Todos miran a mi vecina
con ese cabello azabache, su largura y espesura.
Todos miran con reproche su desparpajo, su libertad. Ellas envidian su sensualidad.
Todos miran a mi vecina, donde los años hacen un maravilloso arte sobre ella, sus ojos felinos rodeados de finas arrugas y aquel delineado permanente; siempre lista, siempre bella.
Todos miran a mi vecina y se burlan de ella, de aquella dama, cuyo andar denota el pasar de una vida, quien solo supo trabajar con lo que tiene... su cuerpo.
Todos miran con envidia a mi vecina, la mujer educada, callada y amable que usó su vida por un castillo digno y suyo.
La reina, a veces, de su propia vida.
Todos miran a mi vecina y niegan, no aceptan que ella pertenece a ese mundo, aquel oficio tan antigo; juzgan su sexualidad, su poco interés en cambiar de empleo.
Todos miran a mi vecina salir cada día, arreglada y perfumada, saben lo que hace, ya no dicen nada.
Todos miran a mi vecina, pero nadie la ve. No notan la profunda tristeza y resignación en su mirada, que su gracia es un hábito adquirido a la fuerza y que su sensualidad le duele, ella está cansada.
Todos miran a mi vecina, pero no se fijan en las cadenas que hay en ella. Ven su coqueteo, pero no las heridas con las que vive día a día.
Todos miran a mi vecina, como la mujer libertina, la prostituta. No ven a la valiente mujer que trabaja día a día, desde hace 24 años y lucha en su mundo por ser feliz.
Nadie debería juzgar a mi vecina.
Las ilustraciones pertenecen a la maravillosa Kathrin Honesta
No saben la odisea que es postear desde el celular, pero cuando la inspiración toca la puerta ¿uno qué puede hacer?
Espero disfruten mi escrito y me encantará leerlos.
Cheers!!