permitir apuntar todo aquello que se nos venga a la cabeza. Eso deberá hacerse de manera automática, es decir, sin meditar esa lluvia de ideas.
De esa forma es cómo vamos a ir teniendo una colección de ideas. Estas pueden ser: pequeños diálogos, temas en concreto, estructura de los personajes, aspectos de una trama, datos que pueden servir para la historia; en fin, todo aquello que posteriormente nos pueda servir. Una vez que tengamos una lista considerable de esas ideas, se procederá a revisarlas e ir configurando la idea central.
Un principio básico que tenemos que tener en cuenta es que no existen grandes ideas, ni siquiera ideas originales. O, para que suene un poco optimista, digamos que son muy pocas ideas. Lo que sí se puede decir de manera categórica es que no existen buenas o malas ideas. Estas por sí solo son un material que puede potencializarse.
Así que la tarea para que empecemos a desarrollar esa idea que queremos desarrollar es ir construyendo nuestra lluvia de ideas. Después vendrá la oportunidad de desarrollar los otros seis pilares básicos para desarrollar una novela.