Pude decirle algo como de costumbre, gritarle o insultarle para quitarlo del camino. Pero este sujeto era inquietante. Estaba cerca de la puerta del tren, se tocaba las manos como si dependiera su vida de aquel movimiento liberador. Tenemos pequeñas válvulas de escape, algunos rompen cosas, unos gritan, otros se hiperventilan, pero la mayoría se lo guarda. Suma presión en la válvula. ¿Han visto alguien doblar y desdoblar papel como si supiera exactamente lo que hace pero sólo hace y deshace sin sentido?
A veces tener contacto con tantas personas hace perder la noción de que son seres humanos. Los comienzas a ver como obstáculos en movimiento. Excepto cuándo se muestran más humanos qué tú.
En medio de la puerta a punto de quebrarse, a punto de explotar, con la presión saliendo desde lo más profundo, empezó por las lágrimas. Yo bajé en la siguiente estación y noté que él también. Cubierto en lágrimas y con semblante de desesperación, me acerqué sin que me notara. Ya no era indiferente para mí. Estaba trabado en aquel proceso. Era como si estuviera fuera demasiado para su mente y no daba más. Ninguna palabra o movimiento que respondiera a lo que pasaba a su alrededor. De pronto terminó, sus pupilas se centraron y esquivo una turba que salía deprisa de otro tren. Miraba del otro lado buscando a alguien tal vez su reflejo pero no encontró nada.
Pensé en acercarme. Pero no. Es extraño que un extraño se acerque a preguntar si estás bien. Raro el ser humano que humaniza, lo humano es objetivar. Lo inhumano es entender que todo es subjetivo.
¡Cuánta contradicción en ser! Pero no cambiaré al sistema hoy. Él lo sabía y yo también.
Decidí dejarlo solo. Pasar de largo. Dejar sus problemas para él, tengo suficiente con los míos. Ese sujeto me desconectó de lo que entre todos construimos y llamamos realidad. De un momento a otro regresaba a la época de elecciones, a la fecha de pagar las cuentas, al tráfico por reparaciones, a la manifestación contra el gobierno que sale, a qué mañana es feriado para los bancos, a las compras por el año que entra.
Me dejé inundar por ese sentimiento de humanidad. De quitar a la gente del camino con un insulto. Y de pronto escuché la alarma del tren. Empujé unas cuantas personas por la calle que iban en sentido contrario hacia mí y corrían a buscar la razón de la alarma. Un idiota más tratando de llamar la atención activando la alarma. Llevo 18 minutos tarde mejor me apresuro.
No puede ser él. Se veía asustado y desorientado, definitivamente sufriendo pero no pudo ser él. Nadie es tan cobarde. 20 minutos. ¡Maldita sea! Mi abuelo tiene una frase que siempre repite en Navidad: "Si no estás a tiempo, no estás". Raro viniendo de un sujeto que abandona a su familia 15 años y luego regresa como si nada a darnos lecciones de vida. Edad no es igual a sabiduría.
No llegaré nunca, mejor vuelvo a casa, no tiene caso. Recorrí de vuelta sobre mis pasos desanimado como si hubiera perdido la medalla de asistencia. Todo es culpa del sujeto nervioso. Me detuve a pensar tanto si debía hablarle que me olvidé de la hora. Un taxi ya es absurdo, caminar por un rato estará bien pero mejor tomo el tren.
¿Por qué tanto alboroto? ¿Nadie planea dejar de estorbar hoy? Las palabras son pequeños comandos que registramos en nuestro sistema operativo, cuando hay un comando que pone en peligro todo el sistema se limita su uso más que cuando es realmente necesario. Cuándo un software presenta pequeños errores que no afectan su funcionamiento por completo lo llaman bugs. ¿La mente es similar a las máquinas o las máquinas se hicieron tratando de emular a la mente?
No niego mi desprecio hacia la humanidad. Un lago de sangre como una entrada al inframundo, uno tras otro caen, cómo si aquel comando se ejecutara en serie, todo empieza por un pequeño bug que altera el sistema pero no su funcionamiento. Este sistema está compuesto por ellos, por mí, por ti. La unica forma de restablecerlo es desinstalar y reinstalar.
Uno tras otro en automático, cómo si supieran lo que hacen, toman cualquier cosa, saben lo que hacen, certeramente y en serie se quitan la vida. Todo comienza por un bug. Un pequeño error que no afecta por completo al sistema, sin embargo un comando no funciona y se suman todos los bugs a la vez. El sujeto se lanzó contra el tren y los observadores indiferentes se ponen pensativos, algo se ejecuta en sus mentes, los errores brotan y uno a uno reaccionan en cadena para entender su razón pero simplemente dejan de pensar y ejecutan. Cada uno desinstala.
La parte difícil es reinstalar. Las cookies no se borran, no se van, remanentes de lo que sienten, de lo que callan, de lo que procesan. Todo se guarda en la memoria colectiva. Esa que construimos cada día, en cada estación, con cada persona. No llegues tarde, es de humanos equivocarse y seguir vivo. La evolución es una compilación de errores, que se depuran y ejecutan sobre la marcha. Usar el comando adecuado para evitar errores fatales que necesitan desinstalar. ¿Ahora cómo volveré a casa?
